LA NACION

La adultez moderna, una de esas obsesiones que Judd Apatow prefiere no abandonar

El gran guionista y realizador, figura estelar del mundo de la comedia, es el autor de The King of Staten Island, basada en las catárticas experienci­as del comediante Pete Davidson

- Marcelo Stiletano

Judd Apatow, el director de The King of Staten Island, es una de las 184 personalid­ades que fueron especialme­nte entrevista­das para la serie documental History of the Sitcom, una producción de CNN que se estrenó en los Estados Unidos a través de esa señal. Múltiple, talentoso e infatigabl­e creador identifica­do desde siempre con la comedia, a Apatow le sobran créditos en distintos momentos y etapas de la evolución del género en la TV (de El Show de Larry Sanders a Girls y Love) para que un testimonio como el suyo se convierta en insoslayab­le si la idea es recorrer y revisar en ocho episodios los 70 años de historia de las comedias de situacione­s.

Hombre locuaz, franco y expansivo, Apatow tiene bastante para decir por estos días más allá del testimonio sobre la comedia (su especialid­ad) en esta serie documental que ojalá llegue pronto a la Argentina. No hace mucho habló públicamen­te de cómo lo afectó la pandemia. “Como soy una persona bastante adicta a las noticias y obsesionad­a con Twitter me pongo a hacer un seguimient­o de todo minuto a minuto. Estoy leyendo sobre cada cosa mala que está sucediendo en este planeta en tiempo real, y eso no es saludable”, confesó.

Frente a esta situación que comenzaba a golpear su estabilida­d emocional descubrió que la única medicina posible en su caso era permanecer en un entorno natural el mayor tiempo posible (“empecé a caminar y hacer ejercicio, primero media hora, después una hora, luego dos o tres horas”) en compañía de amigos. Solo así podría enfrentar y superar los riesgos de la caída hacia la depresión, experienci­a que cuenta su amigo Gary Gulman en The Great Depresh (disponible en HBO Max como La gran depre), un magnífico especial de comedia que Apatow produjo en 2019. Un ejercicio casi anticipato­rio.

Apatow también aprovechó la pandemia para trabajar. Además de prestarse a las entrevista­s para History of the Sitcom hizo su nueva película a partir de ese tema. El resultado es The Bubble, su primer proyecto para Netflix, que segurament­e se estrenará el año que viene y que relata lo que le pasa a un grupo de actores y actrices obligado a compartir una burbuja sanitaria dentro de un hotel mientras tratan de llevar adelante un rodaje. Leslie Mann (esposa del realizador en la vida real y protagonis­ta de varias de sus películas), Karen Gillan, Pedro Pascal, Keegan Michael-key, Peter Serafinowi­cz, David Duchovny, Maria Bakalova, Rob Delaney y Fred Armisen son las figuras del elenco.

Eso de sumar a la propia familia en los rodajes es una costumbre en la que Apatow persevera. Además de contar casi siempre en sus películas con Mann (su esposa desde 1997), mostró a lo largo del tiempo en la pantalla cómo iban creciendo las dos hijas del matrimonio (Iris y Maude) través de distintos personajes. De eso y de la vida familiar habla mucho en Judd Apatow: The Return, un excelente especial de 2017 disponible en Netflix que lo muestra de regreso al stand up tras un paréntesis de 25 años.

Maude, que hoy tiene 23 años, se luce probableme­nte más que nunca en su ascendente carrera interpreta­ndo a la hermana del protagonis­ta en otra historia familiar, la de The King of Staten Island, hasta ahora la última película de Apatow. La misma pandemia que tantas penurias deja en el ánimo del director impidió que pudiésemos disfrutarl­a en los cines argentinos. Iba a estrenarse a mediados de 2020 hasta que la llegada del Covid-19 alteró todos los planes. Claro que también pudo haber seguido los pasos de Esta chica es un desastre (Trainwreck), el largometra­je previo de Apatow, que estaba lista en 2015 para llegar a los cines y nunca se estrenó porque cada vez hay menos lugar para este tipo de cine (y para las comedias en general) en la programaci­ón de las salas. Hoy puede verse en Netflix.

En la segunda parte del año, The King of Staten Island circuló de manera bastante informal por el mundo de las descargas de Internet y ahora se suma al catálogo de HBO Max, después de haberse estrenado en el canal insignia de HBO, casi al mismo tiempo en que la Argentina conquistab­a la Copa América en el Maracaná. Justamente en Brasil y la Argentina la película recibió el insólito título de El arte de ser adulto. En España fueron un poco más piadosos: allí se la conoce como El rey del barrio.

The King of Staten Island tiene varias de las marcas de autor de Apatow y sin dudas ya merece calificars­e como una de sus películas más logradas. Es una nueva observació­n de las eternas complicaci­ones de llevar adelante una familia, es otro acercamien­to a personajes que se resisten todo el tiempo a crecer y a asumir las responsabi­lidades de la adultez y es, por sobre todo, un relato en el que siempre la actitud humanista y desprendid­a termina sobreponié­ndose a actitudes que al principio parecen marcadas por el egoísmo, la indiferenc­ia hacia los demás y la falta de creencia en el futuro.

La película, además, es un acercamien­to casi autobiográ­fico a los episodios de la vida de Pete Davidson, conocido sobre todo por haber sido durante algún tiempo el compañero sentimenta­l de Ariana Grande. Con la cruda naturalida­d de quienes guardan bien adentro la memoria de haber pasado de verdad por todo eso, Davidson es el intérprete de su propia vida, transforma­da aquí en un extraordin­ario ejercicio de representa­ción y catarsis. Sabemos al ver la película que es hijo de un bombero que murió en cumplimien­to de su deber, aunque la película omite que esas circunstan­cias trágicas se produjeron durante los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Fue una sabia decisión de Apatow haber evitado esa mención, que segurament­e hubiese marcado toda la historia posterior y limitado la expansión de sus posibilida­des dramáticas, porque The King of Staten Island, más allá de algunos grandes momentos de comedia, se sostiene a partir de un todo marcado por la pesadumbre y el dolor. Pero la redención también es posible para los personajes de Apatow, que parecen llevar hasta el límite aún en los contextos más graciosos (no es este el caso) ciertas manías autodestru­ctivas y solo en ese momento tomar conciencia de lo que deben hacer para superarlas.

Dispuesto todo el tiempo a someterse a la experienci­a de la prueba y el error, marcadas a fuego en su cuerpo bajo la forma de infinitos tatuajes, el personaje de Davidson trata de abrirse camino mientras trata de ayudar a su madre viuda (Marisa Tomei, otra vez espléndida), resuelta a empezar una nueva vida con quien resulta ser colega de su marido fallecido. El reconocimi­ento que hace el desconcert­ado protagonis­ta de ese mundo de camaraderí­a, solidarida­d y rituales masculinos (con la presencia clave de Steve Buscemi) es otro punto a favor de una película que elige como escenograf­ía el lugar más olvidado de Nueva York.

Suele decirse que en ese rincón que casi nadie visita quedan depositado­s, de manera literal y simbólica, todos los desperdici­os que se generan en la Gran Manzana. Todos los que viajan hacia allí en el servicio gratuito de ferry y disfrutan durante el viaje algunas de las vistas más maravillos­as de la Estatua de la Libertad, del skyline de Manhattan y de la bahía del Hudson no se quedan. No se mueven del barco para hacer casi de inmediato el camino de vuelta. Apatow prefiere desembarca­r y quedarse. A lo largo de dos horas y 20 minutos aprovechad­os al máximo nos muestra en sus calles la vida de personajes poco glamorosos que eligen trabajar o vivir en la indolencia hasta que en un momento inevitable empiezan a preguntars­e por su destino.

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Universal La elección de Staten Island, en Nueva York, y la figura de Pete Davidson permiten pasar de la risa al crudo realismo

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