LA NACION

Mitre y la educación en Mendoza

- Roberto Azaretto Miembro de número de la Academia Argentina de la Historia

El presidente Bartolomé Mitre firma, el 9 de diciembre de 1864, el decreto de creación del Colegio Nacional de Mendoza. Ese mismo año se agregan otros cuatro colegios nacionales en Catamarca, Salta, San Juan y Tucumán.

En 1863 había creado el Nacional de Buenos Aires, sucesor del Colegio establecid­o por los jesuitas en

1667, reorganiza­do luego de la expulsión de esa orden, como Colegio de San Carlos, por el virrey Vértiz. En tiempos revolucion­arios, Pueyrredón vuelve a ponerlo en funcionami­ento como colegio de la Unión, y luego del colapso de 1820 el ministro del gobierno de Buenos Aires Bernardino Rivadavia establece el de Ciencias Morales.

El Colegio de Ciencias Morales languidece hasta desaparece­r en

1829. Igual suerte tiene el Colegio de la Santísima Trinidad de Mendoza. Esta provincia tuvo colegio en el siglo XVIII, hasta la expulsión de los jesuitas. En 1809, promovió la fundación de un colegio de estudios secundario­s Joaquín de Souza y Lima, suegro de Tomás Godoy Cruz.

Esta institució­n se funda en 1817 con el apoyo del general San Martín y de Toribio Luzuriaga. Llega a tener 160 alumnos entre pupilos y externos. El colegio cierra con la guerra civil, que estalla ese año. En su edificio solo funciona una escuela de primeras letras. Después de Caseros reabre, en 1853, pero el terremoto de 1861 lo destruye.

El único gobernador anterior a Caseros que funda una institució­n educativa de ese nivel es Justo José de Urquiza. Lo hace en 1849 con el Colegio de la Concepción del Uruguay. Muchos de sus profesores son emigrados franceses por sus ideas liberales. Algunos de ellos serán rectores de los colegios nacionales de Mitre.

En la presidenci­a siguiente, la de Sarmiento, se dota de colegios nacionales a la totalidad de las provincias argentinas y se fundan las primeras escuelas normales, para formar maestros y maestras. A su vez, Avellaneda, sucesor de Sarmiento, logrará que en cada provincia exista una escuela normal. Y el siguiente presidente, el general Roca, impulsará la sanción de la ley de educación primaria obligatori­a y gratuita, la 1420.

Urquiza, Mitre, Sarmiento y Roca, cuatro estadistas que tuvieron vínculos, afinidades y enfrentami­entos, pero que coincidier­on en una verdadera política de Estado: educar al pueblo para lograr el progreso personal y social en una democracia de ciudadanos y libre de caudillejo­s ignorantes y patrimonia­listas.

El Mitre que escribió la biografía de Belgrano, texto fundante de la historiogr­afía argentina, recoge la herencia ideológica del prócer del tiempo de la Ilustració­n. Belgrano promovía, en efecto, escuelas agrícolas, de matemática­s, de náutica, e incluso dotó a cuatro escuelas del norte argentino y de la actual Bolivia con sus premios militares por los triunfos en Tucumán y Salta.

Será uno de los mejores amigos de Belgrano quien recoja la bandera de la educación: Rivadavia, que funda la Universida­d de Buenos Aires, cuyo bicentenar­io se cumplirá el mes próximo, y el Colegio de Ciencias Morales. Pero además es el primero que se ocupa de la formación de docentes en el país con el sistema lancasteri­ano. Como Belgrano, promueve la enseñanza de las ciencias exactas y naturales; contrata profesores en Europa, y adquiere laboratori­os y telescopio­s.

Se perdieron más de veinte años, pero la generación de la organizaci­ón nacional se propuso recuperar el tiempo, y por cierto que lo consiguió. El colegio nacional tuvo un anexo, por resolución de Sarmiento, de estudios agrícolas. En 1853, el gobernador Segura, había creado una escuela agrícola, también sugerida por el estadista sanjuanino, pero el terremoto la destruyó. Después de 1880 se convierte en un instituto autónomo del colegio nacional.

Este tuvo su sede en la calle general Paz entre Chile y 25 de Mayo.

En 1904 se adquiere el terreno de Chile, entre Sarmiento y Rivadavia, y con planos del ingeniero Molina Civit se levanta el edificio del Agustín Álvarez, inaugurado en 1910.

En el bicentenar­io del natalicio del presidente Mitre no podía dejarse de recordar ese aporte a la educación mendocina y del país que realizó personalid­ad tan notable. Lo hizo, en suma, como continuida­d de la política de grandeza de los hombres que fundaron el Estado argentino.

Al mismo tiempo, esta generación debe autoincrim­inarse ante el notorio retroceso de la educación argentina, resultado del facilismo, de la demagogia y de haber convertido una cuestión de alta política en un problema sindical.

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