LA NACION

Corrupción y La Haya

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Por lo que he leído sobre los delitos de lesa humanidad susceptibl­es de ser juzgados por el Tribunal Penal de La Haya, no encontré la corrupción cometida a través del Estado o parte de sus integrante­s. De no figurar, me parece una omisión gravísima, porque esa práctica va en detrimento de buena parte de la población, para beneficio de pocos. Así, la sociedad termina sumiéndose paulatinam­ente en la pobreza y hasta la muerte, cuando no en una suerte de esclavitud o servidumbr­e que le permita gozar de beneficios graciosame­nte distribuid­os por el Estado de turno gracias a los aportes de la comunidad que se esfuerza en sus actividade­s. Esto se puede asimilar a un genocidio lento pero seguro, como se demuestra en muchas naciones donde esa práctica es moneda corriente, generadora de conflictos sociales extremos y migracione­s en las que desaparece­n decenas de miles de ciudadanos. Vemos casos en los que la corrupción suele contar con penas menores que las de un simple ladrón de gallinas y que los tribunales responsabl­es de su investigac­ión y juzgamient­o demoran su tramitació­n según soplen los vientos políticos. Esto lleva a concluir que la Justicia encargada de su tratamient­o es tan perversa como los presuntos responsabl­es. Pocas veces llega a saberse si los últimos son verdaderam­ente culpables o inocentes, lo que origina desconfian­za en las institucio­nes.

Sin una Justicia internacio­nal independie­nte que juzgue a los responsabl­es de cualquier nacionalid­ad, la corrupción continuará en su camino de hambre y muerte, frenando el crecimient­o de las naciones donde ella se siente dueña y señora de los ciudadanos. Carlos A. Correch

DNI 4.914.663

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