Su suerte, para bien y para mal, estuvo atada a la inflación
Segundo ministro de Economía de la democracia, Juan Vital Sourrouille fue, también, el segundo ministro de Economía más duradero desde 1983 (1501 días) después de Domingo Cavallo. No es casual. Su suerte estuvo atada en buena medida a la inflación, no solo a que –por un tiempo- consiguió domarla sin producirle daños colaterales a ningún sector, sino al impacto electoral que ese éxito tuvo, algo entonces inédito.
El Plan Austral, que sería muy exitoso en el corto y mediano plazo, fue anunciado el 14 de junio de 1985, cuatro meses después de que Sourrouille sucediera a Bernardo Grinspun, quien tras aplicar un dirigismo clásico había caído atenazado por la fallida negociación de la deuda con el FMI y la amenaza inflacionaria. En esos cuatro meses de alta inflación se produjo un ordenamiento de precios relativos. El ambiente era muy complejo: la aceleración inflacionaria estimulaba fuertes presiones sindicales en medio de las tensiones que generaba el juicio a las juntas militares de la dictadura. El destino del gobierno radical aparecía atado a la suerte de la democracia recién reinstaurada. El presidente Raúl Alfonsín potenciaba políticamente esa asociación.
Considerado heterodoxo en lo monetario, el Plan Austral, un plan de shock, incluyó devaluación y desagio. No dejó a nadie indiferente desde el momento en que la medida estelar fue el cambio de signo monetario. La descascarada moneda vigente hasta entonces (peso argentino) perdió tres ceros (en el siguiente cambio de signo, el último, Cavallo sacaría cuatro ceros). Un austral eran 1000 pesos argentinos. La inflación bajó instantáneamente de 30% a 6%. En el comienzo, el billete de mayor denominación fue de cien australes.
Hubo un fuerte control de precios, congelamiento de tarifas de los servicios públicos (que eran estatales), cese de emisión monetaria, ajuste fiscal y regulación de cambios y tasas de interés y desaparecieron los mecanismos de indexación. El desagio buscaba corregir la inflación por expectativas.
Sobre el Plan Austral escribió el historiador Luis Alberto Romero:
“Se trataba del ‘plan de todos’, quizá la más pura de las realizaciones de la ilusión democrática: entre todos, con solidaridad y sin dolor, se podían solucionar los problemas más complejos, aun aquellos que implicaban choques de intereses más profundos”.
El premio le llegó al gobierno a los seis meses, en noviembre, cuando volvió a ganar las elecciones legislativas. Eran las primeras intermedias del mandato de seis años de Alfonsín. El oficialismo obtuvo más del 43% frente a un peronismo dividido, y preservó la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Con un Senado por entonces de 46 bancas, el oficialismo tenía 17 y el peronismo, 22. La de 1985 fue la última elección que no ganó el peronismo hasta 1997.
Se discute si aquel importante triunfo electoral se debió primordialmente al éxito logrado por el Plan Austral o en qué medida no fue producto, también, del juicio a las juntas militares, que estaba llegando a la parte culminante, mientras el riesgo de la desestabilización militar permanecía vigoroso. Pero está claro que con la inflación precedente los resultados electorales habrían sido diferentes.
Ya en los primeros meses de 1986 la inflación comenzó a despertarse.
Los precios internacionales de los cereales se derrumbaban, mientras renacían las pujas sectoriales. Una distorsión de los precios relativos se manifestó en el aumento de la carne. Y se le introdujeron ajustes al plan (como las autorizaciones de aumentos de precios para subir salarios). El intento de hacer algunas privatizaciones encontró fuerte resistencia en el peronismo y no avanzó. Con un deterioro persistente y una aceleración de los conflictos se llegó a que en 1988 el gobierno no pudiera pagar la deuda. Volvieron los problemas clásicos: inflación, recesión, aumento de la desocupación.
En los comicios de 1987 (legislativos y de gobernadores), celebrados justo al revés de los de 1985 bajo el influjo de la desaceleración económica y el desprestigio del oficialismo por las leyes de obediencia debida y punto final, el gobierno fue derrotado. Luego vendrían la hiperinflación de 1989 y la renuncia anticipada de Alfonsín.
El premio le llegó al gobierno a los seis meses, cuando volvió a ganar las elecciones