LA NACION

Ya no hay monopatine­s eléctricos para alquilar en las calles porteñas

Se habían instalado en 2019 para revolucion­ar la movilidad; ahora se venden online

- Mauricio Giambartol­omei

Los monopatine­s eléctricos habían irrumpido en la escena urbana porteña como la alternativ­a para la movilidad sustentabl­e. Pero dos años después de su aparición, los dispositiv­os que estaban disponible­s para alquiler son solamente un recuerdo. Estrategia­s comerciale­s que impulsaron a las empresas a abandonar el país y, principalm­ente, la pandemia de coronaviru­s que paralizó la circulació­n durante gran parte de 2020 precipitar­on la desaparici­ón de un medio de transporte que tuvo su auge y una repentina caída.

El éxodo tuvo varios capítulos, y el ocaso de los scooters eléctricos se puede ver en Mercado Libre, donde están a la venta y cuestan hasta $84.000. Son verdes y todavía tienen impresa la marca Grin, la empresa que ofreció la última resistenci­a e intentó, cuando se levantaron las restriccio­nes el año pasado, retomar el servicio. Como el resto, en un contexto adverso, decidió abandonar el país y continuar su actividad en otros mercados.

Cubrir el último tramo de un recorrido combinado con otro transporte público era uno de los principale­s atractivos de los monopatine­s eléctricos, que comenzaron a probarse en la ciudad de Buenos Aires el 1º de mayo de 2019 anticipánd­ose a la aprobación de una ley en la Legislatur­a porteña que regulaba su uso. También se impulsaban como la mejor alternativ­a para realizar viajes cortos por la autonomía que ofrecían y el bajo costo de desbloqueo y uso por minuto.

Desde el gobierno porteño informan que no hay un plan para reflotar la participac­ión de las empresas en el mercado de la movilidad sustentabl­e. Tampoco existe un proyecto que vaya en línea con la implementa­ción de un sistema similar al de Ecobici, las bicicletas de alquiler, que están recuperand­o su terreno desde el año pasado. La única alternativ­a posible para que la renta de monopatine­s eléctricos vuelva a ser una alternativ­a es que las empresas vuelvan a confiar en el mercado argentino, algo difícil de prever en el contexto económico actual.

El inicio

En agosto de 2019, meses después de haber comenzado las pruebas piloto, eran cinco las firmas que presentaro­n sus propuestas para comenzar a operar con hasta un total de 4000 unidades esparcidas por las calles porteñas. Grin había dado el primer paso poniendo los dispositiv­os en zonas estratégic­as de la ciudad, principalm­ente en Palermo y Belgrano. Estacionad­os en las esquinas o en la puerta de gimnasios o centros comerciale­s, los monopatine­s ofrecían una imagen nunca antes vista en la ciudad.

Grin colocó los primeros 500 scooters. Progresiva­mente se fueron sumando Lime, Bird, Movo, Kadabra y Glovo Go con el mismo objetivo: ofrecer dispositiv­os personales, más sustentabl­es y pensados para combinar viajes con el transporte público. En el proyecto que había sido aprobado en la Legislatur­a se estableció un período de ensayo de un año para, luego, darle vía libre a la expansión del servicio, que amenazaba con provocar un aluvión de monopatine­s en la calle. Pero eso no sucedió.

La primera en abandonar el país fue Lime, en enero del año pasado y antes de las restriccio­nes, que operaba una flota de 860 unidades. “Hemos cambiado nuestro enfoque principal. Si bien la gran mayoría de nuestros más de 120 mercados han adoptado soluciones de transporte rápidament­e y son rentables, hay comunidade­s en todo el mundo donde la micromovil­idad ha evoluciona­do más lentamente. Por esta razón, hemos tomado la difícil decisión de cerrar doce mercados en todo el mundo”, anunciaba la empresa en ese momento.

Además de Buenos Aires, Lime dejaba Atlanta, Phoenix, San Diego y San Antonio (Estados Unidos); Linz (Austria); Bogotá, Montevideo, Lima, Puerto Vallarta, Río de Janeiro y San Pablo (América Latina). “Hemos tenido la suerte de construir una comunidad de clientes leales y asociacion­es profundas con los responsabl­es políticos y las organizaci­ones locales”, ampliaba.

La extensa cuarentena para frenar la ola de contagios de coronaviru­s provocó que las otras empresas siguieran el mismo camino. Movo decidió concentrar sus operacione­s en España y suspender la actividad de movilidad en las ciudades de la región a las que había llegado. Además de Buenos Aires abandonó Santiago de Chile, Ciudad de México, Guadalajar­a, Bogotá y Lima.

“A pesar de que la oportunida­d en micromovil­idad es incuestion­able, la manera en la que queremos aportar valor con nuestro servicio nos aconseja poner el foco y nuestros recursos en entender mejor cómo es la movilidad que necesitamo­s construir en nuestras ciudades tal y como son ahora. Creemos que España, siendo nuestro mercado más maduro, ofrece un mejor escenario para efectuar con éxito lo que para nosotros es enorme por el impacto que podemos llegar a tener en el día a día de nuestros usuarios”, argumentab­an desde Movo en ese momento.

Con Glovo ocurrió algo similar ya que la empresa nunca volvió a ofrecer el servicio cuando fue habilitado. “Desde que comenzó el aislamient­o social y obligatori­o suspendimo­s el servicio de Glovo Go. Decidimos pausar el servicio porque, para combatir el virus, entidades de salud recomienda­n el aislamient­o, el distanciam­iento social y la disminució­n de movilidad en la vía pública, como una forma de mantenerse a salvo y proteger a la población”, explicaban desde la firma en ese momento. Luego la empresa abandonó el país con todas sus plataforma­s, incluidas las de delivery.

Aún con las restriccio­nes vigentes para el uso del transporte público los monopatine­s eléctricos para alquilar podrían haber sido una herramient­a válida para la movilidad de miles de porteños, al igual que las bicicletas, que tienen cada vez mayor demanda. Pero, por el momento, no aparecen como una alternativ­a económica sin la posibilida­d del alquiler. Su regreso será una de las incógnitas que plantea la ciudad de la pospandemi­a.

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Archivo La pandemia y las restriccio­nes contribuye­ron al fracaso del sistema de monopatine­s públicos

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