LA NACION

“Vivimos una pesadilla”: el drama de los que luchan contra el agua

Residentes cuentan el impacto de la crecida, que arrasó con todo a su paso

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SCHULD, Alemania (AFP).– “En unos minutos, se inundó la casa”, cuenta Cornelia Schlüsser, una panadera que perdió su centenario comercio de Schuld, una localidad en el oeste de Alemania martirizad­a por el fuerte temporal y las inundacion­es que ya dejaron 120 muertos en Europa. “El horno se ha echado a perder”, clama la mujer de unos 50 años, de cabello gris, tras regresar este viernes al lugar de la catástrofe. El escaparate, donde se veían productos de panadería apenas hace dos días, acabó destrozado: montones de chatarra, vidrio, madera y cemento se han amontonado alrededor de la fachada. Una maraña de ramas se aprecian por la ventana.

“Comenzó en el pueblo vecino. Habíamos bajado una bomba de agua al sótano, pero no sirvió de nada. En unos minutos, se inundó la casa”, recuerda Schlüsser.

“Vivimos una pesadilla desde hace 48 horas; hemos vuelto, pero no podemos hacer nada”, añadió la mujer.

Como ella, varios residentes de este pueblo de unos 700 habitantes deambulan entre las ruinas de lo que fue una popular punto de excursión, cerca de Bonn, en el verdoso valle del Ahr.

La crecida del agua por las lluvias torrencial­es, en un terreno que ha sufrido varios periodos de sequía, hizo que el río se convirtier­a en una furia que arrasó todas las localidade­s por las que suele atravesar de manera apacible.

Desde la madrugada del jueves se sucedieron noticias alarmantes en el valle: casas arrasadas, muros arrastrado­s y techos arrancados, así como puentes y carreteras derrumbado­s.

El cantón de Ahrweiler, donde se encuentra el pueblo, registró numerosas víctimas mortales. En el oeste de Alemania, este desastre natural sin precedente­s quitó la vida de más de 100 personas.

Sin embargo, Schuld no ha contabiliz­ado hasta el momento ningún fallecido, un milagro, tal como comentan sus residentes: el agua de la ribera, que suele pasar a un metro de altura, alcanzó hasta los 8 metros, según varios medios.

El ruidoso estruendo del río retorcía los tímpanos. En sus rostros se aprecian miedo y cansancio al ver que vidas enteras han sido borradas por completo.

“Caravanas y coches fueron arrastrado­s, árboles arrancados, casas derribadas. Hemos vivido aquí en Schuld durante más de 20 años y nunca habíamos visto algo así”, relata Hans-dieter Vrancken, un residente de 65 años. “Es como la guerra”, subraya.

Thomas Geilen, de 53 años, se desplazó a apoyar a su hijo de 28 años. Estaba reformando una casa en el pueblo y planeaba mudarse allí en dos semanas. “Anteayer llegó por la tarde, alrededor de las 18 y

19 horas, y el agua subió más y más. Diez minutos después, había agua en la casa”, explica Geilen. “Más tarde, todos tuvieron que salir, pero no pudieron, así que se fueron al primer piso”, añadió.

Todas las tiendas del pueblo en el centro de la localidad están devastadas: panadería, peluquería, pescadería, hotel, charcuterí­a. Unas 50 casas resultaron dañadas, varias de las cuales deben ser demolidas. Con sus herramient­as y algunas máquinas, ayudados por los bomberos, los esfuerzos de los habitantes por despejar los escombros que obstruyen las calles parecen en vano.

En Bad Neuenahr-ahrweiler, el jefe del lugar del cantón a unos

40 kilómetros, Agron Berischa, expresa su asombro por la rapidez del desastre. “A las 23.30, solo había un poco de agua, a la 1 de la madrugada todo estaba bajo agua. Nuestro piso, nuestra oficina, las casas de nuestros vecinos. En 15 minutos”, lamenta.

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