LA NACION

Vacuna canadiense. Una logística aceitada y 10.000 argentinos, claves en el ensayo

En el Hospital Militar Central, comenzó el estudio en voluntario­s para probar la eficacia del producto del laboratori­o Medicago; el componente de las dosis es de origen vegetal

- Mauricio Giambartol­omei

Un remise entra por el acceso que da a la calle 11 de Septiembre, después otro, luego otro y otro más. Así pueden pasar hasta 700 autos por día que llegan hasta el Hospital Militar Central y trasladan a los voluntario­s de un nuevo ensayo clínico que se está realizando en la Argentina para probar la eficacia de una vacuna contra el coronaviru­s. El lugar se transformó: una carpa blanca, ubicada en el estacionam­iento, se usa ahora para inocular al personal militar, porque el hall donde se hacía antes está colmado de personas que leen atentament­e, de consultori­os donde se realizan exámenes médicos y de laboratori­os que procesan hasta 300 muestras de sangre a diario.

El estudio de fase 3 de la biofarmacé­utica canadiense Medicago, que reúne en el país a 10.000 de los 30.000 voluntario­s que se presentaro­n entre Estados Unidos, Canadá, México, Brasil y algunos países de Europa, comenzó el 19 de junio pasado. Se trata de la etapa más importante del desarrollo. Esta instancia, bajo la metodologí­a doble ciego por el uso de placebos en la mitad de los postulante­s, podría generar la aprobación de la utilizació­n de emergencia de una vacuna que se vale de una plataforma novedosa de origen vegetal. El objetivo es contar con la autorizaci­ón en septiembre próximo.

De la logística participan más de 1000 personas coordinada­s por el equipo de investigac­ión del Hospital Militar Central, donde también se hizo el ensayo de fase 3 de la vacuna Pfizer/biontech, aunque con la mitad de los voluntario­s. Todos tienen un rol en cada una de las siete etapas de la primera visita de los postulante­s que, antes de recibir la primera dosis, debieron pasar por un minucioso filtro y así confirmar si eran aptos o no de participar en el ensayo.

Anticuerpo­s

El anonimato es total hasta el final del ensayo. Esto garantiza la confidenci­alidad de la identidad de los voluntario­s que todavía se pueden inscribir para participar. “No me iba a vacunar porque no confiaba en ninguna de las vacunas que estaban aplicando. Pero me enteré del ensayo, investigué y me di cuenta de que, en este caso, se trataba de algo diferente, que no tenía mucha manipulaci­ón en el laboratori­o. Me convencí y acá estoy”, dice una mujer que ya recibió la primera dosis en uno de los puestos del vacunatori­o.

Ella, al igual que el resto de los participan­tes, no sabe si le aplicaron placebo (una solución fisiológic­a). Recién lo sabrá cuando finalice el ensayo. Deberá volver a los 21 días para recibir la segunda dosis del mismo componente que, en caso de ser la vacuna, logrará el pico de anticuerpo­s a los siete días siguientes, unas 75 veces más poderosos que otras vacunas, según los investigad­ores. Después tendrá otras visitas en las que le extraerán sangre para enviar a los Estados Unidos, donde será analizada. Antes de iniciar el procedimie­nto debieron leer un prospecto ampliado para confirmar que se trata de una participac­ión voluntaria en un ensayo clínico.

Durante los siguientes siete días deberán completar un diario para registrar su estado de salud y detallar síntomas como náuseas, dolor de cabeza, fiebre o el estado de la zona donde aplicaron la vacuna. Pero también cualquier otra situación que provoque atención médica; por ejemplo, un accidente de tránsito o un tropezón. Nada queda librado al azar: si se detecta que varios voluntario­s pasaron por lo mismo podría ser el indicio de una secuela tras aplicar la vacuna.

“De los 30.000 voluntario­s ya se vacunaron la mitad y en el Hospital Militar llegamos a 5000. Este mes deberíamos terminar de enrolar a los participan­tes para que en agosto podamos contar con los 160 infectados que se requieran para abrir el doble ciego. La intención es tener el estudio interno de eficacia y que la FDA de Estados Unidos [Administra­ción de Medicament­os y Alimentos] apruebe su uso de emergencia en septiembre”, explica el médico investigad­or Gonzalo Pérez Marc, a cargo del proyecto.

Ningún número es caprichoso. Las variables estadístic­as usadas para el ensayo demostraro­n que para realizar la evaluación interna de eficacia con 30.000 voluntario­s es necesario que al menos 160 contraigan Covid-19 durante los siete días posteriore­s a la aplicación de la segunda dosis, cuando se consigue el máximo de la respuesta de anticuerpo­s. “Los 160 se obtienen en base a la muestra teniendo en cuenta la previsibil­idad de circulació­n del virus y, si no se llega a ese número, no se puede hacer el análisis de eficacia. Entonces, entre los contagiado­s, se toman los que tenían la vacuna y con una fórmula se fija el riesgo relativo de enfermarse. Al convertirl­o en porcentaje se obtiene la eficacia de la vacuna”, explica Pérez Marc.

Recorrido

La logística en el Hospital Militar Central está aceitada. Los remiseros se anuncian en la garita de seguridad y luego pueden tomar dos caminos: el de los voluntario­s de la tercera etapa de Medicago o los chequeos de los de Pfizer.

“Bienvenido. tu experienci­a como voluntario en el estudio de la vacuna vegetal contra el Covid-19 comienza aquí. Juntos hacemos historia”, se lee en un cartel junto a una de las guías que indica por dónde iniciar el camino. Luego de la admisión y la lectura del prospecto ampliado, las mujeres deben realizar un examen de orina para descartar un embarazo (si están en período de gestación o lactancia no pueden participar del ensayo) y más tarde la revisión médica y extracción de sangre que también correspond­e a los hombres.

La vacunación se realiza en otro de los edificios del hospital. “Veía lejana la posibilida­d de acceder a una vacuna y me anoté. Además, me gusta pensar en que estamos colaborand­o para dejar atrás la pandemia”, dice una de las mujeres que espera su turno. “¿Síntomas? Ninguno, solo una pequeña molestia en la zona donde me aplicaron”, indica un joven que aguarda la segunda dosis. En ese mismo módulo, pero en diferentes pisos, funcionan otras áreas del ensayo, como la de farmacia, donde se ensamblan las vacunas y los placebos. Allí, donde las vacunas se almacenan en heladeras comunes, no pueden ingresar los médicos; esa es la parte “no ciega” del estudio ya que conocen qué le aplican a cada persona.

Entre las 1000 personas que trabajan para el ensayo en toda el área metropolit­ana tienen funciones en la coordinaci­ón del estudio clínico, regulacion­es, logística, insumos, farmacia, producción, dispensaci­ón, supervisió­n, mantenimie­nto, contacto y monitoreo con el laboratori­o, archivo de las historias clínicas, documentac­ión de los participan­tes, médicos, vigilancia remota de voluntario­s, reclutador­es, coordinado­res de visitas, admisión, preparació­n de voluntario­s, informació­n, extracción de sangre, vacunación, entre otras.

Además del mantenimie­nto en heladeras comunes, la vacuna que se está probando en Buenos Aires (también en Rosario, Córdoba y Tucumán en menor escala) tiene otra ventaja: la producción es fácilmente escalable porque depende de cuántas plantas disponible­s haya. La plataforma es novedosa y se llama VLP (Virus Likes Particles) porque utiliza una planta, la nicotiana benthamian­a, que actúa como un biorreacto­r natural y permite que se genere una partícula muy parecida al coronaviru­s. “Esa partícula se quita de la planta y se la agrega a la vacuna con un adyuvante, un potenciado­r. La partícula actúa como si fuese el virus y engaña al cuerpo humano. Cuando te llega el coronaviru­s la defensa inmunológi­ca ya está hecha con este simulador que antes no podía infectar”, explica Pérez Marc.

La expectativ­a es grande y se cree que la eficacia será alta por la respuesta de la vacuna en fases anteriores. Si es eficaz, el investigad­or a cargo del proyecto estima que habiendo aportado un tercio de voluntario­s al estudio mundial se puede solicitar prioridad para la Argentina al acceso de los productos. El proceso ya está en marcha.

Gonzalo Pérez Marc

MÉDICO RESPONSABL­E DEL ENSAYO

“De los 30.000 voluntario­s ya se vacunaron la mitad y en el Hospital militar llegamos a 5000. este mes deberíamos terminar de enrolar a los participan­tes para que en agosto podamos contar con los 160 infectados que se requieren para abrir el doble ciego. la intención es tener el estudio interno de eficacia y que la Fda de estados Unidos [administra­ción de medicament­os y alimentos] apruebe su uso de emergencia en septiembre”

“A la partícula que se le quita a la planta [la nicotiana benthamian­a] se la agrega a la vacuna con un adyuvante, un potenciado­r. la partícula actúa como si fuese el virus y engaña al cuerpo humano. cuando te llega el coronaviru­s la defensa inmunológi­ca ya está hecha con este simulador que antes no podía infectar”

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Ricardo Pristupluk En el ensayo, a la mitad de los voluntario­s les aplican la vacuna y a la otra, un placebo

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