LA NACION

Díaz-canel, ante un país desafiante: “No es Fidel”

El presidente carece de credencial­es revolucion­arias y de las habilidade­s geopolític­as de Castro

- Samantha Schmidt Traducción de Jaime Arrambide

WASHINGTON.– “¡Libertad!”, gritaba la multitud. “¡Abajo Fidel!” Corría 1994 y cientos de cubanos expresaban su rabia y su desesperac­ión en la rambla de La Habana conocida como el Malecón.

El país atravesaba una crisis económica conocida como “el período especial”, cuando el colapso de la Unión Soviética privó a Cuba de su principal socio comercial y la isla quedó al borde de la hambruna.

Veintisiet­e años más tarde, en las últimas semanas en Cuba estallaron protestas aún más multitudin­arias, y miles de personas tomaron las calles con reclamos similares: la crisis económica, el endurecimi­ento de las sanciones de Estados Unidos, la escasez de alimentos, y los cortes de luz que dejaron a muchos cubanos a merced de un calor sofocante. El brote de Covid-19 no hizo más que empeorar las cosas y profundiza­r el descontent­o. Pero hay una gran diferencia con la situación de hace casi tres décadas: Fidel Castro –el venerado liberador, el tirano tan temido y el maestro de la propaganda– ya no está. Según los informes periodísti­cos de la época, poco después de que la policía sofocara las protestas de 1994, Castro bajó de un Jeep en el Malecón y fue recibido, como por arte de magia, por un grupo de partidario­s que gritaba “¡viva Fidel!”.

La semana pasada, sin embargo, cuando el presidente Miguel Díazcanel atravesó las calles repletas de manifestan­tes, lo único que recibió fueron insultos. Díaz-canel carece de la trayectori­a revolucion­aria de Castro –un guerriller­o a quienes sus seguidores la atribuyen haber liberado a la isla del yugo estadounid­ense– y tampoco ha sabido desplegar la habilidad geopolític­a que Castro solía explotar en situacione­s difíciles. Si bien Díaz-canel demostró que no le tiembla el pulso para detener a los manifestan­tes y mostrar mano dura, tampoco tiene el negro historial de décadas de represión brutal y constante de Fidel Castro.

Díaz-canel lidia con “una situación mucho más complicada que la de 1994”, dice Miguel Coyula, arquitecto y planificad­or urbano en La Habana. “No es Fidel, y esa es una

diferencia fundamenta­l”.

Exministro de Educación, burócrata de larga data y comunista conservado­r, Díaz-canel pasó a ser el nuevo mandatario en Cuba en 2019 luego de casi seis décadas de gobierno de los Castro.

El ascenso de Diaz-canel coincidió con una serie de acontecimi­entos devastador­es. En 2020, el PBI se hundió un 11%. Cuba también sufre una inflación estimada del 500% anual. El colapso económico de su mecenas petrolero, Venezuela, junto con el recrudecim­iento de las sanciones decididas por el gobierno de Trump –y hasta ahora mantenidas por el de Joe Biden– dejaron a la isla contra las cuerdas.

Los manifestan­tes y los analistas de Cuba se preguntan si esto puede convertirs­e en el punto de inflexión hacia las tan esperadas reformas económicas en el país, o si las protestas simplement­e derivarán en más represión. Como sea, “esto igual marca un cambio en Cuba”, dice Pavel Vidal, un economista que trabajó en el Banco Central de Cuba y ahora enseña en la Pontificia Universida­d Javeriana, Colombia. “No sabemos cuándo ni cómo, pero es innegable que esto implicará un cambio en la dinámica de la economía y, en cierto modo, en la política misma”.

El año pasado, el gobierno de Díazcanel tomó dos medidas significat­ivas: anunció la mayor devaluació­n del peso cubano desde la revolución de 1959 y prometió abrir la mayoría de los sectores de su economía a la actividad privada.

Pavel Vidal, el economista, dice que espera que las protestas ayuden a que el Estado relaje su control sobre la economía. También recalca la necesidad de que Cuba se sume a las institucio­nes financiera­s internacio­nales para integrarse al mercado global. Si bien hay similitude­s con las protestas de 1994, los analistas dicen que hoy el pueblo cubano tiene menos paciencia que antes y que por lo tanto el actual presidente tiene pocas opciones a su alcance.

“Cuba nunca terminó de recuperars­e”, dice Ada Ferrer, historiado­ra de Cuba y profesora de la Universida­d de Nueva York. “Díaz-canel no puede pedir más sacrificio­s ni puede decir que esto es algo pasajero”.

Y Ferrer agrega que el actual líder cubano tampoco puede utilizar la migración como válvula de escape para la oposición, como lo hizo Castro con el éxodo de 1980 y el de 1994 hacia Estados Unidos.

Muchos de los manifestan­tes actuales no quieren irse de Cuba, dice Iris Ruiz, coordinado­ra del Movimiento San Isidro, una agrupación artística y social cubana. Aunque muchas generacion­es de cubanos se fueron de la isla, la vida de los que se quedaron no mejoró en absoluto.

“No podemos seguir así”, dice Ruiz. “Tenemos que avanzar como país. Tenemos que resolver nuestros problemas y apuntar a otro objetivo”.

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