LA NACION

“Sin exportar no se puede importar y, así, no se puede crecer”

- POR Esteban Lafuente | foto Hernán Zenteno

Es licenciado en Economía por la Universida­d de Buenos Aires (UBA) y PHD en Economía por la Universida­d de Harvard; ejerció cargos en el Ministerio de Economía, siempre vinculados con temas de inserción internacio­nal y comercio exterior; es docente universita­rio y se desempeña como investigad­or del Conicet en el IIEP-UBA

“Las exportacio­nes argentinas están estancadas hace 10 años, más allá de las variacione­s en los precios que les dieron volatilida­d. Y lo están, básicament­e, por falta de orientació­n exportador­a en la política”, dice el economista Juan Carlos Hallak, especialis­ta en comercio e inserción internacio­nal, quien plantea que incrementa­r las ventas de la Argentina al mundo es algo imprescind­ible para sostener un crecimient­o económico en el mediano plazo.

Los números oficiales de las ventas de la Argentina al exterior muestran un declive en la última década. Tras el pico de 2011 (US$82.980 millones), no se superan los US$70.000 millones desde 2014, en una dinámica que es consecuenc­ia y causa de la recesión y de la inestabili­dad económica y cambiaria.

Según el economista e investigad­or del Conicet, el país tiene oportunida­des para exportar valor agregado en múltiples sectores, pero para eso se requiere un trabajo dentro de las firmas y un impulso dado por el sector público, con medidas que abarcan aspectos como la infraestru­ctura, la financiaci­ón, la simplifica­ción burocrátic­a y la promoción comercial. Hallak también advierte sobre el impacto de la coyuntura: “La estabilida­d macroeconó­mica es una condición necesaria, que no está pudiendo ser garantizad­a. Eso hace muy difícil que la exportació­n crezca como tiene que crecer”, sostiene.

–¿Por qué considera que exportar es clave para la economía?

–Es uno de los temas en los que más acuerdo hay entre economista­s. Cuando crecés, siempre tenés que importar más; se calcula una elasticida­d de entre 3 y 4% por cada punto del PBI. Entonces, si querés crecer, vas a importar más. Podría pensarse teóricamen­te que podés sustituir importacio­nes y crecer más porque hay cosas que las hacés acá, pero ese margen está siendo explotado ahora; es la sustitució­n relativame­nte fácil que podés hacer con restriccio­nes, como en el sector textil, de muebles o de calzado, y así tenés más producción local. Se puede hacer en poco tiempo pero tiene corto alcance, y después la situación es más difícil. Ya se vio en los años 60. Se llega rápidament­e al punto donde hay que importar para crecer, y para eso hay que exportar, porque si no, tenés un problema de balanza de pagos. Es una restricció­n muy básica. Salvo que te estén prestando más.

–Pasó en el gobierno anterior...

–Las exportacio­nes crecieron un poquito,perolasimp­ortaciones­mucho más y eso no fue sostenible. Y que te presten sostenidam­ente hoy no parece ser el horizonte de la Argentina. La capacidad de consumo de un país y el nivel de bienestar se determina según su capacidad de exportar. En el mediano y en el largo plazo no hay otra. Y en la Argentina vemos el camino en una dirección, pero por lidiar con la situación de corto plazo nos alejamos de ese rumbo, que impone darle absoluta prioridad a la exportació­n.

–¿A qué se refiere?

–Si se reconoce ese problema y ese camino, vas a pensar 10.000 veces antes de poner una medida como la restricció­n a la exportació­n de carne, por ejemplo. Y no es solo por el impacto en el sector, sino que es también la señal al resto de la economía. Esas son trabas básicas; pasó también con el maíz hace unos meses. Después, hay otras que tienen que ver con que, al restringir o limitar las importacio­nes, perjudicás la exportació­n, que necesita insumos importados. Si tenés dificultad de acceso a esos insumos, se afectan las posibilida­des de exportar. También si hay incertidum­bre en cuanto a la remuneraci­ón que van a tener las exportacio­nes, porque están atadas a un dólar que tienen una volatilida­d importante. Eso afecta tu decisión de apostar a la exportació­n. Y esa es una parte de la historia. Lo que hace falta no es solo no perjudicar­las, sino también un montón de medidas para favorecerl­as, que hoy no hay. Tendrían que estar creciendo un 10% las exportacio­nes todos los años, para que el PBI crezca un 3% anual en el mediano y en el largo plazo. La pregunta que uno se hace es por qué vamos a crecer en el futuro, qué estamos haciendo distinto. Y no veo la respuesta.

–¿Qué incluye en ese planteo?

–Es un conjunto enorme de políticas transversa­les y también sectoriale­s. Desde más acuerdos comerciale­s hasta protocolos fitosanita­rios o más infraestru­ctura para la exportació­n. Uno de los ítems más importante­s es la hidrovía, y hoy tenemos incertidum­bre sobre cómo se va a manejar. Si la exportació­n fuera un tema priorizado, eso se debería resolver de una manera más clara y eficaz para el funcionami­ento de la infraestru­ctura. Después, está todo el tema de la facilitaci­ón del comercio, para ayudar y para que sean más simples todos los trámites, lograr que en la Aduana no se traben las gestiones, todas cuestiones ligadas a la burocracia que se vinieron haciendo y hay que seguir. Ninguna de estas medidas hace disparar la exportació­n por sí sola, pero apoyan el proceso y hay que estar encima. También está el tema del financiami­ento de la exportació­n y toda la parte de la promoción comercial.

–¿Cómo ve el nivel del dólar hoy?

–Ese es un punto a favor. Está alrededor de un 25% más alto que en la etapa precrisis de la era Macri, y más todavía respecto de la última época del gobierno de Cristina. Desde ese punto de vista, la rentabilid­ad en principio ahora es más alta.

–¿Y cómo impacta la brecha? ¿Qué refleja esa situación?

–Refleja la incertidum­bre. El exportador recibe el dólar oficial con alguna retención, que hoy es mejor del que hubo en los últimos años. Pero la incertidum­bre macroeconó­mica, que es muy fuerte, es el gran problema. Cuando no hay seguridad de cuán rentable va a ser un negocio de exportació­n, o hay miedo de que haya restriccio­nes y no permitan acceder a dólares, o pasan estas cosas, eso lleva a la inestabili­dad. Y la imprevisib­ilidad es uno de los grandes temas negativos. El otro gran punto en contra es que esa inestabili­dad lleva a que se vaya el foco del Gobierno en la exportació­n, porque la gestión se va en temas de cortísimo plazo, como el control de precios o la gestión de las divisas. Y eso lleva a una disposició­n a sacrificar, en aras del corto plazo, las posibilida­des de crecimient­o de largo.

–¿Qué tiene que hacer el país para hacer crecer la exportació­n?

–No es solo una cuestión de productivi­dad, más eficiencia o más tecnología. El desafío, por una parte, pasa por ahí, pero también está el tema de que cuando el país sale a exportar, se demandan productos distintos a los que se consumen localmente. En general, el punto número uno es más calidad. Hay exigencias de producto que incluyen regulacion­es técnicas que hacen a la seguridad en el uso de elementos químicos, al diseño de bienes o máquinas en los productos agroindust­riales o los residuos de pesticidas; que hacen a la seguridad del usuario del bien o del operador, si es una máquina. Hay temas de procesos productivo­s, hay requisitos respecto del cuidado del medio ambiente y de los temas laborales, como ocurre con el caso del limón. Muchas veces no es la empresa la que tiene que cumplir o la que tiene en sus manos la posibilida­d de cumplir todo, y necesita de laboratori­os, de certificac­iones. Tiene que estar el Estado mirando cada sector, y haciendo que lo que se necesite esté disponible. Después, hay cuestiones más comerciale­s referidas a cómo salir a venderle al mundo cierto tipo de productos.

–¿Dónde están las ventajas? ¿Dónde se pueden encontrar oportunida­des?

–Hay que competir con calidad y diferencia­ción. Ese es el tema central; no es una cuestión de verlo por sectores, porque las oportunida­des son generaliza­das. Es un tema más

vertical que horizontal. En todos los sectores siempre hay firmas que exportan. Hay márgenes para incrementa­r la competitiv­idad en muchos aspectos, que tienen que ver con la calidad, el diseño y la tecnología. Veo un énfasis quizás desproporc­ionado en apostar a la posibilida­d de nuevos sectores hoy en la gestión, como el litio, el cannabis medicinal, la electromov­ilidad, las energías verdes, o como en el caso de IMPSA y su estatizaci­ón. Son ejemplos de sectores nuevos y de alta tecnología que tienen oportunida­des, marcos regulatori­os nuevos y bienes públicos específico­s. Pero, a la vez, hay un tema general de una industria que es poco competitiv­a internacio­nalmente y a la que le falta trabajar estos temas y sumar su diferencia­ción. En muchos casos, el apoyo del Estado es insuficien­te, y el tema no es solo de las empresas, sino de la organizaci­ón y la acción colectiva empresaria­l, que no tiene la cabeza puesta en mejorar las condicione­s para la exportació­n si todos los días, dada la inestabili­dad macroeconó­mica, pelear por un impuesto o tocar una puerta de un ministerio es algo que mueve más la aguja que trabajar en un proyecto de competitiv­idad de mediano y largo plazo.

–Mencionaba la diferencia­ción como tema clave para la exportació­n, ¿por qué?

–En el sector industrial, la calidad, la diferencia­ción y el agregado de valor son casi condicione­s necesarias para exportar, excepto en las commoditie­s industrial­es. Hoy la Argentina no puede exportar con baja calidad, porque si el mundo compra productos de no tan alta calidad no va a buscar a la Argentina, sino que le compra a China, Vietnam o India. Ese es un problema. Pero las grandes oportunida­des están en miles de sectores. Perú y Chile exportan frutas por US$5000 millones; Uruguay exporta más lácteos que la Argentina, y los lácteos son un agregado de valor. Y en ese punto es clave tener una marca, un diseño original, saber respetar contratos. Ese es un problema que hoy impide exportar más. Una cosa es vender en un mercado bastante protegido como el argentino, y otra es hacerlo en mercados que requieren un esfuerzo mayor. Y se puede exportar valor en frutas frescas procesándo­las, agregando valor al maíz, vendiendo animales vivos, con biotecnolo­gía. No es el desafío identifica­r dos o tres sectores con potencial, que obviamente hay dos o tres con mayor potencial, sino tener una política exportador­a mucho más clara.

–¿Cómo analiza el efecto de la negociació­n de acuerdos comerciale­s y el rol del Mercosur?

–La Argentina tiene un problema y es que no está decidida a tener una orientació­n de integració­n al mundo. Ese es un problema de base. Integrarse tiene beneficios y costos, y hay que hacer una evaluación. La indefinici­ón en la que estamos se traduce en el escenario que vemos, con acuerdos comerciale­s que no avanzan, como fue el caso con la Unión Europea. En cualquier acuerdo tenés que dar y recibir, y cuando tenés que dar, hay que hacerlo con un horizonte determinad­o, donde algunos sectores van a estar más afectados y otros menos, y tiene que haber una decisión de trabajar con esos sectores para ayudarlos a que sean más competitiv­os, en acuerdos que se pueden aplicar con plazos. Sin esa decisión va a estar trabado el Mercosur también. En el parate del bloque hay una fantasía en la gente y en el discurso de profundiza­r el Mercosur para después salir al mundo; eso hoy es imposible, porque dentro del bloque hay fuerzas que la buscan y otras que tienen miedo a la integració­n, por lo que puede implicar.

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