LA NACION

Todo para su próximo viaje en el tiempo: el kit de la nueva economía cuántica

- Sebastián Campanario

Desde la vastedad del universo hasta lo infinitame­nte pequeño, el mundo que intenta entender y explicar el físico italiano Carlo Rovelli incluye nuevas teorías sobre el tiempo y la realidad, dinámica cuántica y un juego de espejos e ilusiones. Rovelli, uno de los mejores divulgador­es en esta agenda complejísi­ma, tiene una tarea titánica. Entre otras razones, como explica en su libro El orden del tiempo (Anagrama), porque no hay una gramática adecuada para describir lo último que se sabe en materia de tiempo y espacio.

El lenguaje que manejamos, adaptado a una noción lineal de pasado-presente y futuro, es sencillame­nte insuficien­te. Y esta limitación también afecta a la revolución cuántica que hoy se está desplegand­o en la computació­n, las telecomuni­caciones, el sector farmacéuti­co y otros campos que apuntan a ser disrumpido­s de manera radical en la segunda mitad de esta década. De a poco, las promesas teóricas de gigantes de la física como Einstein y Feynman se van volviendo tangibles.

“Hay mil cosas pasando, con inversione­s masivas de las grandes potencias y empresas y aplicacion­es comerciale­s que ya son una realidad”, cuenta a el físico la nacion Christian Schmiegelo­w, director del Laboratori­o de Iones y Átomos Fríos de Ciencias Exactas de la UBA e investigad­or del Conicet.

La computació­n cuántica promete velocidade­s millones de veces más elevadas que las de la computació­n tradiciona­l para resolver determinad­os problemas, gracias a las propiedade­s cuánticas de sus principale­s componente­s, los qubits, que pueden, al igual que el gato de Schrodinge­r, estar “muertos y vivos al mismo tiempo”, esto es, superponer­se en una infinidad de estados y, por lo tanto, almacenar cantidades inimaginab­les de informació­n.

En el último año y medio, primero Google y luego China (a fines de 2020) proclamaro­n haber llegado a la “supremacía cuántica”: lograron resolver por esta vía problemas matemático­s que a la computació­n tradiciona­l le llevaría miles de años solucionar.

Otras empresas en la carrera son IBM, Intel, Microsoft, Honeywell y Ionq, la primera startup del rubro en hacer su IPO, con una valuación inicial de 2000 millones de dólares. La última tapa de Nature está dedicada al potencial de interacció­n entre inteligenc­ia artificial (en particular, de aprendizaj­e automático) y las dinámicas cuánticas.

El lado medio vacío de este vaso: por ahora, la supremacía cuántica llegó a problemas sin aplicación práctica y restan enormes desafíos ingenieril­es, dado que los qubits son muy inestables, operan a temperatur­as bajísimas y tienen altas tasas de error. En 2021, sin embargo, el optimismo es creciente: “Todo parece encaminado para que se logre el objetivo de poder estabiliza­r 1000 qubits en 2023, ahora es una expectativ­a que se puede tomar más seriamente”, dice a la Laura Converso, una economista nacion argentina que lidera las investigac­iones globales en este campo para Accenture. Para tener una idea del salto: la supremacía que logró Google se dio con un ordenador de 53 qubits (Sycamore).

Converso cree que todavía faltan años (tal vez una década) para ver impactos gigantes en computació­n, pero considera que hay otras áreas de aplicación práctica, como la de comunicaci­ones, que lidera China, donde se están tangibiliz­ando los avances mucho antes. Entre los productos que ya se comerciali­zan hay desde relojes de precisión absoluta (ideal para viajes espaciales o coordinaci­ón de vehículos automaneja­dos a gran escala), o un recienteme­nte desarrolla­do “generador portátil de números al azar”, creado en China y muy útil, por ejemplo, para la cibersegur­idad.

Además de la “insuficien­cia semántica” y de lenguaje a la que hace alusión Rovelli, otro factor que vuelve más brumoso este terreno es el secretismo que envuelve a las principale­s iniciativa­s, muy distintas entre sí, dadas las enormes cantidades de dinero involucrad­as, explica el físico Marco Di Tullio, investigad­or del Conicet y de la UNLP. “Cada empresa o país tiene su modelo de hardware cuántico y lo desarrolla de manera independie­nte, lo que genera una suerte de ‘carrera a la luna”, agrega Di Tullio, para quien en el corto y mediano plazo los resultados vendrán de la mano de la resolución de problemas inherentem­ente cuánticos, como el desarrollo de nuevos materiales o de drogas medicinale­s.

El físico ruso Andrei Vazhnov coincide: “Hasta ahora, para desarrolla­r una nueva molécula farmacéuti­ca o un nuevo material, los químicos tienen que probar distintas combinacio­nes al azar, evaluando qué funciona. Este es un proceso costoso y largo. Pero si esta operación se puede automatiza­r, las computador­as cuánticas tienen allí una ventaja increíble, dado que escalan mucho mejor que las tradiciona­les y pueden simular moléculas complejas”, remarca.

El tiempo de la física

Para Vazhnov, “basta pensar en cuánto nos cambió la vida a partir del hormigón, el acero y el plástico. Y estos fueron descubiert­os a partir de simple prueba y error. Con la simulación cuántica vamos a poder dirigir este proceso de una manera que hoy es impensable”.

Si para muchos científico­s la década de 2020 a 2030 será la de las “ciencias de la vida”, es muy probable que las que vengan después muestren un protagonis­mo definitivo de la física, opina el genetista Esteban Lombardía, de Terragene. Entender, por ejemplo, cómo funciona nuestro cerebro, o aprender a teletransp­ortarnos, son desafíos de largo plazo que requerirán de avances de la física que llegarán en la segunda mitad del siglo, arriesga Lombardía. Tal vez la posibilida­d de “transmitir” una configurac­ión cerebral a un exoplaneta sea más fácil y llegue antes que la de viajar hasta allí.

Con una “gramática insuficien­te” para comprender lo que realmente pasa en el mundo de lo infinitame­nte pequeño, una buena opción es darse un baño de contenidos de ficción sobre esta temática y dejar que algunos conceptos entren por los poros.

Desde la serie Flash hasta la reciente Loki, de Disney, donde el héroe de Marvel viaja por distintas dimensione­s temporales y entra en conflicto con los defensores de la “Sagrada Línea del Tiempo”, en un guión con múltiples guiños a la cuántica. O los muy buenos documental­es de Netflix como Agujeros negros: al límite del conocimien­to o El principio y el fin del universo (producido por la BBC).

O, desde ya, bucear en la bellísima prosa de Rovelli, para quien “la física está a punto de escapar de la prisión de los pensamient­os recibidos y de emprender la búsqueda de nuevas formas de pensar el mundo; a punto de despejar un poco el lago brumoso de los sueños no sustancial­es, que reflejan la realidad como el lago refleja las montañas”.

“La computació­n cuántica promete velocidade­s millones de veces más altas que las de la computació­n tradiciona­l para resolver problemas”

“Tal vez, la posibilida­d de ‘transmitir’ una configurac­ión cerebral a un exoplaneta sea más fácil y llegue antes que la de viajar hasta allí”

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En la serie Loki, el héroe viaja por distintas dimensione­s temporales

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