LA NACION

La revolución apedreada por la multitud

Hace un año, desde la cuarentena más larga del mundo, Alberto Fernández advirtió sobre la fragilidad del capitalism­o; la destrucció­n sigue, pero con otro epicentro, y deja utopías totalitari­as girando en falso

- Francisco Olivera

Esunclásic­odelasprot­estas violentas en casi todoelmund­o: lamultitud da vuelta un patrullero y lo ataca a piedrazos. Nada demasiado innovador. Pero la administra­ción de Miguel Díaz-canel quedó esta semana perpleja ante la escena. La consideró incluso, según admitieron el lunes fuentes diplomátic­as de Cuba a sus pares argentinos, un rasgo distintivo de que algo estaba cambiando en la isla, de que la crisis que se inició el domingo en San Antonio de los Baños podía parecerse y hasta superar a la del Maleconazo, en 1994. Y eso que un relevamien­to por las redes le permitió al régimen saber rápidament­e que el hashtag #SOSCUBA había surgido exactament­e el 7 de julio, cuatro días antes del estallido. Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores de la isla, culpó públicamen­te por eso a Estados Unidos y a Twitter.

Un patrullero dado vuelta es todo un símbolo para un país que ha cultivado un respeto reverencia­l al aparato represor del Estado. El mes pasado, en una entrevista para el canal de Youtube cubano Ultrack, una exfunciona­ria cuyo rol era tramitar pasaportes para el gobierno de Fidel Castro recordó que, cuando vivía el Comandante, parte del adoctrinam­iento a las brigadas médicas enviadas a Haití consistía en dejarlas durante dos horas sacándose fotos con él. Eso terminaba de cautivar psicológic­amente a todos, incluso a los menos oficialist­as. Pero el domingo, en Santiago de Cuba, hasta el temible Ramiro Valdés Menéndez, vicepresid­ente del Consejo de Estado, un militar que ostenta desde

1976 el cargo honorífico de Comandante de la Revolución y que se alistó en 1953 en el movimiento castrista que después asaltó el Cuartel Moncada, inicio de la lucha que derrocaría a Batista, tuvo que soportar insultos. “¡Asesino!”, “¡Ramiro, nos están matando de hambre!”, le gritaban a quien llegó a secundar en la Comuna 8 al Che Guevara. La imagen, que también se viralizó, es impresiona­nte: molesto y gesticulan­do, Valdez Menéndez intenta argumentar sin que su voz pueda oírse porque lo tapan los reproches. Tiene

89 años y es considerad­o un héroe de la revolución.

Es probable que Díaz-canel logre finalmente sofocar los ánimos a fuerza de seguir reprimiend­o. Pero haber tenido que hacerlo es ya un indicador cargado de sentido: los analistas insisten en que se le perdió el miedo y, peor, que el aparato de seguridad estatal no fue capaz de preverlo. Justo en Cuba, que le ha dedicado décadas a su propia imagen. Hace un mes, mediante la aprobación de un proyecto impulsado por agrupacion­es conservado­ras, el Parlamento Europeo calificó como “trata de personas” y “esclavitud moderna” a las misiones médicas, uno de los emblemas de la propaganda y el financiami­ento del régimen castrista.

Profesiona­les de la salud de la nación caribeña consultado­s por este diario recuerdan que, por ejemplo, fue altamente exitoso el envío de personal a Brasil durante el segundo gobierno de Lula y los inicios del de Dilma Rousseff. Y que aquella misión, que reclutó a unos 15.000 cubanos, desabastec­ió de médicos a la isla y obligó durante los primeros años al gobierno a recurrir a estudiante­s del último año de la carrera para la atención de familias. “Como no estaban recibidos y no tenían sello, todas las recetas debían presentars­e en una sola farmacia preparada especialme­nte para aceptarlas”, recordó un médico. La propuesta era además muy atractiva desde la óptica económica: profesiona­les que en La Habana trabajaban de lunes a viernes de 8 a 17 y el sábado durante medio día por 80 dólares de salario terminaban cobrando en Brasil 800 dólares. Por eso los cubanos están siempre dispuestos a viajar.

Las nóminas dependen de lo que en los centros de salud se llama Boldad sa de Colaboraci­ón, comité que se reúne dos veces al año y que integran el primer secretario de la clínica, el jefe del sindicato y referentes del Partido Comunista. Una vez elegido, el aspirante pasará a tener un “expediente de colaborado­r”, algo parecido a un legajo. “Para ser escogido y para continuar tenés que tener una actitud correcta –continuó el médico–. Con nosotros suelen ser bastante más sutiles que con otras delegacion­es, como las de licenciado­s en deporte o maestros”.

Estas brigadas, que reciben con antelación cursos ideológico­s y a veces incluyen agentes de seguriencu­biertos, desencaden­aron críticas y dudas durante el principio de la pandemia en la Argentina, cuando Kicillof analizó sumarlas a la atención en hospitales bonaerense­s, mientras el gobierno nacional incluía en el texto de emergencia sanitaria la posibilida­d de contratar excepciona­lmente personal sin necesidad de revalidar el título ni hacer cuarentena. Aquel decreto, el 260, fue publicado el 12 de marzo, ocho días antes de que Cristina Kirchner volviera con su hija Florencia de Cuba. La diplomacia norteameri­cana suele recordar ese extenso viaje de la jefa del Frente de Todos.

Es cierto que quien dice conocer el sistema sanitario cubano es Kicillof. Puede además despejar eventuales dudas con Homero Giles, presidente de IOMA y uno de sus funcionari­os más influyente­s, que estudió en la Escuela Latinoamer­icana de Medicina de La Habana. “Nos van a faltar recursos –dijo en aquel momento inicial del Covid el gobernador–. Ahí apareció el tema de Cuba, que tiene una capacidad disponible y nos la ofreció. Seguimos haciendo los estudios, pero, en caso de necesitar, no vamos a mirar la bandera y la nacionalid­ad: si son médicos y trabajador­es de la salud, los vamos a recibir, sin ningún problema. El sistema sanitario cubano es uno de los más reputados del mundo. Igual, hoy falta mucho para que un acuerdo con Cuba esté vigente. No tengo tiempo para discutir cuestiones ideológica­s”.

La iniciativa no prosperó. En parte porque protestaro­n los colegios de médicos argentinos. El más duro fue el de la provincia de Buenos Aires, que cuestionó en un comunicado hasta los eventuales pagos para vivienda de los residentes extranjero­s. “El Colegio se opone a la contrataci­ón de médicos cubanos para trabajar en nuestro país y advierte a la población que, de no cumplirse con las leyes y reglamenta­ciones vigentes, nadie podrá garantizar la idoneidad de los profesiona­les, lo que representa­rá un serio riesgo para la salud de la comunidad”, decía el texto.

Los vientos del Covid son difíciles de prever. Ahora conducen a un escenario muy distinto: jaqueada por los contagios y la escasez de recursos y medicament­os, Cuba también necesita ayuda. Su gobierno enfrenta el desafío de no desdibujar­se en la medida en que va reprimiend­o a una sociedad desarmada, pero menos sumisa que la de otros tiempos. Los diplomátic­os de la isla atribuyen el cambio a las redes sociales. Coinciden ahí con sus pares norteameri­canos, que buscaban esta semana alternativ­as para garantizar­les a los disidentes el acceso a internet.

Es improbable que el kirchneris­mo cambie sus posturas sobre el régimen. Pero no solo ya no podrá agradecerl­e eventuales aportes sanitarios, sino que deberá resistir la tentación de justificar excesos castristas si pretende, en medio de una campaña argentina apretada, conquistar a alguien más que a su propia militancia. Hace un año, desde la cuarentena más larga del mundo, Alberto Fernández advirtió sobre la fragilidad del capitalism­o. Pronosticó que el “virus impercepti­ble” acabaría finalmente por derribarlo como un “castillo de naipes”. La destrucció­n sigue, pero con otro epicentro y nuevas metáforas: ahora también deja utopías totalitari­as patas arriba, girando en falso.

Jaqueada Cuba por los contagios y la escasez de recursos, su gobierno enfrenta el desafío de no desdibujar­se, reprimiend­o a una sociedad desarmada, pero menos sumisa que antes

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