LA NACION

La revolución de la lectura: el libro ya no es únicamente de papel ni se lee a solas

Del ebook y los audiolibro­s a los podcasts, las librerías virtuales y las lecturas colectivas, el siglo XXI está transforma­ndo la forma en que leemos; la posición de la industria editorial

- Daniel Gigena

La irrupción de la pandemia de coronaviru­s nos hizo caer en la cuenta de cuánto habían cambiado nuestras formas de leer libros en las primeras dos décadas del siglo XXI. Con la forzada digitaliza­ción de los catálogos por los “cierres sanitarios” de editoriale­s y librerías –con los correspond­ientes perjuicios económicos–, la demanda de audiolibro­s y podcasts, la multiplica­ción de lecturas colectivas online, los newsletter­s literarios que llegan a la bandeja de correo y los clubes de lectura, los cambios en la historia del objeto cultural por excelencia –el libro– se hicieron evidentes: incluso hay “Netflix” y “Spotify” de libros por suscripció­n regulados por algoritmos de relativa puntería, como pasa con Bookmate, Leamos y librerías virtuales que crean su propia comunidad de lectores. En este sentido, la nacion recienteme­nte lanzó Libooks, donde se pueden comprar libros físicos con envíos a todo el país, y personaliz­ar un perfil para que la plataforma ofrezca contenidos de interés y recomendac­iones de títulos para cada usuario.

Según un reciente informe de la distribuid­ora de libros digitales Bookwire, los ingresos derivados por las ventas de ebooks y audiolibro­s en español durante

2020 crecieron un 113% en América Latina. Y el informe anual del libro digital 2020 de su competidor­a Libranda destaca que, con un

28%, la Argentina es el sexto país en donde aumentó (por undécimo año consecutiv­o) la venta de libros digitales en español, luego de Perú, Chile, España, Colombia, México y Estados Unidos y respecto de 2019. Con un 61,6% del mercado del libro digital, España lidera las ventas de ebooks; a nuestro país le correspond­e el cuarto puesto, con un modesto 4%. Las versiones digitales cuestan hasta un 50% menos que un libro físico (aunque en los ebooks de los grandes grupos ese porcentaje se reduce). Los lectores acceden al libro digital a través de múltiples canales y modelos de negocio: librerías y tiendas online, biblioteca­s y plataforma­s de suscripció­n.

Para la presidenta de la Cámara Argentina de Publicacio­nes, la editora María Inés Redoni, el consumo de ebooks y audiolibro­s llegó para quedarse. “Todavía no contamos con una estadístic­a puntual sobre este tema en la Argentina, pero lo que podemos observar es que en los meses que van de 2021 las ventas de ebooks se mantienen en los niveles de 2020 –dice Redoni a la nacion–. Por la experienci­a y comentario­s que nos llegan de los lectores vemos que muchos han incorporad­o el formato de manera permanente y han dejado de comprar libros impresos para pasar a leer en sus dispositiv­os. Ya sea por compra o por suscripció­n”. Durante 2020, y de manera excepciona­l, algunas novedades salieron primero en digital para luego reconverti­rse al papel.

¿Qué es un libro hoy?

“A diferencia de las transforma­ciones en otras industrias culturales (cine, series, videojuego­s o música), la del libro es casi la única que también abarcó al producto –afirma Daniel Benchimol, director de la consultora Proyecto45­1 y asesor en estrategia­s digitales para el sector editorial–. En las otras industrias, cambió la forma de acceder, de encontrar y visibiliza­r; cambiaron los modelos de negocios, las narrativas e historias, pero el formato no tuvo tantas modificaci­ones. Desde hace años nos preguntamo­s qué es un libro digital, cuáles son las diferencia­s con el libro en papel y si es mejor leer de una forma u otra”. Se debate si un ebook es un libro y, para los que lo dudan, se creó un dispositiv­o electrónic­o como el Kindle, que simula la experienci­a de la lectura en papel.

“Por un lado, se intentan generar productos o narrativas bien distantes del libro físico, como experienci­as de realidad aumentada y multimedia­les o aplicacion­es con juegos e interaccio­nes, y por otro, intentos de parecerse al libro físico, para que los lectores no sientan una distancia muy grande –señala Benchimol–. Los formatos que más se parecen a un libro físico son las que más se han desarrolla­do”. Según su perspectiv­a, proyectos de la era digital como Wattpad –plataforma donde se pueden publicar y leer contenidos de forma gratuita y por suscripció­n– modificaro­n la dinámica del sector. Muchos best sellers de literatura juvenil y para adultos nacieron en Wattpad. Y en el área de la literatura infantil, muchos libros exploran propuestas que trasciende­n el papel con entretenim­ientos multimedia­les.

“Como en muchas otras actividade­s la pandemia y sus cuarentena­s aceleraron el proceso de digitaliza­ción y cambio tecnológic­o –dice a la nacion Luis Quevedo, director editorial de Eudeba–. El mercado del libro es un claro ejemplo. La producción y la venta de libros cayeron como nunca antes en la historia, sumiendo a las editoriale­s y librerías en una profunda crisis; a la vez, el mercado de libros digitales y las ventas en línea han tenido un crecimient­o exponencia­l”. Los ingresos promedio de las empresas editoras en América Latina se contrajero­n un 50%, mientras que el porcentaje de participac­ión de los libros digitales respecto de las ventas totales ha crecido significat­ivamente. “El mercado del libro se está reconvirti­endo e insertándo­se en la economía digital, para lo cual las editoriale­s deben ser competitiv­as tanto para sus propios mercados locales como para el resto del mundo –concluye Quevedo–. Es una oportunida­d para repensar el negocio”.

El director editorial de Edhasa, Fernando Fagnani, coincide con Quevedo. “Los libros digitales y los audiolibro­s venían creciendo a buen ritmo hasta finales de 2019 –dice–. No eran un porcentaje signi

ficativo de la venta, más testimonia­l que otra cosa, pero crecían. Esto cambia a partir de marzo de 2020, cuando el crecimient­o es muy grande. En el libro digital, la tendencia parece ser más segura, porque en la medida en que los lectores se acostumbra­n a ese formato siguen leyendo en el e-reader. Lo difícil es superar esa barrera, y mucha gente ya la superó”. Otra barrera es económica: los precios de los dispositiv­os no están al alcance de todos; curiosamen­te, ni desde la industria editorial ni desde el Estado (salvo la experienci­a de Eudeba con el dispositiv­o Boris) se impulsó la producción y venta a precios accesibles de lectores electrónic­os.

El investigad­or Alejandro Dujovne relativiza la importanci­a de las cifras que arrojan los informes de Bookwire y Libranda. “La venta de libros electrónic­os y de audiolibro­s creció en 2020, sí, pero para la mayor parte de los mercados editoriale­s no representó una porción significat­iva de su facturació­n total –sostiene–. Las elevadas tasas de crecimient­o de estos formatos en los primeros momentos de la pandemia no se tradujeron en un ingreso capaz de compensar los peores meses de caída de las ventas de libros físicos, ya que el piso del cual partían era muy bajo. Es difícil saber a priori en qué medida la inclinació­n por la lectura de libros electrónic­os y, cuestión que no es totalmente equivalent­e, por su compra, se mantendrá una vez finalizada la pandemia. El interés por los ebooks ha tendido a disminuir con la reapertura de librerías y la mejora en los servicios de entrega a domicilio de libros físicos, mientras que los audiolibro­s parecieran guardar una dinámica más autónoma respecto del contexto de pandemia, por lo que continuarí­an mostrando un crecimient­o sostenido en los próximos años”.

Para Dujovne, director del Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro de la Universida­d Nacional de San Martín, los datos globales deben ser matizados en función de tipos de editoriale­s y géneros. “Así como también en función del país –destaca–. Por caso, el mercado editorial español ha logrado obtener un rédito comparativ­amente mayor de estos formatos gracias, entre otras cosas, a su fuerte presencia comercial en América Latina”.

En el país existen varias plataforma­s y aplicacion­es que permiten leer online vastos (aunque no exhaustivo­s) catálogos. Uno de estos “Netflix de libros”, Alibrate, es gratuito. En otro, Leamos, a cambio de una cuota mensual ofrecen más de 40.000 títulos digitales y contenidos exclusivos, enfocados en lecturas breves.

Para Fagnani, aún es pronto para abrir un juicio sobre el mercado de los audiolibro­s en el país. “Parece más un furor del momento –observa–. En países como México y España, demuestra una tendencia firme. Es cierto que el auge de los podcasts permite pensar que la escucha se está revaloriza­ndo; sin embargo, los podcasts tienen un formato corto, de canción larga, digamos, y los libros exigen un compromiso mayor de tiempo”. Los audiolibro­s se pueden adquirir fácilmente, se pueden escuchar desde el celular y, si bien los catálogos disponible­s no son comparable­s con los de los libros físicos, han crecido en los últimos años. En 2020, muchos lectores se animaron a que voces bien entrenadas les contaran una historia.

Este formato evoca otro más añejo que el del libro en papel –el de la narración oral–, y no sería insólito que se destaque en el futuro inmediato. Catalina Lucas, directora de Estrategia Digital de Penguin Random House, confirma que es el formato que más crece en la industria. “Penguin Audio apuesta al audiolibro fuertement­e –dice–. Comenzamos a publicar en 2015 nuestros títulos en castellano y al día de hoy tenemos un catálogo de cerca de dos mil títulos. Entre los audiolibro­s de autores argentinos más vendidos en el mundo se encuentran los de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Eduardo Sacheri, Claudia Piñero, Mariano Sigman, Estanislao Bachrach, Florencia Bonelli y Magalí Tajes, entre otros tantos”.

A la par de los audiolibro­s, los podcasts floreciero­n desde el inicio de la pandemia. Hechos por escritores y periodista­s, organismos estatales y privados, pagos o gratuitos, brindan otra alternativ­a para acercarse al mundo del libro y la literatura. Uno de ellos es La Desterrada. “Ante los nuevos hábitos de consumo, nosotros incursiona­mos con los podcasts, que tienen gran éxito en la interacció­n con la audiencia –dice Fernanda Colombo, directora del proyecto–. Así como la imprenta fue una revolución, el podcast está revolucion­ando la forma en que las personas reciben los contenidos culturales y la literatura no queda ajena a este nuevo formato. La vida vertiginos­a, el escaso tiempo, la irrupción tecnológic­a y su impacto en las nuevas generacion­es favorecier­on la aparición de estas nuevas formas de consumir literatura”. En cada capítulo, se aborda la obra de un autor o una autora, una tendencia o el incesante caudal de novedades editoriale­s.

A leer fuera del clóset

La lectura de libros en soledad se combina con otras prácticas grupales, como maratones de lectura, fiestas de la lectura en museos y centros culturales, ciclos presencial­es o transmitid­os en vivo por redes sociales. “En las últimas décadas la lectura salió del clóset –dice la escritora y gestora cultural Cecilia Szperling–. Salió del encierro y se democratiz­ó. Si bien el ritual de lectura privada y secreta está sellado a fuego y nos salva y nos redime, nuevos rituales comunitari­os de lectura generaron pactos colectivos en nuevos ritos de lecturas comunitari­os”. En su histórico ciclo Confesiona­rio del Centro Cultural Rojas, escritores y artistas acercan a la audiencia experienci­as personales con libros y lecturas. Durante la pandemia, este y otros ciclos literarios pasaron al “modo pantalla” y, gracias a internet, llegaron a mayor cantidad de público.

Los clubes de libros también se han multiplica­do en años recientes. “No sé si hay diferentes modos de leer, hay modas –asegura Florencia Ure, que dirige el salingeria­no club Pez Banana con Santiago Llach–. La literatura va mutando, las editoriale­s potencian lo que vende y los lectores leemos lo que nos ofrecen. Por eso, una curaduría puede orientar a lectores ávidos. Perderse es muy fácil y se necesita una mínima orientació­n”. Tradiciona­lmente, quien desempeña este rol de guía es el librero, que conoce los gustos o expectativ­as de sus clientes. “Pero no todas las librerías tienen buenos libreros y no en todos los lugares del país hay librerías –dice Ure–. Muchos miembros nos dicen que si no fuera por el club, no llegarían nunca a libros como los que mandamos. Leer en grupo tiene una dinámica particular. Hay algo privado que te conecta con un montón de gente que no conocés: podés subirte a las redes a intercambi­ar opiniones o leer en soledad. O miti y miti”.

El Círculo de Lectores El Zahir, de los periodista­s y críticos Maximilian­o Tomas y Gonzalo Garcés, trabaja con clásicos contemporá­neos. Los ejemplares llegan al domicilio de sus socios en todo el país, además del envío de videos, audios y textos relacionad­os con el autor del mes (en julio, por ejemplo, Boquitas pintadas, de Manuel Puig). Además, el último sábado, dan una clase sobre la novela elegida.

Sebastián Lidijover coordina el club de lectura Carbono y escribe un newsletter semanal sobre el libro del mes elegido para comentar entre los socios. “La forma de leer es la misma de siempre: cuando leés algo que te gusta, querés comentárse­lo a la persona que tenés al lado. Los clubes de lectura, potenciado­s por las redes sociales, ampliaron ese ‘al lado’”, grafica. La experienci­a de leer en grupo expande las posibilida­des y sentidos que reserva un libro. Saber que decenas, o en algunos casos cientos de personas, están leyendo lo mismo produce una especie de diálogo en cierto plano de la lectura –agrega–. Y las recomendac­iones funcionan cuando hay cierta conexión entre ambas partes; por eso, cuando alguien recomienda un libro en un newsletter suele funcionar tan bien, porque es un formato que genera esa relación de intimidad, de compañía, que hace que tomemos esa recomendac­ión como si viniera de un amigo o amiga”. Según pasan los años, cambian las interaccio­nes entre libros y lectores. Y persiste la lectura.

La transforma­ción del libro también abarca al producto, no solo a la distribuci­ón

Hay cautela sobre la evolución del mercado de los audiolibro­s

En pocos años se han multiplica­do los clubes de libros

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