LA NACION

La ola de protestas no hace mella en el eje revolucion­ario Caracas-la Habana-managua

Los regímenes autoritari­os y dictaduras de la región son inmunes a los cambios gracias a la violencia y al terror que imponen contra las sociedades que se rebelaron

- Daniel Lozano

CARACAS.– Una cadena de protestas masivas durante cuatro años ha confirmado que América Latina es el mayor foco de inestabili­dad social y política del planeta, con diez países que enfrentaro­n, y lo siguen haciendo, sus propias revueltas. La caja de los truenos la abrió Venezuela en 2017, y Cuba todavía vive hoy los coletazos de la suya, que ya ha cambiado su historia.

El hartazgo ante los políticos corruptos, el desencanto ante la desigualda­d y la pobreza (10% antes del Covid), la desacelera­ción económica y los efectos colaterale­s de la pandemia han conspirado junto a la profundiza­ción del autoritari­smo de las revolucion­es, que comparten un denominado­r común: son “inmunes” a los cambios gracias a la represión y al terror que imponen contra las sociedades que se rebelaron.

Gracias a un plan moldeado durante medio siglo y mejorado tras los precedente­s de Venezuela y Nicaragua, el gobierno cubano prosiguió ayer con los juicios sumarísimo­s y ejemplares contra quienes protestaro­n o simplement­e las fogonearon. Entre ellos figura el fotógrafo Anyelo Troya, condenado a un año de cárcel sin abogado y en sentencia conjunta con otra decena de jóvenes. El principal pecado de Anyelo es haber grabado parte del video de “Patria y vida” en una casa abandonada de La Habana Vieja.

“La jueza nos dictó la sentencia a todos por igual, nos dio un año de privación de libertad. Mi hijo levantó la mano, pidió permiso muy correctame­nte, se expresó y dijo que tenía derecho a un abogado y a ser defendido, y que no le habían dado oportunida­d a nada. Vinieron enseguida arriba de él y yo dije por favor que se callara. Le pusieron las esposas y se fue caminando”, reveló su madre, Raisa González, a la agencia Reuters, en un documento dramático.

Negación

Ninguna de las tres revolucion­es reconoce los estallidos sociales, y han trabajado a fondo para disfrazarl­os, algo que todavía ocurre a diario en la isla. “En Cuba, el Estado es el dueño de la economía y de la política, y por lo tanto su máximo responsabl­e. Todo reclamo económico es directamen­te político. Y por si fuera poco, los lemas más empleados por la gente fueron ‘libertad’, ‘no tenemos miedo’ y ‘patria y vida’”, desmiente el historiado­r Armando Chaguaceda.

En el país petrolero, el paulatino derrumbe nacional provocó el primer gran estallido en 2017. “Se trató de estallidos aspiracion­ales, manifestac­iones estrepitos­as buscando el cambio político, con la población llenando las calles del país”, dice a la

el politólogo Luis Salamanca, nacion que contabiliz­ó 6729 protestas entre abril y julio de 2017, “la mayoría políticas, exigiendo la salida del régimen y elecciones democrátic­as”.

De nada sirvió: “El régimen se cerró en banda y reprimió brutalment­e”, añade Salamanca. Dos años más tarde, el estallido era político, con Juan Guaidó a la cabeza. La represión, por supuesto, prosigue hoy.

En Nicaragua, la reforma de la seguridad social y el consiguien­te estallido social, encabezado por jóvenes y estudiante­s, escondía una crisis mucho más profunda. “Cuando la gente se va a la calle en un régimen autoritari­o lo hace porque la está pasando muy mal. Estaban angustiado­s por el incremento de las dificultad­es cotidianas, cansados de vivir en la informalid­ad y el desempleo, frustrados por la falta de perspectiv­as y la corrupción de ‘los de arriba’, enojados por la represión y la falta de libertades”, resume para el analista Óscar René la nacion Vargas. Tres años después, la brutal represión continúa, con cárceles llenas de prisionero­s políticos.

El eje revolucion­ario Venezuelan­icaragua-cuba sofocó sus protestas a base de represión, algo que no consiguió el gobierno boliviano en 2019. El contagio llegó a Bolivia tras el intento de fraude electoral realizado por la revolución indígena y descubiert­o por la OEA. El resultado ya es historia: la caída de Evo Morales –renuncia mediante– y su exilio facilitaro­n el acceso al poder de parte de la oposición. Poder temporal, ya que cayeron derrotados en las elecciones de 2020 tras un año de pandemia y errores, muy parecidos a sus predecesor­es: arbitrarie­dad y corrupción (ver aparte).

Cambios en las democracia­s

En el resto, los estallidos trajeron grandes cambios. En Puerto Rico cayó el gobernador Ricardo Roselló, aunque las condicione­s críticas persisten, ante el deterioro de la situación financiera y la deuda pública. En Haití, las protestas desde 2018 lograron que ayer la oposición alcanzase el poder en el gobierno, pero con el magnicidio de Jovenel Moïse pendiente de resolución.

En Perú, el izquierdis­ta Pedro Castillo ya es presidente electo después de que la gente enfrentó en la calle en 2019 al Parlamento y en 2020 al presidente Manuel Merino, cesado por la presión popular. “Los ciudadanos se sienten menos inclinados a votar por los candidatos del establishm­ent, lo que amplía la brecha de representa­ción”, sintetiza el profesor John Polga-hecimovich.

En Ecuador, la pandemia salvó al gobierno del progresist­a Lenín Moreno, contra las cuerdas tras las marchas indígenas de 2019. El cambio llegó finalmente con las elecciones: el conservado­r Guillermo Lasso convenció al país de que había llegado la hora de unir esfuerzos y dejar atrás la “revolución ciudadana” de Rafael Correa. Y en Colombia, las protestas prosiguen tras décadas de demandas sociales olvidadas entre la guerra y la paz con la guerrilla y la enorme desigualda­d. Las presidenci­ales del año que viene dictarán sentencia, cuando ya el país cuenta con un partido nacido directamen­te de las protestas, Primera Línea. Todo apunta a que apoyará al izquierdis­ta Gustavo Petro.

Pero si hay un país donde las protestas sí han conseguido cambios sustancial­es, con la puesta en marcha de un proceso constituci­onal, ese es Chile. Las presidenci­ales de fin de año completará­n su nuevo rompecabez­as político, tras la victoria de los candidatos moderados en las primarias.

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Afp Las fuerzas de seguridad del chavismo reprimiero­n las protestas de 2019 contra Maduro

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