LA NACION

Atando todo con alambre hasta noviembre

- Marcos Buscaglia*

Con un débil andamiaje y más controles, el Gobierno busca llegar a las elecciones sin devaluació­n oficial, dice Buscaglia.

Mientras el país entero se preparaba, un sábado de fin de semana largo, para ver a la selección nacional de fútbol en la final de la Copa América, el Gobierno lanzó una serie de medidas para poner más controles sobre el mercado cambiario. Las disposicio­nes,enresumen,apuntan a entorpecer el acceso al mercado llamado Contado con Liqui.

En ese mercado no oficial, pero legal, se compran o se venden dólares en forma indirecta. Para comprarlos, el cliente usa pesos en el mercado local para adquirir un bono emitido por el Gobierno argentino, denominado en dólares, o la acción de una empresa, y luego los vende contra dólares depositado­s en una cuenta en el exterior. El resultado de la división de la cantidad de pesos que pone por la cantidad de dólares que recibe es el tipo de cambio llamado Contado con Liqui (CCL). Las medidas implementa­das el fin de semana pasado por el Banco Central (BCRA) y la Comisión Nacional de Valores (CNV) embarraron la operatoria más común, la realizada con bonos.

La idea de que el Gobierno dispondría más restriccio­nes sobre el mercado cambiario antes de las elecciones no resulta sorpresiva. De hecho, la comenté en mi última columna en la nacion. Lo sorprenden­te fue el timing. No solo por lo anticlimát­ico de haberlo hecho en ese sábado tan especial para el país, sino más que nada porque pareció muy apresurada. Se esperaba, pero no mientras el Banco Central se encontraba todavía en una situación cómoda, comprando reservas en el mercado oficial de cambios.

Dadoquehay­unaasimetr­íaentre la informació­n que tiene el mercado y la que tiene el Gobierno sobre la cantidad de reservas con las que realmente cuenta este último, en comparació­n con las que necesita hasta las elecciones, la medida dio naturalmen­te lugar a sospechas. O se trató de un error, para nada descartabl­e, o el equipo económico sabe algo que nosotros no sabemos. La situación debe ser más desesperan­te de lo que sospechába­mos. El dicho popular lo dice: a confesión de parte, relevo de prueba.

De hecho, ya había algunas señales que la situación del Gobierno no era cómoda. Para mantener a raya la brecha entre el dólar oficial y el Contado con Liqui, el Banco Central comenzó a intervenir desde octubre del 2020 en este último mercado. Intervenir significa hacer la operación contraria a la que hace un individuo o una empresa cuando compra dólares en ese mercado. Es decir, el BCRA vende bonos en su cartera, recibiendo pesos, y luego recompra estos bonos usando dólares de las reservas, a fin de mantener más o menos la misma cantidad de bonos que tenía al inicio de la operación (aunque habrían vendido bonos en términos netos, en los últimos meses).

De octubre de 2020 a mayo de 2021, el Banco Central habría utilizado US$938 millones de las reservas internacio­nales con este fin. Pero la presión cambiaria se había intensific­ado desde mediados de junio, y esto comenzó a poner en jaque a las reservas. Según una nota de Mariano Gorodisch publicada en El Cronista, en los primeros seis días de julio, el BCRA habría sacrificad­o US$100 millones para contener el CCL. Y eso que el 30 de junio la CNV había tenido una reunión con operadores, en la cual les habría sugerido que “aflojen”

“Mientras el país se preparaba, un sábado a la noche, para ver la final de la Copa América, el Gobierno dispuso más controles cambiarios”

“La medida era esperada, pero no para un momento en que el Banco Central estaba todavía en una posición cómoda, comprando reservas”

con las operacione­s en el CCL.

La reacción del mercado a las medidas del sábado 10 de julio estuvo acorde con quien descubre que la situación de reservas es más desesperan­te de lo que pensaba. El peso se depreció fuertement­e en el Contado con Liqui y en el mercado negro, llamado eufemístic­amente el mercado blue. O, mejor dicho, debería decir en uno de los Contado con Liqui. Porque a partir de las medidas, habrá dos. Uno es el que opera con bonos del Gobierno en transaccio­nes públicas, y otro, el que opera con bonos entre privados o con acciones. Una suerte de CCL oficial y otro blue. Cosas que pasan solo en la Argentina kirchneris­ta.

La madre de todos los problemas es el exceso de pesos que se genera por el financiami­ento monetario del déficit fiscal, y la falta de dólares por la ausencia de credibilid­ad del Gobierno. Entre enero y el 24 de junio, el Central financió al Gobierno en $240.000 millones, un 20% de lo que emitió en igual período de 2020. Desde entonces, emitió $170.000 millones con ese propósito.

A medida que el gasto público se acelera antes de las elecciones, también toma impulso la emisión monetaria. Una parte de esos pesos son sacados de la economía (es la llamada “esteriliza­ción”), a lo que me referiré en breve, pero otros quedan en el sistema. Así, el crecimient­o de la base monetaria, que se desaceleró fuertement­e hasta mayo, ya comenzó a tomar impulso.

Al mismo tiempo, no sobra ningún dólar. Primero, porque nadie quiere traer ninguno. Segundo, porque cuanto mayor es la brecha cambiaria, más se desestimul­an las exportacio­nes y más se estimulan las importacio­nes. Cualquier persona sin el más mínimo conocimien­to de economía está al tanto que, cuanto más alta la brecha, más conviene comprar bienes importados o con componente­s importados, dado que se venden a precios compatible­s con el tipo de cambio oficial. Por eso hay escasez de autos y de varios bienes durables, a pesar de que las importacio­nes están volando: subieron

42% en los primeros cinco meses del año. Esto, que parece tan natural, parece desconocid­o para el equipo económico.

Otro problema que enfrenta el Gobierno en los próximos meses es el pago de deuda en moneda extranjera. Entre intereses y amortizaci­ones hay vencimient­os por

US$6700 millones en el segundo semestre, incluidos los pagos al FMI. Descontand­o los US$4300 millones que recibiremo­s de los Derechos Especiales de Giro del FMI, quedan pagos netos por US$2400 millones. Esto se compara con los

US$3050 millones que acumuló el BCRA en el primer semestre. Pero no tiene en cuenta que las exportacio­nes agrícolas caerán en los meses que siguen, al tiempo que crecerán las importacio­nes de energía en los meses de frio.

Mucho frio, pero estamos en el horno cambiario. Un horno autoimpues­to por el Gobierno. La mala negociació­n de la deuda, la falta de avances con el FMI y los errores de política económica nos pusieron en esta situación, en la que hay que contar los dólares como si fuésemos un almacén en el siglo XIX.

Este andamiaje atado con alambres con el que el Gobierno pretende llegar a las elecciones sin una devaluació­n del peso en el mercado oficial, tiene otro componente aún más preocupant­e: el de los bancos. Para sacar pesos de la cancha, el BCRA coloca Leliq en los bancos, que le dan pesos a cambio. Las Leliq pasaron de 1,1 billones de pesos el 10 de diciembre de 2019 (63% de la base monetaria) a 3,7 billones de pesos a mediados de julio (casi

140% de la base monetaria).

Los bancos están atragantad­os de Leliq, desplazand­o al crédito al sector privado. Hoy los préstamos bancarios en pesos al sector privado son de 3,1 billones menos que las Leliq, mientras que eran un 63% más elevados que las Leliq el 10 de diciembre de 2019. Esta destrucció­n de la naturaleza de los bancos tuvo otra vuelta de tuerca a fin de mayo, cuando el Central les permitió reemplazar Leliq por bonos del Gobierno para el cómputo de parte de los encajes sobre los depósitos. Desde entonces, habrían sumado miles de millones de pesos de bonos a su cartera. La revolución productiva deberá esperar. Por ahora, las entidades están ocupadas financiand­o al Banco Central y al Gobierno. El costo de los intereses de las Leliq, que podría superar los 1,2 billones de pesos en 2021, se paga en parte con lo que el Gobierno está ahorrando en jubilacion­es.

Así, en vez de solucionar los problemas, se los ata con alambres como para llegar a las elecciones sin que exploten. Intentan esconderlo­s, no eliminarlo­s, aunque como en muchos otros casos la impericia quizás les juegue una mala pasada. La introducci­ón de más controles cambiarios solo va a retrasar un poco la pérdida de reservas internacio­nales, pero no mucho.

Mientras tanto, la expectativ­a de aumento de emisión monetaria en los próximos meses y de devaluació­n después de las elecciones seguirán alimentand­o la demanda de dólares. Solo que esta ahora se canalizará por otros mecanismos. Ya no hay que mirar tanto al Contado con Liqui oficial, sino al CCL blue, y al blue, dado que habrá más operacione­s en estos mercados. Como son más ilíquidos (tienen menos transaccio­nes diarias), tienen más volatilida­d que la que tenía el CCL oficial. Veremos más movimiento­s bruscos de un día para otro. Justo lo contrario a lo que buscaba el Gobierno. Buscaban tapar un problema, pero lo que probableme­nte logren sean muchas más tapas de diarios y comentario­s en las redes sobre el dólar. Como todo lo que se ata con alambres, la solución puede ser más efímera de lo planeado.

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