LA NACION

Clubs culinarios

Una comunidad foodie ávida de novedades y sabores

- Rodolfo Reich

Suena el timbre: vienen a entregar una caja sorpresa que esconde dentro productos como una pasta seca italiana, un aceite de oliva mendocino, una botella de vino, salsas artesanale­s de Rauch, unas alcaparras, aceto de calidad, un turrón de almendras, alfajores artesanale­s, varias conservas del norte. Vienen también regalitos colecciona­bles (servilleta­s, por ejemplo) y se suma el acceso a un video donde cocineros amigos de la casa (podrá ser Pablo Buzzo, Donato De Santis, Olivier Falchi, Pedro Picciau, entre otros) dan recetas con algunos de estos mismos productos. Se trata de Il Cestino, un autodenomi­nado club culinario que cada mes envía una selección de delicatess­en a domicilio selecciona­da por curadores especializ­ados, incluyendo grandes marcas internacio­nales y también a pequeños productore­s cooperativ­istas. Nacidos a mediados de 2020, la propuesta va más allá de una simple compra. “Es una experienci­a que engloba muchas otras”, afirma Andrea Fiumidinis­i, socia junto a Cristian Balbi de este club. “Hay mucho del sentido de pertenenci­a, queremos que el socio se sienta mimado. Le enviamos un regalo cuando renueva la suscripció­n, sumamos degustacio­nes, ofertas. Para el post pandemia tenemos planificad­os cenas, viajes. Y los socios tienen además un 15% de descuento en la tienda online”, cuenta.

En la góndola contemporá­nea (que incluye supermerca­dos, delis, vinotecas, boutiques, e-shops y más) la variedad de productos es inmensa, generando una paradoja: hay más oferta pero se hace también más difícil elegir entre todo eso lo que realmente vale la pena. Las grandes marcas, con su marketing y publicidad a cuestas, lo saben: los clientes tendemos a repetir los productos que ya nos gustaron. Vamos directo al mismo queso, nuestro café favorito, el Malbec de siempre. En este sentido los clubs gastronómi­cos son rupturista­s: desafían la actitud conservado­ra abriendo el juego a marcas desconocid­as y presentand­o sabores y productore­s que podrían quedar relegados a un segundo plano.

Si bien la idea de un club gastronómi­co no es nueva, la pandemia funcionó como un potenciado­r de proyectos nacientes. “Abrimos en

2018 y hasta la pandemia teníamos

50 socios; tan solo en el último año y medio pasamos a 600. Cuando la cuarentena dificultó que muchos pudieran acceder a sus cafeterías favoritas, nosotros ya teníamos la logística aceitada”, cuenta Agustín Álvarez Ferro, de Manifiesto, un club dedicado al café que cada mes envía paquetes a domicilio con elección previa de cantidad (de 350 gramos a un kilo), tipo de molienda e incluso con dos opciones de precio: hay granos de especialid­ad (con puntuacion­es mayores a 80 en catas internacio­nales) y otros más económicos pero siempre bien tostados, sin azúcar agregada y elegidos por calidad. “Cada meses enviamos dos cafés distintos –que nunca se repiten– de tostadores de todo el país; Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Bariloche y más. Los cafés van con una ficha técnica contando quién lo tostó, que café es y se suma una reseña y receta en video hecha por un barista. Queremos que tomes un buen café pero también que aprendas, que conozcas más orígenes, sabores. Tenemos además una tienda online para que comprar sin suscribirt­e, porque sabemos que lo más difícil de lograr es la confianza, pero buscamos que una que vez que nos conozcan, les den ganas de suscribirs­e”.

La idea de exclusivid­ad

La idea de un club incluye valores simbólicos, entre ellos el status de pertenecer a algo exclusivo, recibiendo primero las novedades e interactua­ndo con especialis­tas en cada tema. Pero también está el acceso a una comunidad que comparte gustos y quiere realizar experienci­as conjuntas. “Bierful surgió hace seis años; previo al Covid hacíamos visitas a fábricas cerveceras donde invitábamo­s a los socios; lo que se generaba ahí a nivel social es fantástico”, cuenta Lucía Raiden, parte de este club dedicado a la cerveza artesanal. Bierful nació como respuesta al auge de la categoría craft beers, en tiempos donde conseguir latas o botellas de cerveza no era fácil. Luego con la pandemia la oferta creció como nunca antes. “Trabajamos con unas 30 a 40 cervecería­s de todo el país (Bierhaus, Filidoro, Jabalina, Grunge, entre otros) para que los socios –también de todo el país– conozcan más allá que lo que tienen a su alrededor. Hay distintas suscripcio­nes, desde la low cost a la premium (con cervezas de barrica o ediciones limitadas), pasando por las que son exclusivam­ente de estilo IPA. Apuntamos a gente que ama la cerveza y que quiere aprender, por eso ofrecemos cursos exclusivos, catas por zoom, charlas con brewmaster­s y con las latas enviamos un tríptico que contiene informació­n de cada una”.

La idea de una suscripció­n gastronómi­ca con una curaduría especializ­ada suma diversas categorías. Entre los que marcaron camino están los clubs de vinos, donde destaca Bonvivir, el más grande del país, con más de 25.000 suscriptor­es y un millón de botellas entregadas anualmente. Botellas que en muchos casos no se pueden conseguir en el mercado sino que son elegidas por sommeliers catando junto a los enólogos en las bodegas selecciona­das. Pero también hay ejemplos más chicos como el flamante Overo Bar, abierto en noviembre del año pasado por el reconocido cocinero Pol Lykan junto a Daniel Rigueras. Esta propuesta recupera cierta idea de club tradiciona­l: no solo tiene el envío a domicilio de una muy cuidada selección de vinos, sino que además suma su clubhouse: un local en Palermo Viejo con microcine propio, una sala para escuchar vinilos y CD con alta definición y un bar –abierto al público general– con una terraza preciosa y privilegia­da vista a Plaza Armenia. Allí realizan encuentros, catas y charlas especializ­adas. “Con apenas ocho meses de vida superamos los 300 socios,

un hito que queremos compartir”, cuentan desde Overo.

La lista sigue: hay propuestas como El Club de los Quesos, una quesería que desde hace más de diez años envía a domicilio tres quesos por mes (con un peso total aproximado de 900 gramos), sumando así 36 variedades distintas al año; y otras más exóticas como el club de carnes que ofrece Ohra Pampa, un frigorífic­o de que trabaja hacienda de razas Hereford y Aberdeen Angus en la llanura pampeana. “Elegimos animales alimentado­s en campo abierto sobre pasturas naturales y de gramíneas y leguminosa­s, con terminació­n en la etapa final. Todos provienen de un radio de 300 kilómetros de distancia, garantizan­do viajes más cortos y contribuye­ndo con el medio ambiente, el bienestar animal y la calidad de la carne”, cuentan. Además de la tienda online, este club propone una membresía que incluye una caja mensual con cortes envasados al vacío de su Línea Insignia Profesiona­l de Cuatro Cuchillos. “Son piezas únicas, de gran calibre y grasa intramuscu­lar, a las que solo acceden los miembros del club. Se les suman propuestas como recetas y tips de nuestros chefs embajadore­s, programa de puntos por recomendac­ión, eventos y degustacio­nes”, afirman. El envío de junio, por ejemplo, incluyó un tomahawk, una picanha, un peceto, un asado banderita y un short rib, pesando unos ocho kilos totales.

Pertenecer, decía una publicidad, tiene sus privilegio­s. En este caso, el privilegio es probar marcas y productos nuevos, aprendiend­o sobre ellos junto con personas que comparten pasiones similares, todo con envío a domicilio. La promesa dorada de los clubs gastronómi­cos.

La pandemia funcionó como un potenciado­r de proyectos nacientes

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