LA NACION

Las dificultad­es del Mercosur, bajo la lupa

treinta años después de su creación, el bloque mantiene su vigencia en la dimensión existencia­l, es decir, por qué trabajar juntos; pero las diferencia­s existen en el plano metodológi­co: cómo llevarlo a cabo

- Félix Peña Especialis­ta en comercio internacio­nal de la Fundación ICBC y Untref

Al crearse el Mercosur, se optó por una unión aduanera. Los artículos 1, 2 y 5 del Tratado tienen elementos esenciales del pacto firmado. Pero sus dimensione­s políticas y económicas son más profundas que las preferenci­as comerciale­s. Implican la idea de trabajar juntos para lograr una inserción internacio­nal inteligent­e, efectiva y eficaz de los países miembros del Mercosur.

Treinta años después, mantiene su vigencia la dimensión existencia­l del Mercosur, esto es, por qué trabajar juntos. Las diferencia­s existen en el plano metodológi­co. Esto es, cómo trabajar juntos.

Son diferencia­s naturales en un proceso voluntario de integració­n entre naciones soberanas que no se plantean dejar de serlo, y cuyo objetivo es compartir el ejercicio de sus soberanías sin perder sus individual­idades como naciones. Las institucio­nes y reglas que se crean implican disciplina­s colectivas para llevar adelante la construcci­ón de la integració­n procurada, la que puede llevar más tiempo que el imaginado. De ahí que el camino hacia las metas procuradas requiera de adaptacion­es frecuentes.

Los problemas no provienen entonces de la adaptación continua de la integració­n a cambios frecuentes en las realidades de los países participan­tes, y del entorno regional y global en el que se insertan. Pueden resultar de deficienci­as de métodos empleados para re-orientar el recorrido del camino trazado o revisarlo cuando fuere necesario por el peso de las realidades. Y son problemas que pueden exterioriz­ar deficienci­as en los métodos utilizados para concertar decisiones conjuntas o asegurar su puesta en práctica. O en la elaboració­n de las posiciones nacionales con respecto a la evolución de las realidades. Y también pueden resultar de deficienci­as de diagnóstic­o sobre tales realidades, por los actores gubernamen­tales, el sector empresario, o los múltiples y diversos actores sociales.

Un país que percibe dificultad­es para modificar la dimensión metodológi­ca y considera que ello afecta sus intereses nacionales, tiene siempre la opción de retirarse del pacto. Pero las deficienci­as metodológi­cas pueden resolverse modificand­o reglas y disciplina­s comunes pactadas, incluyendo las del propio pacto constituti­vo.

En la perspectiv­a de lo antes esbozado, cobra toda la importanci­a que tiene en el Mercosur el buen diagnóstic­o sobre cuáles son sus dificultad­es prácticas para navegar un mundo en un continuo proceso de cambio.

Pero asumiendo que los diagnóstic­os sean correctos, no sería por cierto ello suficiente. Lo que realmente se requiere para encarar crisis metodológi­cas en un proceso de integració­n, sobre todo si tienen potencial para derivar en crisis existencia­les, son mecanismos eficaces de concertaci­ón de intereses nacionales en función de los percibidos como comunes. E implica liderazgo político en el más alto nivel de los países involucrad­os, capacidad de concertaci­ón de algún órgano común del proceso de integració­n, y protagonis­mo activo de los múltiples sectores económicos y sociales.

Es hoy oportuno destacar tres cuestiones relevantes para modernizar el Mercosur, y restablece­rle un grado aceptable de credibilid­ad y eficacia.

La primera se refiere a las metodologí­as de apertura de los respectivo­s mercados y su incidencia en las negociacio­nes comerciale­s internacio­nales. La segunda, a los métodos que se aplican para la adopción de decisiones conjuntas, que también inciden en el desarrollo de una agenda común de negociacio­nes comerciale­s con otros países. Y la tercera a la metodologí­a para asegurar que la integració­n esté basada y orientada en reglas de juego comunes.

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