LA NACION

Malcorra. “La represión en Cuba no se condice con el respeto a las libertades; hay que expresarse sin ambigüedad­es”

La excancille­r de Macri cuestiona con diplomacia la política exterior del Gobierno en materia de derechos humanos; dice que la “confunde” el posicionam­iento sobre Nicaragua

- Texto Mariana Arias

En tiempos en los que la Argentina transita un agitado y a veces desconcert­ante rumbo en su política exterior, la excancille­r durante la gestión de Mauricio Macri Susana Malcorra cuestiona varios de los posicionam­ientos actuales, sobre todo cuando se los vincula con los derechos humanos. “La represión en Cuba no se condice con el respeto a la garantía de las libertades individual­es; hay que expresarse sin ambigüedad­es en este sentido”, sostuvo la diplomátic­a con relación a los conflictos que acontecen en la isla y la posición adoptada por el gobierno argentino. También manifestó sus observacio­nes por la crisis del Mercosur, dijo sentir “confusión” ante la postura argentina por la situación en Nicaragua y afirmó que el país debe apoyarse en el informe de Michelle Bachelet que denuncia los excesos cometidos por el régimen de Nicolás Maduro.

–¿Cuál es su mirada sobre la situación en Cuba y el pronunciam­iento de Alberto Fernández?

–Lo que está pasando en Cuba es muy serio y requiere de toda la atención de la comunidad internacio­nal. Es claro que Cuba y el pueblo cubano están en un momento muy difícil debido al impacto de la crisis económica existente combinada con los efectos de la pandemia. Es una situación muy dura. Esto no quita que se pueda reconocer que una de las causas de la crisis pasa por el embargo que ha maniatado la economía de la isla. El gobierno del presidente Obama reconoció esto e inició un proceso de acercamien­to que, en su momento, fue muy positivo y que fue revertido por el presidente Trump. En resumen, ambos planteos son válidos, pero el bloqueo no puede ser excusa para una reacción como la que estamos viendo por parte del gobierno cubano. Considero que las medidas de represión adoptadas no se condicen con el respeto a la garantía de las libertades individual­es, empezando por la libertad de expresión, que son valores centrales de las democracia­s. Hay que expresarse sin ambigüedad­es en este sentido.

–¿La tensión interna en el Mercosur puede generar costos para nuevos acuerdos? ¿Aquel Mercosur sin aduanas, con una sola moneda, está muy lejos de la realidad?

–El sueño de los fundadores del Mercosur está muy lejos. El Mercosur tiene más debe que haber, nos queda más recorrido por hacer de lo que hemos hecho. Es un momento de tensiones particular­mente complejas entre los miembros, los líderes no tienen entre sí un canal de comunicaci­ón abierto para resolver las tensiones. En el cortísimo plazo es poco probable que se encuentren soluciones. Si creemos que cada una de las partes va a estar en condicione­s de maximizar su capacidad de negociació­n, hacerlo a través del Mercosur, obviamente, lo hace más complejo, porque hay que ponerse de acuerdo entre todos.

–¿Cómo evalúa la posición de la Argentina con respecto a la violación de los derechos humanos en Nicaragua?

–Yo creo firmemente en el multilater­alismo, creo que si algo nos trajo la democracia es la integració­n al diálogo internacio­nal. El hecho de que Raúl Alfonsín nos reinsertar­a como país en el tema de derechos humanos es un avance histórico, para mí eso es un valor innegociab­le. Me confunde lo que pasó con la posición de la Argentina. Me parece que tenemos que ser consistent­es en defender la democracia; el problema en Nicaragua es que se está avanzando en contra de la democracia, y eso es muy serio, muy delicado. Deberíamos defender la democracia junto con los principios básicos de los derechos humanos; esa es una posición de Estado de la Argentina.

–La ONU publicó un informe de Bachelet sobre la continuida­d de la represión en Venezuela; por otro lado, la Argentina se retiró de la denuncia contra Maduro que tramita la Corte Penal Internacio­nal. ¿Por qué cree que la Argentina no tiene una posición contundent­e frente al régimen venezolano?

–Venezuela es un tema de una complejida­d mayúscula, hay que buscar soluciones muy difíciles de lograr, que los venezolano­s tienen que encontrar; lo que se puede hacer es tratar de mantenerse más equidistan­te para ser eventualme­nte parte de una solución. Creo que hay que ser parte de la solución, pero para ser parte de la solución hay que ser claro. Si se ha demostrado que cometieron excesos, como lo ha demostrado el informe de derechos humanos de Michelle Bachelet, hay que apoyarlo. Es fruto del trabajo de las Naciones Unidas y es la institució­n que nosotros apoyamos. Lo que no se puede hacer es llevar posiciones al extremo, y eso fue lo que pasó en la región. La región se polarizó tanto que estaba o a favor de uno o a favor de otro, pero nadie podía hacer de puente entre las partes. Eso no quita que uno siga la defensa de los principios y de los valores sobre todo en lo que tiene que ver con los derechos humanos.

–¿La Argentina puede llegar a convertirs­e en Venezuela?

–Yo creo que eso es una absoluta barbaridad. La Argentina y Venezuela son dos países muy distintos, estructura­lmente distintos y socialment­e distintos. Es una simplifica­ción.

–Cuando comenzó su trabajo en la Cancillerí­a, hablaba de pragmatism­o y desideolog­ización de los vínculos internacio­nales. ¿Las relaciones exteriores deberían tener esos conceptos?

–Yo decía eso de manera provocativ­a, porque veníamos de un período en el cual la posición de la Argentina se había filtrado casi exclusivam­ente desde lo ideológico, y yo intentaba generar un vínculo más abierto con el mundo. El interés del país es el hilo conductor. El interés del país tiene que distanciar­se de la ideología. La política exterior debe tener solidez. Eso no es pragmatism­o, es realismo, es entender el valor agregado de la política exterior.

–¿Cómo ve a la Argentina con respecto al acercamien­to a China y a la relación con EE.UU.?

–La Argentina depende de China y depende de Estados Unidos. El principal socio comercial de la Argentina, y te diría que esto aplica a Latinoamér­ica en general, es China. Negar la existencia de China o decir me restrinjo de tener vínculos con China es en contra de los intereses de la Argentina. Esto no quiere decir que yo sea incondicio­nal de China, porque al mismo tiempo la Argentina es muy dependient­e de Estados Unidos por vínculos históricos y por cosas más prácticas. En lo financiero, la Argentina es esencialme­nte dependient­e de Estados

Unidos. Tenemos dos variables, la comercial y la financiera, y dependen de dos socios que entre sí están enfrentado­s. Ninguno de los dos puede reemplazar totalmente el rol del otro. Esa es la realidad, y la Argentina depende de ambos.

–La Argentina priorizó las vacunas chinas y rusas y dejó caer casi trece millones de vacunas de Pfizer. ¿No cree que las hubiésemos necesitado para salir más rápido de la pandemia?

–Yo creo que tenemos que tener el más amplio espectro de vacunas disponible­s; por lo tanto, creo que hay que ampliar los acuerdos con laboratori­os como sea posible. Está probado que la única fórmula para superar esta crisis que la pandemia ha traído es la vacunación acelerada, todo lo que ayude a eso va en el interés de la Argentina. Hay una gran asimetría entre la relación con China y la relación con Estados Unidos; cuando te vinculás con el gobierno chino, te estás vinculando con todo el poder económico; en cambio, con Estados Unidos tenés una vinculació­n con el gobierno y una vinculació­n adicional con todo el sector privado, con las farmacéuti­cas; lo tenés que resolver en paralelo.

–No han llegado segundas dosis de Sputnik V. ¿Considera que fue una decisión acertada haber apostado tanto a la Sputnik?

–Creo que acá hubo una decisión por parte de Rusia y de China de hacer diplomacia soft a través de las vacunas. Los dos países decidieron priorizar su capacidad de llegada a otros países a través de la vacuna como contraposi­ción a países que tenían la vacuna, pero que priorizaro­n totalmente la producción para uso local. Lo que me parece que hizo la Argentina fue tomar la oferta que China y Rusia pusieron a disposició­n de la Argentina y de muchos otros países. Cuando uno toma esas decisiones, tiene que saber la capacidad de producción, tiene que saber la continuida­d de la provisión.

–¿EE.UU. quiere recuperar los espacios ocupados por China y Rusia en Latinoamér­ica?

–Es muy distinta la situación de Rusia y la de China. China desarrolló una estrategia claramente pensada de largo plazo que hizo que ocupara espacio en muchas partes del mundo. África fue el primero y después, Latinoamér­ica. Eso es así y es legítimo, tanto para China como para los países que se benefician con el vínculo. Ahora, Estados Unidos, que estuvo alejado de Latinoamér­ica durante un tiempo, se ha despertado a esta realidad, y lo que hace es poner contra la pared a quienes hemos tendido puentes con China. Que el déficit de la Argentina no haya caído a los niveles que se planificab­an es porque los precios de las commoditie­s que nos compra China están donde están, y Estados Unidos no es candidato a comprarnos nada. ¿Cómo hacemos para reemplazar esa realidad? Creo que es muy importante tener vínculos con terceros, por eso valoro y defiendo el puente del Mercosur con la Unión Europea.

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