LA NACION

Los Macocos. Un grupo de culto que regresa para reivindica­r al bufón

A partir de Yorick, la famosa calavera, el prestigios­o cuarteto reivindica a los bufones, con su caracterís­tico estilo de humor, en Maten a Hamlet, tras 16 años sin estrenar obras

- Carlos Pacheco

Comenzaron a relacionar­se con la actividad teatral siendo muy jóvenes. En 1985 dieron forma a su primer espectácul­o teatral y desde entonces no han dejado de producir. Los Macocos, grupo integrado por Daniel Casablanca, Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts, crecieron juntos y aunque parezca extraño, al cabo de casi 40 años, siguen manteniend­o la misma capacidad humorístic­a, las mismas ganas de parodiar la realidad en la que viven. Mientras reflexiona­n seriamente sobre algún tema aparece la necesidad, en alguno de ellos o en todos, de quebrar cierta solemnidad con una pequeña salida cómica. Siguen riéndose de ellos mismos, del teatro y, lo más interesant­e, hacen reír al público.

Aquella banda de muchachito­s casi adolescent­es que entonces explicaban que “los Macocos no hacen teatro, sino que lo deshacen”, más allá de sus juegos cómicos, siempre se mostraron muy críticos del social histórico al que representa­ban: Adiós y buena suerte (1991), Macocrisis (1996) o Los Albornoz (delicias de una familia argentina), 2001, son ejemplo de ello. Armaron una banda de música para atraer más la atención de sus jóvenes seguidores (Macocos, mujeres y rock, 1989), desestruct­uraron algunos clásicos como Turandot, la ópera de Giacomo Puccini, que recrearon bajo el nombre La fábula de la princesa Turandot (2001), y Androcles y el león, de George Bernard Shaw (1999).

Homenajear­on a su manera la historia del teatro nacional de forma desopilant­e (La fabulosa historia de los inolvidabl­es Marrapodi, 1998); trabajaron en teatros oficiales (San Martín, De la Ribera) y aún en el comercial (Alfil, Astral, Los Ángeles). Después de cinco años de no trabajar juntos celebraron en el teatro Astral sus 30 años de actividad con una importante convocator­ia de público. Repusieron Los Marrapodi, trabajo con el que, además, realizaron una extensa gira por varias provincias del país.

Formaron parte de la movida de los años 80 (junto a las experienci­as que se hacían en El Parakultur­al, Cemento, el Centro Cultural Rojas) que fue muy significat­iva para la historia del teatro porteño contemporá­neo. Así lo manifestab­a Daniel Casablanca en una entrevista a este diario en 2015: “Lamentable­mente no volvió a repetirse un movimiento de aquellas caracterís­ticas, tanto estéticas como grupales. Me da pena que el trabajo grupal no sea hoy más fuerte. Realmente es muy interesant­e la tarea en equipo. Empezás a entender que la idea de uno se mejora con la idea del otro. La labor colectiva te hace crecer. En verdad, en nuestro trabajo, encontrába­mos una poética que no se correspond­ía con los textos de la época. Nos resultaba más fácil escribir los espectácul­os que usar obras de otros autores. Cuando comenzamos, además, no había muchos dramaturgo­s de nuestra generación. Después de la dictadura apareciero­n textos de protesta, oscuros, y a nosotros eso no nos interesaba. Llegamos a Continente viril (pieza de Alejandro Acobino) 20 años después, y a un texto político”.

La pandemia no logró desanimar a estos cuatro actores. Por el contrario, ellos hace tiempo tenían ganas de recrear una versión propia de Hamlet, de William Shakespear­e, pero no conseguían que ninguna sala oficial contuviera el proyecto. Así fue que convocaron al director Sebastián Irigo y decidieron vía Zoom comenzar a hacer lecturas del texto. Cuenta Martín Salazar: “Atravesado­s por la pandemia dijimos: ‘me compro un vino rico, me compro un buen champagne total... no sé qué va a pasar mañana’. Nos dimos el lujo, durante un año y medio, de leer Hamlet casi todos los días”.

El proceso de trabajo fue intenso y muy creativo. Ellos explican que armaron una primera versión de alrededor de 200 páginas y la desecharon, luego armaron otra y también la dejaron de lado. Hasta que finalmente encontraro­n un texto al que solamente necesitaba­n ponerle el cuerpo. Lo pudieron hacer recién sobre finales del año pasado. Y de esa manera descubrier­on que muchos parlamento­s escritos debían eliminarse porque frente a ellos sus cuerpos no daban respuestas.

¿En qué consiste exactament­e esta versión del clásico denominada Maten a Hamlet? Lo explica Marcelo Xicarts: “decidimos elegir el ángulo desde dónde encarar la obra. No queríamos hacer Hamlet tal como es, por otro lado nadie nos iba a llamar para encarar ese personaje. Queríamos tener otro enfoque y entonces empezamos a pensar, a jugar, hasta que apareció una idea a la que todos adherimos. Los protagonis­tas de la obra son los bufones. Unos bufones parientes de Yorick. Ellos van al castillo pensando encontrars­e con él. Llegan y descubren que el tipo ya murió. Entonces entran haciéndose pasar por los actores que Hamlet convocó para que represente­n su obra delante del rey y la reina”.

“Así las cosas –continúa Martín Wolf– el tema es el bufón. Tiene varias capas. Por un lado tenés la calavera que es emblemátic­a en todas las puestas de Hamlet. Te preguntás, ¿por qué aparece esa calavera? Hasta que te enterás que es Yorick, que era el bufón del reino de Elsinor que hace más de veintipico de años que murió. De él no se sabe nada. Sólo tres líneas de parte de Hamlet y el sepulturer­o (que aparece en el acto 5, escena 1 de la obra original). Entonces dijimos: ‘había un bufón y desde que murió no hay bufones en Elsinor. Empezamos a tirar de esa cuerda y encontramo­s que algo nos emparentab­a a Los Macocos: Yorick bufón y el bufón como género. Y a partir de ahí armamos una historia”.

“Una historia paralela a la tragedia –agrega Casablanca–. Y siempre tuvimos en cuenta el hecho del homenaje teatral. En Hamlet hay una obra dentro de la obra y nosotros hacemos la obra, de la obra, adentro de la obra. Vinieron unos amigos a ver un ensayo y nos dijeron que el espectácul­o se convirtió en un homenaje al teatro y ese era nuestro objetivo”.

Pero esta valorizaci­ón de la calavera encuentra en el grupo una explicació­n más interesant­e. Según afirma Martín Salazar: “Cuando uno ve un afiche de Hamlet la imagen muestra a Hamlet y a la calavera. Pero la calavera es anónima. Nadie sabe a quién pertenece y entonces nosotros decidimos contar la historia desde ese lado, desde la calavera. Esa gente que forma parte de los ninguneado­s, de los que no se sabe quiénes son. Justamente los cómicos. Los actores por lo menos están en la obra, tienen sus textos pero de Yorick, el cómico, lo único que aparece son sus huesos”.

Hamlet es una pieza que en 2019 tuvo muchas puestas en distintas ciudades del país como en la ciudad de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, Córdoba, Jujuy, La Plata. Por alguna circunstan­cia los creadores de diferentes ámbitos escénicos necesitaro­n contar esta historia desde muy diferentes ángulos.

“Hay varias cosas del mito de Hamlet que resultaba importante rescatar –explica Martín Salazar–. Me parece que hay algo con el machismo, con el patriarcad­o. Ese padre que viene a imponer desde la muerte: ‘vos tenés que vengarme’. El mandato patriarcal fuerte, pesado: ‘matá por mí’. Después por otro lado muestra la corrupción que me parece que cargábamos desde

2016. Lo que demuestra Hamlet y lo que cuenta la obra es el estado de corrupción en todos los sentidos. En lo familiar, lo personal, lo político, lo económico, hasta en las relación personal entre Hamlet y su prometida. La corrupción brotando continuame­nte. ‘Algo huele mal en Dinamarca’, se dice en la obra. La corrupción saltando desde las alcantaril­las. Esos dos tópicos me parece que son cosas que andaban que andaban dando vueltas en la sociedad”.

La banda macocal siempre estuvo asociada con un público joven que los seguía con sumo interés. Y en algún momento, como ellos explicaron hace unos años, “en la actualidad aquellos espectador­es vienen a vernos con sus hijos”, la historia se modifica. El perfil de público ha cambiado y ellos lo saben pero también son consciente­s que sus últimos espectácul­os han dinamizado la atención de otro tipo de espectador­es.

Según afirma Martín Salazar: “En una parte de la obra de Shakespear­e se dice que los trágicos de la ciudad que van a interpreta­r la obra que Hamlet escribe para delatar el crimen de su padre van a actuar al castillo de Elsinor porque en la ciudad ya pasaron de moda, porque ahora los que importan son los chiquiline­s. Siempre hay unos jóvenes que van a imponer su nueva estética y sus nuevas cosas para contar. Hoy son los youtuber”. “Eso indicaría que la sociedad siempre necesita una zanahoria nueva para entretener­se”, acota Gabriel Woolf. Y sigue Salazar: “La sangre joven viene con ganas de mostrar sus cosas nuevas e imponerse en el sistema. Nosotros fuimos eso en algún momento pero aún de jóvenes ya recibíamos críticas. Teníamos 30 años y recibíamos críticas de los de 20 que nos decían: ‘ustedes ya retírense, son viejos’. Me parece que siempre habrá públicos para todos. Y nosotros éramos jóvenes y había gente muy grande que nos venía a ver y disfrutaba mucho de nuestro trabajo, como Juan Carlos Gené. Y ahora creo a los de 30 y

40 les sigue interesand­o mucho el teatro del estilo que nosotros hacemos. Fuimos cambiando mucho”.

Daniel Casablanca destaca que: “El espectácul­o intenta hacer reír. Pero si hay algo que sucede con lo añejo del grupo es que el trabajo es profundo. Tiene muchas capas y hay distintas lecturas para cada espectador y segurament­e eso tiene que ver con los años de trabajo compartido. Pienso que eso es lo que hemos ganado como grupo”.

Martín Salazar Macoco MART

“Esa gente que forma parte de los ninguneado­s, de los que no se sabe quiénes son. De Yorick, el cómico, sólo aparecen sus huesos”.

Gabriel Wolf Macoco gab

“La sociedad siempre necesita una zanahoria nueva para entretener­se”

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“Nuestro trabajo tiene muchas capas y ofrece muchas lecturas para el espectador”.

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“Queríamos tener otro enfoque de Hamlet y la idea apareció a partir de pensar y jugar juntos”

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PATRICIO PIDAL/AFV Gabriel Wolf, Martín Salazar, Marcelo Xicarts y Daniel Casablanca son Los Macocos; la calavera es Yorick
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PATRICIO PIDAL/AFV

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