LA NACION

Boca empató con Unión en el inicio de la Liga

Con un equipo alternativ­o, empezó ganando en Santa Fe con un gol de Agustín Obando, pero no pudo aguantarlo y terminó 1-1.

- Ariel Ruya

Juan Román Riquelme hace un curso de dirigencia en vivo y directo y Edwin Cardona juega a las escondidas. Boca los necesita lúcidos, convencido­s, firmes. El equipo, en realidad, los precisa: Boca juega sin un número 10. No se trata de un mensaje de romanticis­mo a los viejos enganches, a los enlaces que supieron agigantar las luces de nuestro medio. Sin un 10 –del estilo de Román, del colombiano o de algún actor de reparto–, al conjunto xeneize le cuesta manejar la pelota, tener el control del espectácul­o. Con titulares o con suplentes, Boca es una formación sin un líder futbolero, ese hombre que frota la lámpara, mientras el resto corre, mete, va y vuelve.

El concepto va más allá de la supuesta decisión de archivar la número 10, la que maravilló vestida de Riquelme, por las desventura­s, las idas y vueltas de Cardona que, más allá del cuidado de su físico y de sus deslices más allá del campo de juego, es un jugador imprescind­ible. Tal vez, no se haya dado cuenta de su real dimensión. Riquelme, con la palmada –como cuando saludó a Tevez en la puerta del adiós–, podría decírselo. Juzgarlo, primero, por no volver a tiempo. Y luego, inmediatam­ente, convencerl­o. Algo así como un heredero.

Se notó con Atlético Mineiro, más allá de que debió haber ganado, con o sin VAR, en el primer encuentro copero. Se notará este martes, en el desquite, si por protocolo o decisión aleccionad­ora, Boca sigue jugando en puntas de pie, sin Cardona o un intérprete de sus caracterís­ticas. En realidad, no tiene uno igual. Un 10.

De mayor a menor

Alguien que piense, que frene el balón. Que entienda el juego. Que, si decide dejar de atacar, saber exactament­e qué hacer. No acabar acorralado por un Unión entusiasta, que se lo lleva puesto… con lo puesto. Aún con suplentes y juveniles, a Boca no puede escapársel­e el triunfo a nueve minutos del cierre. Sin embargo, así fue. Boca empató 1 a 1 con Unión, en Santa Fe, en la apertura del nuevo campeonato de primera división. El equipo xeneize empezó muy bien y terminó (muy) mal. Era un conjunto agresivo, audaz y, en el final, terminó acorralado. Miguel Russo, es verdad, dispuso de un equipo con mayoría de jugadores suplentes.

Entre ellos, Valentín Barco, de 16 años, que tuvo una destacada actuación. Boca no supo manejar el partido, más allá de la juventud de varios de sus hombres y Unión consiguió una justa igualdad. A todo ritmo empezó Boca. Profundo, incisivo, sin darse cuenta de que los mejores intérprete­s no eran parte de este desafío. Con Javi García en el arco, con el regreso de hombres que en otro tiempo tuvieron mayor rodaje, como lisandro lópez, Zambrano y Campuzano y hasta la presentaci­ón de orsini como clásico número 9 de área, el equipo xeneize sorprendió a Unión.

Y convirtió antes del cuarto de hora: una habilitaci­ón precisa de Campuzano encontró por la banda izquierda a obando. El zurdazo fue inatajable. Unión estaba confundido, Boca se soltó más con espacios y ambición. Era un Boca original en tiempos de Russo: audaz, libre, casi todo el tiempo, al ataque.

De a poco, Unión escapó de su letargo. Avanzó con más decisión y encontró algunos desacoples en el sistema defensivo xeneize. Es que Boca se preparó, al menos durante la primera parte del espectácul­o, para atacar, para ser protagonis­ta. Al perder la pelota, Unión descubrió espacios, pero le faltó fortaleza en los metros finales. Cambió la postura, le faltó explosión.

la segunda parte tuvo más adrenalina. No se notó que ambos equipos atraviesan la primera parte de la competenci­a, luego de una dura pretempora­da. Unión se animó cada vez más y convirtió a García en figura. Boca se retrasó varios metros y se lanzó en busca del contraataq­ue. No se dieron tregua.

En los minutos finales, Boca se sostuvo en las manos de su experiment­ado arquero y los ingresos de algunos supuestos titulares, como Weigandt, Pavón y Rolón. Se retrasó demasiado, pareció otro equipo a aquel del comienzo, extrañamen­te valiente, audaz. El equipo local buscó, insistió, con una propuesta noble, siempre con el balón por abajo, con sentido colectivo. No tuvo prepotenci­a en los metros finales, acaso, le faltó esa cuota de malicia, imprescind­ible cuando del otro lado de la frontera se para un gigante.

Hasta que un centro de Machuca encontró a Márquez en las alturas. El cabezazo fue letal. Y era lógico: Unión lo había acorralado, aún con sus intermiten­cias. Boca no se recompuso ni con el ingreso de Pavón. Se fue apagando, como si fuera una vela de bajo costo. Porque no tiene un 10 o un capataz con voz de mando, que pare la pelota y tome el control.

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 ?? Carolina niklison ?? Entre Jorman Campuzano y Agustín Obando, autor del gol xeneize, recuperan la pelota ante el esfuerzo de Juan Portillo
Carolina niklison Entre Jorman Campuzano y Agustín Obando, autor del gol xeneize, recuperan la pelota ante el esfuerzo de Juan Portillo

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