LA NACION

El Papa pidió a los cubanos trabajar por una sociedad “más justa y fraterna”

Por primera vez después de su intervenci­ón, Francisco habló a la Plaza San Pedro; llamó a la paz y el diálogo en la isla

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– En su primer Ángelus desde el Vaticano después de la operación de colon a la que se sometió el 4 de julio pasado, el Papa llamó ayer al “querido pueblo cubano” a construir “en paz, diálogo y solidarida­d, una sociedad siempre más justa y fraterna”.

En relativa buena forma después de una cirugía que determinó 10 días de internació­n en el Hospital Gemelli, de donde fue dado de alta el miércoles último, Francisco se manifestó “cercano al querido pueblo cubano en estos momentos difíciles, en particular a las familias que mayormente sufren”.

En ese momento, desde la Plaza San Pedro estalló un clamor de parte de las decenas de personas que se congregaro­n allí con banderas de Cuba, donde el domingo pasado tuvieron lugar protestas que no se veían desde hacía años en contra del régimen, que determinar­on una fuerte represión.

“Ruego al Señor que ayude a construir en paz, diálogo y solidarida­d, una sociedad siempre más justa y fraterna”, dijo el Papa, de 84 años, que visitó la isla caribeña en septiembre de 2015, cuando aún estaba al mando Raúl Castro.

“Exhorto a todos los cubanos a encomendar­se a la materna protección de la Virgen María de la Caridad del Cobre, ella los acompañará en este camino”, pidió asimismo.

Además manifestó su cercanía a las poblacione­s de Alemania occidental y demás países vecinos del norte de Europa que sufrieron inundacion­es catastrófi­cas. Y deploró la violencia que se ha desatado en los últimos días en Sudáfrica. “Junto a los obispos del país, dirijo un llamamient­o a todos los responsabl­es involucrad­os, para que trabajen por la paz y colaboren con las autoridade­s para darle asistencia a los necesitado­s”, afirmó. “Que no sea olvidado el deseo que ha guiado el pueblo de Sudáfrica para renacer en la concordia entre todos sus hijos”, auspició.

El exarzobisp­o de Buenos Aires, que está aún en convalecen­cia después de una cirugía en la que se le extirpó una parte del colon debido a la presencia de divertícul­os, tosió dos veces, apareció más delgado debido a la dieta líquida, pero sonriente y con energía. El Ángelus del domingo pasado lo había recitado desde un balcón del décimo piso del Hospital Gemelli, siguiendo una tradición inaugurada por san Juan Pablo II, que allí estuvo muchas veces internado.

En la tradiciona­l oración mariana del Ángelus, al reflexiona­r sobre el Evangelio del día, destacó dos aspectos importante­s de la vida cristiana: el descanso y la compasión. En este marco, advirtió sobre el peligro de “dejarse llevar por el frenesí del hacer, caer en la trampa del activismo, en el que lo más importante son los resultados que obtenemos y el sentirnos protagonis­tas absolutos”.

“Cuántas veces sucede también en la Iglesia: estamos atareados, vamos deprisa, pensamos que todo depende de nosotros y, al final, corremos el riesgo de descuidar a Jesús”, dijo. “Por eso Él invita a los suyos a reposar un poco en otro lugar, con Él. No se trata solo de descanso físico, sino también de descanso del corazón. Porque no basta desconecta­r, es necesario descansar de verdad”, agregó.

Ecología del corazón

En este marco, llamó a evitar el eficientis­mo y a parar “la carrera frenética que dicta nuestras agendas”. “Aprendamos a detenernos, a apagar el teléfono móvil para mirar a los ojos a las personas, a cultivar el silencio, a contemplar la naturaleza, a regenerarn­os en el diálogo con Dios”, pidió.

Subrayó luego que “solo el corazón que no se deja secuestrar por la prisa es capaz de conmoverse, es decir, de no dejarse llevar por sí mismo y por las cosas que tiene que hacer, y de darse cuenta de los demás, de sus heridas, de sus necesidade­s”. “La compasión nace de la contemplac­ión. Si aprendemos a descansar de verdad, nos hacemos capaces de compasión verdadera; si cultivamos una mirada contemplat­iva, llevaremos adelante nuestras actividade­s sin la actitud rapaz de quien quiere poseer y consumir todo; si nos mantenemos en contacto con el Señor y no anestesiam­os la parte más profunda de nuestro ser, las cosas que hemos de hacer no tendrán el poder de dejarnos sin aliento y devorarnos”, indicó.

“Necesitamo­s una ‘ecología del corazón’ compuesta de descanso, contemplac­ión y compasión”, concluyó, finalmente, al sugerir aprovechar el tiempo veraniego para ello.

Salvo por este encuentro, el papa no tiene otros actos públicos previstos para el resto del mes. Ya antes de que se anunciara la operación, el Vaticano había dicho que sus audiencias semanales de los miércoles no se celebraría­n durante julio. Eso cumple con la tradición, que le permite tener al Papa algo de descanso estival. Luego, en septiembre, Francisco visitará Hungría y Eslovaquia.

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