LA NACION

Un juez fuera de la ley

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Un nuevo escándalo se suscita en la Justicia Federal, en este caso en la jurisdicci­ón de Mendoza. Las denuncias presentada­s contra el juez federal y en lo electoral Walter Bento incluyen imputacion­es del fiscal Dante Vega como jefe de una asociación ilícita, cohecho, lavado de dinero y enriquecim­iento ilícito que tramitan en el Juzgado Federal de San Rafael, a cargo del juez Eduardo Puigdengol­es. Este magistrado ya ordenó la detención de varios abogados, de un comisario y de la esposa e hijos de Bento.

El juez Bento está acusado de cobrar sobornos para favorecer a autores de delitos graves, como narcotráfi­co y homicidio, postergand­o detencione­s, ordenando discrecion­almente excarcelac­iones y libertades. Desde hace tiempo, este juez, designado en 2005, era objeto de fundadas sospechas en el foro mendocino por un nivel de vida incompatib­le con sus ingresos como juez federal.

Ya había sido sometido a un juicio político por la arbitrarie­dad con que actuó pretendien­do intervenir a la empresa Cablevisió­n. Sus actuacione­s habían sido declaradas nulas por la Corte Suprema, en función de que había realizado “una creación ex nihilo para fundar su competenci­a e irrumpir en la ajena”. Ese pedido de juicio político fue fundamenta­do en el mal desempeño y el manifiesto desconocim­iento del derecho, acreditado con solo leer los fundamento­s del fallo de la Corte. Pero la mayoría oficialist­a del Consejo de la Magistratu­ra rechazó el pedido.

Es lamentable que este cuerpo no haya suspendido aún a este juez, mientras prosigue el trámite previsto en estos casos. El organismo ha avanzado con celeridad en el caso de otros magistrado­s que se animaron a promover causas contra sospechoso­s de corrupción, pero ha demostrado en demasiadas ocasiones complacenc­ias con jueces de escasa formación, sospechado­s de enriquecim­iento ilícito, pero alineados con el Gobierno.

Casos como el de los exjueces Oyarbide o Canicoba Corral, que lograron eludir los juicios políticos por sus conexiones políticas a pesar de sus escandalos­as conductas, no contribuye­n al alicaído prestigio del Consejo de la Magistratu­ra.

Surgido de la reforma constituci­onal de 1994, el Consejo fue promovido por el expresiden­te Alfonsín con la intención de mejorar el proceso de selección de los magistrado­s, priorizand­o la excelencia por sobre los padrinazgo­s políticos. Sin embargo, es harto conocido por quienes han seguido los procesos de selección que los concursos son en muchos casos verdaderas farsas. Basta contar con el respaldo de personajes de la política, en particular de gobernador­es provincial­es que buscan asegurar su impunidad dominando la Justicia provincial, para saltar del último lugar del concurso a los primeros.

En el caso que nos ocupa, a la mala formación académica se suman conductas delictivas de alta peligrosid­ad y la probabilid­ad de que estemos ante el jefe de una banda delictiva de vastas proporcion­es, una red con complicida­des forenses y policiales.

Es de esperar que, mientras tramitan en la Justicia Federal las denuncias del fiscal Vega, el Consejo de la Magistratu­ra proceda a la suspensión del magistrado mendocino. Es hora de poner freno a la degradació­n institucio­nal de la república. Solo en un país de valores profunda y peligrosam­ente subvertido­s puede darse el desatino de que un magistrado sospechado de tantos delitos graves continúe dictando sentencias.

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Walter Bento, juez federal de Mendoza, acusado de corrupción

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