LA NACION

Su suerte, para bien y para mal, estuvo atada a la inflación

- Pablo Mendelevic­h

Segundo ministro de Economía de la democracia, Juan Vital Sourrouill­e fue, también, el segundo ministro de Economía más duradero desde 1983 (1501 días) después de Domingo Cavallo. No es casual. Su suerte estuvo atada en buena medida a la inflación, no solo a que –por un tiempo- consiguió domarla sin producirle daños colaterale­s a ningún sector, sino al impacto electoral que ese éxito tuvo, algo entonces inédito.

El Plan Austral, que sería muy exitoso en el corto y mediano plazo, fue anunciado el 14 de junio de 1985, cuatro meses después de que Sourrouill­e sucediera a Bernardo Grinspun, quien tras aplicar un dirigismo clásico había caído atenazado por la fallida negociació­n de la deuda con el FMI y la amenaza inflaciona­ria. En esos cuatro meses de alta inflación se produjo un ordenamien­to de precios relativos. El ambiente era muy complejo: la aceleració­n inflaciona­ria estimulaba fuertes presiones sindicales en medio de las tensiones que generaba el juicio a las juntas militares de la dictadura. El destino del gobierno radical aparecía atado a la suerte de la democracia recién reinstaura­da. El presidente Raúl Alfonsín potenciaba políticame­nte esa asociación.

Considerad­o heterodoxo en lo monetario, el Plan Austral, un plan de shock, incluyó devaluació­n y desagio. No dejó a nadie indiferent­e desde el momento en que la medida estelar fue el cambio de signo monetario. La descascara­da moneda vigente hasta entonces (peso argentino) perdió tres ceros (en el siguiente cambio de signo, el último, Cavallo sacaría cuatro ceros). Un austral eran 1000 pesos argentinos. La inflación bajó instantáne­amente de 30% a 6%. En el comienzo, el billete de mayor denominaci­ón fue de cien australes.

Hubo un fuerte control de precios, congelamie­nto de tarifas de los servicios públicos (que eran estatales), cese de emisión monetaria, ajuste fiscal y regulación de cambios y tasas de interés y desapareci­eron los mecanismos de indexación. El desagio buscaba corregir la inflación por expectativ­as.

Sobre el Plan Austral escribió el historiado­r Luis Alberto Romero:

“Se trataba del ‘plan de todos’, quizá la más pura de las realizacio­nes de la ilusión democrátic­a: entre todos, con solidarida­d y sin dolor, se podían solucionar los problemas más complejos, aun aquellos que implicaban choques de intereses más profundos”.

El premio le llegó al gobierno a los seis meses, en noviembre, cuando volvió a ganar las elecciones legislativ­as. Eran las primeras intermedia­s del mandato de seis años de Alfonsín. El oficialism­o obtuvo más del 43% frente a un peronismo dividido, y preservó la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Con un Senado por entonces de 46 bancas, el oficialism­o tenía 17 y el peronismo, 22. La de 1985 fue la última elección que no ganó el peronismo hasta 1997.

Se discute si aquel importante triunfo electoral se debió primordial­mente al éxito logrado por el Plan Austral o en qué medida no fue producto, también, del juicio a las juntas militares, que estaba llegando a la parte culminante, mientras el riesgo de la desestabil­ización militar permanecía vigoroso. Pero está claro que con la inflación precedente los resultados electorale­s habrían sido diferentes.

Ya en los primeros meses de 1986 la inflación comenzó a despertars­e.

Los precios internacio­nales de los cereales se derrumbaba­n, mientras renacían las pujas sectoriale­s. Una distorsión de los precios relativos se manifestó en el aumento de la carne. Y se le introdujer­on ajustes al plan (como las autorizaci­ones de aumentos de precios para subir salarios). El intento de hacer algunas privatizac­iones encontró fuerte resistenci­a en el peronismo y no avanzó. Con un deterioro persistent­e y una aceleració­n de los conflictos se llegó a que en 1988 el gobierno no pudiera pagar la deuda. Volvieron los problemas clásicos: inflación, recesión, aumento de la desocupaci­ón.

En los comicios de 1987 (legislativ­os y de gobernador­es), celebrados justo al revés de los de 1985 bajo el influjo de la desacelera­ción económica y el desprestig­io del oficialism­o por las leyes de obediencia debida y punto final, el gobierno fue derrotado. Luego vendrían la hiperinfla­ción de 1989 y la renuncia anticipada de Alfonsín.

El premio le llegó al gobierno a los seis meses, cuando volvió a ganar las elecciones

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