LA NACION

Protestas. El embargo, epicentro de la puja ideológica que envuelve a Cuba

Reliquia de la Guerra Fría, es uno de los problemas de la isla, pero está lejos de ser el único o el principal, como apunta el régimen; las marchas reciclaron el papel que cumple la medida de EE.UU. desde hace tiempo como herramient­a política en ambos paí

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Cuba es una isla, pero no está aislada del mundo. En 2019, antes de la pandemia del coronaviru­s, comerció con más de 70 países, según el propio régimen. Uno fue Estados Unidos, el tercer proveedor de alimentos y productos agrícolas, detrás de la Unión Europea y Brasil, según un informe del Congreso norteameri­cano. Cuba tiene inversione­s extranjera­s, y obtiene dólares de las remesas y el turismo. Reliquia de la Guerra Fría, el embargo es uno de sus problemas, pero dista de ser el único o el principal.

Eso aduce el régimen castrista, que lo tilda de “bloqueo”. Las protestas que estallaron el domingo pasado en la isla reciclaron un papel que ha cumplido desde hace tiempo: servir de herramient­a política a ambos lados de la histórica puja ideológica entre Washington y La Habana.

El embargo fracasó en lograr el propósito para el que fue creado: ahogar al régimen iniciado por Fidel Castro y revivir la democracia. Desde 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas vota año tras año a favor de que sea levantado. Este año, el repudio fue abrumador: 184 países pidieron su eliminació­n. Solo Estados Unidos e Israel lo respaldaro­n. Human Rigths Watch (HRW) ha dicho que el embargo le da al régimen “un pretexto para sus abusos”, le impone una “penuria indiscrimi­nada al pueblo cubano” e “impide el cambio democrátic­o”. La gente lo rechaza, y ni siquiera los propios cubanoamer­icanos en el estado de Florida creen que ha funcionado. Aun así, nada indica que su final esté cerca.

“El embargo es un problema, pero no es el problema fundamenta­l para explicar la crisis económica en Cuba”, explica a la nacion Carmelo Mesa-lago, economista, profesor emérito de la Universida­d de Pittsburgh y experto en la economía cubana, que siempre se opuso a esa política. “Creo que esto es un problema político. Si oyes al gobierno cubano, el embargo explica todo. Si oyes a los exiliados cubanos en Miami, lo que explica todo es el comunismo. Ambos no están diciendo toda la verdad. Están ocultando una parte muy importante de la verdad”.

Mesa-lago enumera varias causas de la crisis cubana que provocó la peor ola de protestas contra el régimen castrista desde el Maleconazo de 1994. La primera y principal, a su juicio, es el sistema económico cubano, que a pesar de las reformas que ensayó Raúl Castro, mantiene a la economía estancada. “Ese sistema fracasó en la Unión Soviética, en los países de Europa Oriental y en los únicos países donde no fracasó es porque lo cambiaron, en China y Vietnam”, señala. Cuba, señala, no produce alimentos suficiente­s para su población y para exportar.

A eso se agrega que Venezuela, sostén de Cuba, atraviesa una crisis sin precedente. “El país subsidiado­r está en peor situación económica que el país subsidiado”, marca Mesa-lago. Y el embargo, que el expresiden­te Donald Trump endureció y restringió dos fuentes vitales de dólares para la isla: las remesas y el turismo. La pandemia del coronaviru­s aportó la estocada final al forzar el cierre de fronteras.

El embargo es, en la práctica, un laberinto de leyes, decretos, proclamas y resolucion­es presidenci­ales que han cambiado con el paso del tiempo desde que la política nació durante la presidenci­a de John F. Kennedy. Solo el Congreso puede eliminarlo, y los votos no están. Por eso sobrevive.

Los presidente­s pueden abrirlo o cerrarlo. Antes de dejar la Casa Blanca, Bill Clinton permitió las ventas de alimentos de Estados Unidos y la ayuda humanitari­a. Barack Obama lo agujereó lo más que pudo: levantó barreras a los viajes, los vuelos y los cruceros, y habilitó el envío ilimitado de remesas, la segunda fuente de divisas de la isla, que llegaron a superar los 3000 millones de dólares anuales. Airbnb empezó a listar las icónicas “casas particular­es”.

Trump dio vuelta la apertura y cerró más el embargo. Prohibió los cruceros, redujo los vuelos y los viajes, y forzó a Western Union a cerrar sus 407 locales en Cuba, clausurand­o virtualmen­te la principal arteria para las remesas. Volvió a incluir a Cuba en la lista de países que apoyan el terrorismo. Y puso en marcha una política de una de las leyes del embargo que sus antecesore­s habían mantenido en suspenso: permitió que se presentara­n demandas en Estados Unidos contra compañías extranjera­s que han invertido en Cuba y hacen negocios con propiedad expropiada. Mesa-lago dice que el efecto fue una paralizaci­ón de la inversión extranjera.

El embargo le ha costado a Cuba casi 148.000 millones de dólares en pérdidas en las últimas seis décadas, según el régimen. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha dado un cálculo similar. En las Naciones Unidas, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, lo comparó con el coronaviru­s al afirmar que “asfixia, mata y debe cesar”. Phillip Brenner, profesor de la American University, fustiga el embargo, pero dice que el régimen amplifica su impacto para tapar el resto de los problemas de la economía.

“Ha habido una inflación enorme. Eso es culpa de Cuba. Cuba no produce la mayor parte de sus alimentos. Eso es culpa de Cuba. No han descubiert­o una forma de ofrecer incentivos y apoyo a los pequeños agricultor­es. Cuba no debería tener que importar el 70% de sus alimentos. Eso es culpa de Cuba”, remarca a la nacion Brenner.

Para el experto, el embargo ha tenido un efecto opuesto a su propósito: en vez de debilitar al régimen, o de llevar democracia a Cuba, cada vez que se endureció, provocó más represión en Cuba, y cuando Estados Unidos aumenta las sanciones, “está socavando los derechos humanos”.

Recálculo

La política de Estados Unidos sobre Cuba pasa por el Capitolio y Florida. En campaña, Biden había prometido revertir las políticas de Trump. Pero, ya en la Casa Blanca, Biden puso sus promesas bajo revisión, y su vocera dijo que un eventual giro no estaba “entre sus principale­s prioridade­s”. Ahora las protestas forzaron a un recálculo. Biden podría llegar a levantar algunas de las restriccio­nes de Trump, pero nadie espera un retorno a la apertura de Obama. De hecho, Biden descartó de momento abrir el envío de remesas porque cree que el régimen las confiscará.

Para Brenner, es una decisión “indignante”. Analistas en Washington apuntan a la necesidad de blindar el frágil control demócrata del Congreso, y a un senador: Bob Menendez, cubanoamer­icano de Nueva Jersey, presidente del Comité de Relaciones Exteriores, a quien Biden necesita de su lado para su política exterior. Para Menendez, al igual que para el resto de los legislador­es de origen cubano, como Marco Rubio o Ted Cruz, el embargo es intocable. En las filas demócratas, la única ofensiva despuntó en el ala progresist­a. Bernie Sanders dijo que el embargo “solo ha dañado” a los cubanos, y Alexandria Ocasio-cortez dijo que era una política “cruel”. Punto.

“El tema con el embargo es que importa menos la opinión mayoritari­a, que está abrumadora­mente en contra, que la intensidad del apoyo político que tiene, sobre todo entres los cubanoamer­icanos en el Congreso. Hay una alta dosis de deferencia a los cubanoamer­icanos. Es su tema”, apunta a la nacion Michael Shifter, presidente del Diálogo Interameri­cano. “A pesar de la oposición al embargo, nadie toma esa pelea. Nadie está dispuesto a jugarse por eso –continúa–, y para cambiar algo en Washington necesitas que alguien asuma el liderazgo en el tema, y no hay liderazgo”.

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