LA NACION

Juan Vital Sourrouill­e. El creador del austral

Fue ministro de Economía de Alfonsín entre 1985 y principios de 1989; lanzó el plan con el que se intentó contener la inflación; murió ayer, a los 80 años.

- Texto Carlos Manzoni

El 19 de febrero de 1985, Juan Vital Sourrouill­e asumió como ministro de Economía, cargo que dejaría el 31 de marzo de 1989, luego de haber quedado en la historia por el recordado Plan Austral. Ayer, más de tres décadas después de haberse alejado de la función pública, a la que nunca más quiso volver, murió. Tenía 80 años.

El hombre que en tiempos del retorno a la democracia tenía el poder de decisión sobre la economía argentina codo a codo con el entonces presidente Raúl Alfonsín tuvo que poner el pecho a la hora de anunciar un plan económico de ajuste, que congelaba tarifas y salarios, y puso a rodar al austral como la nueva moneda, en lugar del peso argentino, que había dejado la última dictadura.

Con una inflación cercana al 30% mensual y una enorme deuda externa, este hombre, nacido en Buenos Aires el 13 de agosto de 1940 y recibido de contador público en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universida­d de Buenos Aires, intentaba así enderezar la maltrecha economía local, en tiempos en los que, como recordó un hombre que trabajó con él, “nadie le prestaba un solo dólar”.

Jesús Rodríguez, quien también fue ministro de Economía de Alfonsín (desde el 14 de mayo de 1989 hasta el 8 de julio del mismo año), lo recordó además como “presidente del Instituto de Desarrollo Económico (IDES), funcionari­o de organismos internacio­nales, como maestro de varias generacion­es, modelo de actitud democrátic­a y autor de libros decisivos para entender a la Argentina”. Además, formó parte de la Conade, fue consultor de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y fue director del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Indec).

Su fama de economista sensato, muy profesiona­l, con buen discurso y ganado respeto entre los políticos, terminó por conquistar a Alfonsín, que lo designó en un primer momento secretario de Planificac­ión, cargo que ocupó desde el 10 de diciembre de 1983 hasta el 13 de febrero de 1985. “No era ni ortodoxo ni heterodoxo, era un buen economista”, lo definió Roberto Frenkel, investigad­or del Cedes, que lo acompañó durante su paso por la función pública.

Cuando aún no había completado dos años en su cargo y con la salida ya decidida de su predecesor, Bernardo Grinspun, le llegó la oportunida­d de convertirs­e en ministro de Economía, y fue entonces cuando dejó su firma en la historia: el Plan Austral, que fue anunciado el 14 de junio de 1985 y entró en vigor al día siguiente. Fue poco después de que el presidente Alfonsín, el 26 de abril de ese año, les anunció a los argentinos en la Plaza de Mayo que el país entraba en una “economía de guerra”. En una nota publicada por la na

anteriorme­nte, el historiado­r cion Roberto Cortés Conde opinó que la idea de Sourrouill­e fue mucho más sofisticad­a que la de Grinspun. “El Plan Austral trató de apuntar fundamenta­lmente a las expectativ­as inflaciona­rias; pero también se dijo que se iba a contraer el gasto y eso tuvo menos éxito. Todo fracasó porque cayó la demanda de dinero y se terminó en la hiperinfla­ción”, recordó el experto.

Frenkel, que lo vivió desde adentro, aportó su visión: “El Plan Austral era un plan de ajuste completado con el congelamie­nto de precios y salarios. Funcionó bien un año y medio, pero después se fue desgastand­o. El equipo económico había empezado muy bien, pero después se aceleró la inflación, no había dólares, había que devaluar, la conocida ruedita de la Argentina. Y, para colmo, no teníamos financiami­ento. A finales de 1987 ya no se daba más y no había reservas”.

Cuenta Frenkel que entonces se juntaron todos los de su equipo y lo convencier­on de que le convenía poner gente más ortodoxa. “Juan fue a renunciar y Alfonsín le dijo: ‘¿Usted también me quiere dejar?’. Así fue cómo se quedó hasta que lo hizo ir [Eduardo] Angeloz en febrero de 1989”, rememoró.

Más allá de su carrera profesiona­l y de su enorme capacidad de trabajo, quienes lo conocieron bien enfatizan que era un hombre siempre predispues­to a ayudar, con un corazón irreemplaz­able, extremadam­ente austero y muy afectuoso con sus amigos. Cuentan que después de su paso por el Ministerio de Economía muchas universida­des le ofrecían trabajar en ellas por un tiempo, ya que todos lo reconocían como una figura importante. Pero cuando alguno de los intermedia­rios le acercaba la propuesta, él los miraba fijo y les decía, mitad en serio y mitad en broma: “Vos no entendés que yo no quiero laburar más. En los años que estuve como ministro el pelo se me puso todo blanco”. Lo decía más en referencia a ocupar un cargo público, que hacer investigac­ión o dar clases, pero sí asesoró a algunos grupos económicos (como Cartellone) y escribió libros sobre historia económica.

Ayer, cuando faltaban solo 23 días para que cumpliera 81 años, se fue el hombre que encarnó una parte crucial de la historia económica de la Argentina.

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Archivo/jorge Quiroga Juan Vital Sourrouill­e y Raúl Alfonsín

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