Catalejo Esperando
La paciencia es una virtud. Lo mismo que saber esperar. A la vez, también son grandes contradicciones. Vendría a ser bueno y loable el tener paciencia y saber esperar incluso cuando somos conscientes de que nuestro tiempo aquí es limitado. O tal vez tenga valor por eso, porque entregamos el bien más valioso y más escaso que tenemos, el tiempo. Sin embargo, hasta que llegó la pandemia habíamos construido una sociedad impaciente, de gratificaciones inmediatas y exasperación fácil. O viceversa, es lo mismo.
La pandemia puso a prueba también este (supuesto) beneficio que dábamos por sentado. En marzo de 2020, la civilización no tuvo más remedio que apretar el botón de pausa y ponerse a esperar. No importa mucho qué. Hoy me encuentro esperando la segunda dosis de la vacuna. Quedan cinco días para que se cumpla el plazo que me aseguraron cuando me aplicaron la primera. ¿Llegarán? Espero que sí. Como sea, en los últimos 16 meses casi todo fue una prueba para la paciencia. Del frenesí desbocado pasamos a ser una sociedad que espera. Algunos más. Otros menos. Pero si alguien nos preguntara qué es exactamente lo que la civilización está haciendo en este momento, la respuesta casi seguro sería: “esperando”.