La renuncia que me hizo poner recontra serio
Alberto empieza a disfrutar la presidencia justo ahora que dejó de ser presidente
Hace algo más de un mes publiqué acá una primicia mundial: que después de las elecciones de noviembre, el llamado kirchnerismo duro (¡como si hubiera uno blando!) se proponía forzar la renuncia de Alberto Fernández. En un discurso por cadena nacional desde un patio militante de la Casa Rosada, Cristina iba a explicar que no funcionó la fórmula de tener un gobierno sin presidente; es decir, iba a invocar la acefalía.
Pero Alberto, que se enteró del golpe en ciernes leyendo esta columna, se adelantó. La nueva primicia es que ya renunció. Me cuentan que le temblaba la mano al escribir su dimisión; que lloró, pataleó y pegó algún grito; que sus colaboradores lo alentaban a que siguiera escribiendo; que Santiaguito Cafierito quería ayudarlo con la redacción y, como desde el primer día, fracasaba en el intento; que Dylan no paraba de ladrar quejidos; que Fabiola, desentendida y sonriente, seguía abriendo regalos de cumpleaños. Así, a los tumbos, el profesor garabateó su despedida. “Renuncio –puso con trazo casi ilegible en un papel humedecido por las lágrimas– a tener una opinión propia. Renuncio a mis ideas, a las que me habían quedado. A decir lo que pienso, cuando pienso.
A oponer cualquier tipo de resistencia a los deseos/sugerencias/indicaciones/órdenes de CFK. Renuncio a tomar decisiones. A designar funcionarios. Renuncio formalmente a la presidencia de la República, aunque informalmente siga ocupando el cargo. Tengo 100.000 razones para hacerlo; 100.000 críticas de las que soy objeto día tras día. Tengo 100.000 muertos”.
Impresionante. Impresionante el gesto de dignidad del profesor: ahora todos sabemos que está pero se fue. El que aparece ya no es él, es un epifenómeno, un holograma, realidad virtual. Aquel Alberto coronado en diciembre de 2019, sin ojeras y de estilizado abdomen, no volverá; acaso deambule, perdido, por los jardines de Olivos. Ahora entendemos por qué al hablar sobre las protestas en Cuba –protestas encabezadas por artistas de izquierda, por mujeres del pueblo, y reprimidas por grupos de tareas– dijo que no sabía lo que estaba pasando. Ahora quedó claro por qué Messi y el resto de los jugadores del seleccionado se negaron a que los visitara en Ezeiza. También se explica la drástica reducción de sus apariciones mediáticas, consignada esta semana por LA NACION, y que del Instituto Patria o Muerte le hayan hecho saber que para la campaña no lo estarían necesitando.
Duro trance el del Presidente, o expresidente, obligado a ponerse ropa que le baila, a cumplir con protocolos, a firmar lo que le manden y tener que bajar la cabeza cuando Máximo lo critica por postrarse ante los gringos de Pfizer o Berni le dice que es un gobierno de inútiles. El profesor ya tenía suficiente con aquel Alberto, con el original, y ahora tiene que cargar con este. “Beto, mirá qué espectacular lo que me regalaron –le dijo Fabiola al verlo tan deprimido–. ¡Un helicóptero!”.
Yo también me propongo levantarle el ánimo. Recalculemos. Si ser o no ser es la cuestión, él ya la tiene resuelta. Si cada furcio o cada error iban en desmedro de la autoridad presidencial, llegó el momento de que furcee tranquilo. Puede volver a las filminas, al revoleo de cifras, a pronósticos estrellados, a la antropología de saldo, a atribuirle a un premio Nobel el estribillo de un rockero; y a las contradicciones, al “sí” que enseguida se convierte en “no”. Por Dios, qué liberación. Quién le va a reclamar una precisión, una definición y, menos que menos, un plan económico. Supongo, incluso, que habrá un desplazamiento de las marchas: lo que iba a la Casa Rosada, irá al Congreso; los cacerolazos en Olivos pasarán a Juncal y Uruguay. En las ceremonias oficiales, si es invitado a hablar, que haga como que no escucha, agarre el celu y se ponga a tuitear; de la prohibición de escribirse con desconocidos a las 3 de la mañana a la posibilidad de tuitear las 24 horas. ¿Reuniones de gabinete? Al Senado. ¿Le resulta simpática una pintora mendocina? Combo de almuerzo, té, cena y fotos. Profe, qué gran paradoja: empezar a gozar de la presidencia cuando ya no es más presidente.
En Alemania, Italia, Israel y otros países hay presidentes que no presiden; en Suiza ni siquiera existe el cargo: gobierna un Consejo Federal. Es cierto que no corresponde comparar sistemas parlamentarios con nuestra monarquía. Pero quiero decir: no tiene nada de dramático o desdoroso. Se le pueden buscar funciones que lo hagan sentir bien: ir al tedeum del 25 de Mayo, recibir aviones con vacunas, darle la palabra a Cristina en las Asambleas Legislativas.
Disfrute, señor, estos dos últimos años y medio. Que nada perturbe su ostracismo, que nadie le quite el lugar de pato rengo. Usted debe sobrevolar inflaciones, quiebres de empresas, trepadas del dólar, corrupciones, atropellos institucionales, pobrezas, pandemias.
Señor, dese por hecho. ¿Ella lo quería primero en la fórmula para hacerle ganar las elecciones? Muy bien, lo hizo, le prestó el nombre. Después le puso cara y discurso al desastre. Empiece a irse en silencio por la puerta de atrás.
Si puede, olvídese de los más de 100.000 muertos.