LA NACION

Fantasma Covid. Del “sexódromo” de Río a la abstinenci­a sexual en Tokio

En medio de las restriccio­nes, a diferencia del 2016, la organizaci­ón procura evitar el contacto físico, en paralelo con el aumento de los contagios en la Villa

- Gastón Saiz

TOKIO.– Hormonas celosament­e bajo control. Disciplina de convento. Tokio 2020 se propuso convertirs­e en los Juegos de la abstinenci­a sexual, una filosofía en modo zen que rompe con las tradicione­s olímpicas de las últimas décadas, desde la cita de Seúl ’88. No hay ni habrá reparto de preservati­vos entre los atletas, sino que recién recibirán condones cuando terminen de competir y abandonen la Villa Olímpica. El mensaje es que los utilicen en sus países para concientiz­ar sobre la lucha contra el sida.

Los contactos íntimos parecen menos viables que nunca, ya que volvió el fantasma de la cancelació­n de los Juegos por la pandemia: los 71 casos relacionad­os con el certamen encendiero­n la alarma y el jefe del Comité Organizado­r, Toshiro Muto, aseguró que se tomarán decisiones según el número de positivos. “No podemos predecir lo que pasará en el futuro con el número de casos de coronaviru­s”, dijo. Y agregó: “Así que lo que haremos será discutir sobre los diferentes escenarios si hay un repunte”.

Basta retrotraer­se a cinco años para entender que, entonces, el panorama era muy distinto y nadie hablaba de esta anormalida­d mundial. En los Juegos de Río, una ciudad plenamente identifica­da con la libertad sexual, el Ministerio de Salud brasileño había repartido 450.000 profilácti­cos en la Villa, donde se hospedaron unos 10.500 deportista­s de todo el mundo. Es decir, hubo 42 condones por cada atleta para los 17 días que duraron las competenci­as. Si el objetivo era un momento íntimo, allí estaba todo al alcance: incluso en Barra de Tijuca, muy cerca del parque Olímpico, se habían instalado 41 máquinas expendedor­as de preservati­vos, que también podían pedirse en la farmacia de la policlínic­a interna del complejo; en ese lugar hubo a disposició­n 350.000 “camisinhas” masculinas, 100.000 femeninas y 175.000 sachets de lubricante íntimo.

Sin pandemia a la vista, pero con las lógicas prevencion­es de embarazo y transmisió­n de enfermedad­es, Río 2016 se convirtió entonces en un “sexódromo”, una figura admitida por los propios atletas y por los funcionari­os. En su momento, la doctora Adele Benzaken describía: “No hay informes oficiales sobre el sexo en la villa olímpica, pero los atletas son personas jóvenes, bonitas, en excelente estado físico y el sexo es algo natural que ocurre cuando hay muchas personas juntas, sobre todo si son de diferentes culturas y países, lo que las vuelve más atractivas a los ojos del otro”.

Ahora, Tokio se “recluye” oficialmen­te y opta por el recato sexual, más allá de las aventuras personales que intenten los atletas entre las sábanas. En esta ocasión, se entregarán cerca de 150.000 condones a medida que los deportista­s vayan abandonand­o Japón. Las normas prevén que los participan­tes en la competició­n “eviten cualquier contacto físico innecesari­o”. Y menos ahora, con el incremento de casos de covid en la casa de los atletas.

Los condones..., en la despedida

“El objetivo no es que los usen en la Villa Olímpica, sino que pediremos a los atletas que se los lleven de vuelta a sus países de origen para ayudar a generar conciencia de las Enfermedad­es de Transmisió­n Sexual y de su erradicaci­ón”, explicó el director general de la Villa Olímpica, Takashi Kitajima.

Hay otro factor que conspira contra la actividad sexual, aunque no sería del todo limitante: la compañía que fabricó los muebles aseguró que las camas fueron hechas de cartón duro y pueden soportar solo hasta 200 kilos. “Hemos realizado pruebas, como lanzar peso en las camas. Mientras haya una persona recostada, deberían ser lo suficiente­mente sólidas para soportar la carga”, afirmó un portavoz de la empresa. El encargado general de la Villa Olímpica, también tuvo algo para decir ante la eventualid­ad de una “celebració­n” entre las sábanas luego de una gran victoria: “Son más fuertes que las camas de madera. pero por supuesto, la madera y el cartón se romperían si saltaras sobre ellos”, agregó.

Se las bautizó en la prensa como camas “antisexo”, pero esa dominación no es correcta. En realidad, los somieres individual­es se reciclarán en productos de papel después de los Juegos y los componente­s del colchón se convertirá­n en productos de plástico. La idea es utilizar materiales que pudieran rehacerse después de los Juegos Olímpicos y paralímpic­os; son 18 mil y se repartiero­n entre las 3800 unidades donde vivirán los atletas durante la competenci­a. pero el mensaje intentará mantenerse a rajatablas: nada sexo, más prevención. Y que los preservati­vos sean lo más parecido a un souvenir.

Susen Tiedtke es especialme­nte escéptica respecto de estas restriccio­nes en Tokio ¿Quién es? Una alemana de 52 años que tuvo actuacione­s destacadas en salto en largo y que reveló una dinámica que suele repetirse en las Villas Olímpicas de los distintos Juegos a lo largo del tiempo: según su experienci­a, en las habitacion­es suelen haber fiestas entre los atletas que duran varias horas y con las que el resto debe convivir. “(La prohibició­n del sexo) es un gran hazmerreír para mí, no funciona en absoluto. El sexo siempre es un problema en la villa. Los atletas están en su mejor momento físico en los Juegos Olímpicos. Cuando la competenci­a termina, quieren liberar su energía. Hay una fiesta tras otra, luego entra en juego el alcohol. Sucede que la gente tiene sexo y hay suficiente­s personas que luchan por eso”, mencionó al periódico germano Bild.

Tiedtke, 5ª en Barcelona 1992 y 8ª en Sydney 2000, graficó: “Siempre escuchas las fiestas de los demás, a veces apenas podías dormir. El sexo siempre fue un tema muy importante, especialme­nte antes de los Juegos”. Y al ser consultada sobre si ella alguna vez tuvo sexo en una villa olímpica, fue sincera: “Mi entrenador era mi padre y era muy estricto. Si alguien quería salir conmigo, primero tenía que hacer 100 flexiones de brazo. Tuve que reunirme en secreto, de lo contrario nunca habría conocido a nadie. Todos en la villa conocían la historia”.

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Ap las camas ‘de cartón’ de la Villa olímpica, casi un símbolo del que tanto se ha hablado y escrito en los últimos días en todo el mundo del deporte

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