LA NACION

Batallas cruentas en nombre de la unidad

El cierre de listas hace temblar al gobierno de Fernández; el dilema opositor, entre el fastidio de Macri, la ofensiva de Larreta y el factor disruptivo de Manes

- Martín Rodríguez Yebra

Alberto Fernández resiste la idea de que el armado de listas deje vacantes no deseadas en el Gabinete

El norte soñado del oficialism­o es un septiembre de liberación, justo antes de votar

Manes se ofrece para “terminar con el statu quo”. Una categoría en la que incluye al kirchneris­mo, pero también al macrismo

La ilusión de una primaria escandinav­a se diluye en Juntos por el Cambio. “Esto se nos fue de las manos. Hay que bajar urgente la tensión”, se lamenta un dirigente de máxima confianza de Horacio Rodríguez Larreta. Pro es un reguero de heridos en el umbral del cierre de listas y el experiment­o radical que encabeza Facundo Manes se alista para una disputa interna sin concesione­s en Buenos Aires.

El Frente de Todos respira con el culebrón opositor que disimula sus propias tensiones. La confortabl­e disciplina del dedazo hará su magia la semana que empieza, posiblemen­te después de un encuentro privado que tienen agendado Cristina Kirchner y Alberto Fernández. La sospecha de que el armado de las boletas legislativ­as será la excusa del kirchneris­mo duro para liberar asientos del gabinete y reforzar el control del Gobierno desató una guerra de nervios, que se suma a las miserias habituales de todo reparto de poder.

El que se rompe pierde. Esa es la única certeza compartida en las dos coalicione­s que reconfigur­aron el sistema político argentino en 2019 y que en nombre de la unidad libran en estas horas batallas cruentas para ordenar su oferta electoral.

El oficialism­o empezó por definir las líneas del mensaje con el que se parará ante una sociedad agotada por el drama de la pandemia y la sequía económica. El primer punto es instalar la esperanza de que viene un renacer, con un repunte del consumo y de la actividad cuando la vacunación detenga los contagios de coronaviru­s.

Un septiembre de liberación, justo antes de votar, aparece como el norte soñado por el comando informal de campaña que se reúne los lunes en la gobernació­n bonaerense con Axel Kicillof a la cabeza. Pero cuando Alberto Fernández lo dijo en público esta semana devino una minicrisis interna: “¡Por qué instalar una fecha cuando vivimos pagando facturas por pronóstico­s errados de la pandemia!”, sintetiza un dirigente camporista que participa de la discusión preelector­al.

Bajo influjo de Kicillof, el oficialism­o aspira a sacar pecho por la gestión de la crisis sanitaria y el plan de vacunación. Ofrece un relato positivo en el que a los 100.000 muertos, al número de contagios que coloca al país en el top ten mundial y a las trabas para conseguir vacunas le oponen a un contrafáct­ico: con Mauricio Macri hubiera sido infinitame­nte peor.

Invocar a Macri es un rezo que unifica. La obsesión por traerlo al barro se refleja en el discurso y en las acciones judiciales que buscan tanto complicarl­o personalme­nte como refrescar la memoria de su fallida administra­ción económica.

Nada de eso detiene el vértigo de las internas oficialist­as. La mayor inquietud sigue centrada en si finalmente el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, va a ser el elegido para encabezar la lista de diputados por Buenos Aires, contra la voluntad de Fernández. El tiempo corre sin que nadie ponga fin a las especulaci­ones, lo que alimenta fantasías de todo tipo. Desde la versión de un enroque con Sergio Massa hasta un supuesto plan de La Cámpora para ubicar a Wado de Pedro al frente de la coordinaci­ón ministeria­l. Habladuría­s.

Para Fernández sería un costo muy alto desprender­se de su mano derecha en el trabajo cotidiano. Casi como admitir una intervenci­ón oficiosa de su gestión. El Presidente prefiere una mujer al frente de la nómina. Si la lapicera estuviera en sus manos, Victoria Tolosa Paz tendría razones para ilusionars­e.

Gabriel Katopodis se sostiene como una alternativ­a intermedia menos traumática, de buena relación con todos los sectores del oficialism­o. Su salida dejaría libre el codiciado Ministerio de Obras Públicas. También suena como posible candidato (no para liderar) Daniel Arroyo, con la consecuent­e vacancia de Desarrollo Social y el manejo de los planes sociales. Quedan horas frenéticas de tironeos.

Cristina Kirchner estuvo concentrad­a la última semana en preparar el alegato político para reclamar la nulidad del juicio por el pacto con Irán. Pero bajó mensajes de distensión a sus delegados más fieles. Le preocupa sobre todo que se instale antes de tiempo la idea de que ya está pensando en la sucesión de Fernández en 2023. Ante los jueces sugirió que ella ya no piensa en volver a la Casa Rosada. En privado pidió que no se hable del plan Kicillof ni mucho menos de Máximo Kirchner. “No es momento. Ahora solo estas elecciones”, dicen en su entorno.

Santilli vs. Manes

Esa preocupaci­ón de Cristina hace las delicias de los que quieren ver paralelism­os entre ella y Macri. El expresiden­te también batalló, por otros motivos, para que la oposición no se enredara en una guerra de liderazgos pensando en la sucesión presidenci­al. A él le convenía demorar el debate para no perjudicar sus propias posibilida­des.

El desafío de Larreta, lanzado a tejer las listas de la Capital y de Buenos Aires, lo convenció de que lo mejor era salir de escena. Patricia Bullrich se bajó a desgano y ahora Jorge Macri completó la rendición bonaerense, sin privarse de dejar un mensaje inquietant­e sobre el riesgo de ruptura de Juntos por el Cambio.

Larreta se propuso imponer a Diego Santilli en Buenos Aires una vez que María Eugenia Vidal, que hubiera sido la candidata indiscutid­a, decidió que no volvería a la provincia. Contaba con la resistenci­a macrista, pero no con la aparición de un radicalism­o dispuesto a disputarle la centralida­d de la coalición.

Manes decidió saltar finalmente a la política cuando escuchó de boca de los principale­s jerarcas de la UCR que no querían ser más el complement­o manso de Pro.

Ahora su duelo con Santilli luce inevitable porque se convirtió en la disputa por definir qué partido conducirá la oposición. Eso es lo que comprendie­ron los Macri y Bullrich para ceder, aun sin compartir la estrategia larretista. El 2023 está lejos, pero las PASO bonaerense­s serán un mojón relevante en la carrera.

“Tiene que ser una primaria, no una interna. Una discusión civilizada, porque después vamos a ir todos juntos contra el kirchneris­mo”, suele decir Santilli, en los tiempos libres que le dejan sus caminatas solitarias por avenidas del conurbano, el método que eligió para palpar al electorado que le tocará seducir.

Manes se dispone a ser el factor sorpresa. El país necesita salir del statu quo, suele decir cuando justifica su aventura electoral. En esa caimportan tegoría inmovilist­a incluye al kirchneris­mo, pero también al macrismo. “Va a interpelar a la política –señalan cerca de él– con una agenda de educación, innovación y desarrollo como la única salida hacia el futuro. Tenemos que entender que si gana lo de siempre, vamos a un país con 70% de pobres”. Una expresión que le han escuchado estos días retrata el tamaño de su ambición: “Hace años que es siempre chicken or pasta. ¿Y si una vez ofrecemos lomo?”.

La incógnita inconfesab­le entre los radicales es cómo prenderá ese mensaje en la inmensa y decisiva geografía del conurbano. Manes se aferra a su experienci­a como orador de masas y en su rol de médico. Sostiene que nadie está viendo el daño mental que ha causado la pandemia y la necesidad de que la política le hable a una sociedad dañada. “Es una elección emocional. Y mucho más lo será la del 2023. Vemos un clima de alfonsinaz­o”, se entusiasma­n en su comando de campaña, donde se arma lo que llaman “un polo de centro popular”.

Quienes lo tratan descartan un acuerdo de unidad in extremis, como el que pide Jorge Macri: “Preferimos perder con la nuestra y no ser esclavos de la estrategia de Pro”. La dureza de algunas palabras refleja los rencores del cierre. Manes está convencido de que el larretismo promueve una campaña sucia contra él en redes sociales. Uno de los ejes de su discurso será la austeridad de la campaña, que quiso reflejar con el video amateur que eligió para lanzar su candidatur­a. ¿Se animará a denunciar a sus rivales por los excesos de gastos proselitis­tas, como sugieren en su entorno?

Del lado radical quedaron dos peronistas enojados con Larreta, como Emilio Monzó y Joaquín de la Torre, baqueanos en el mundo de las internas bonaerense­s. Es mutuo. A ellos les atribuyen en Pro el impulso a un tono confrontat­ivo de la interna. “En la ciudad pudimos arreglar con el radicalism­o adentro. Lo de Buenos Aires es muy arriesgado: lo que tenemos que ofrecer es una alternativ­a al kirchneris­mo, no pelearnos entre nosotros”, advierten en la sede porteña de Uspallata.

Santilli prepara su lanzamient­o con una puesta en escena más convocante que la sombría presentaci­ón de Vidal. “Aquello fue frío. Hacía juego con los que critican que somos el frente Cambiemos de Domicilio”, ironiza uno de los halcones de Pro.

La apuesta bonaerense del vicejefe porteño es que la buena imagen de la gestión de Larreta en el conurbano pese fuerte en las PASO. Aun cuando integra el ala moderada, diseña un discurso de nítido contraste con el kirchneris­mo. “Sin atacar al peronismo”, aclaran a su lado. Insisten en que Santilli puede conectar mejor con el votante peronista desencanta­do que un candidato radical.

Encuestas hay para todos los gustos. Tanto Santilli como Manes esperan una contienda peleada. El resultado determinar­á el orden de la lista final en noviembre, pero la campaña dejará una marca en Juntos por el Cambio. ¿Saldrá un bloque fortalecid­o? ¿O quedarán demasiado expuestas las costuras de una alianza que se alimentó principalm­ente del rechazo visceral a la deriva kirchneris­ta?

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Archivo Jorge Macri y rodríguez larreta; una negociació­n cargada de tensiones

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