LA NACION

crece el interés de argentinos por radicarse en israel

En 2020, emigraron 560 personas; se estima que a fin de este año serán 750

- Alejandro Horvat

En 2020, emigraron 560 personas y se estima que a fin de este año serán 750. Algunos van por un plazo corto y deciden quedarse; el gobierno israelí ofrece planes de apoyo.

Emigrar nunca es tarea fácil. Si bien la Argentina tiene profundos problemas sociales y económicos, empezar la vida en otro país implica un desafío que muchas veces diluye las ganas de ir en busca de un cambio. Sin embargo, para la comunidad judía local e internacio­nal que decide migrar hacia Israel, el proceso suele ser armónico gracias a un sinfín de planes y ventajas que da el Estado israelí. Desde la Agencia Judía, que es el ente autárquico del Estado de Israel encargado de brindar planes de apoyo, afirman que en los últimos dos años creció el número de migrantes argentinos.

Ariel Rosujovsky tiene 30 años y emigró hacia Israel en 2019, junto a Sabrina, su novia. Lo hicieron a través de un programa llamado Masa Israel Journey, que les da la posibilida­d a jóvenes judíos de vivir experienci­as que van de los dos a los 12 meses e incluyen programas de estudio, voluntaria­dos y planes para fomentar el desarrollo profesiona­l.

Rosujovsky es ingeniero civil y en la Argentina trabajaba para Edenor. Según dice, la devaluació­n de 2018 terminó de convencerl­os de buscar nuevos rumbos. “Ese año nos recibimos y con mi novia decidimos emigrar. Nos anotamos en Masa. Me dieron una pasantía para trabajar en algo vinculado con mi carrera, pero podés tener distintas experienci­as educativas, como hacer una maestría. Además nos dieron la posibilida­d de viajar por Israel, y todo eso lo paga el Estado. Es como una emigración controlada. Nos vinimos por cinco meses y decidimos quedarnos”, señala Rosujovsky.

Residen a 30 cuadras del mar Mediterrán­eo y, entre las ventajas de vivir en ese país, destaca la seguridad y la estabilida­d económica. “Vos podés ir a un bar y dejar el celular arriba de la mesa sin que te lo arrebaten. Y en cuanto a la economía, sabés que los precios se van a mantener; tenés una tranquilid­ad que allá no existe. También es cierto que podés estar en un bar y que empiecen a sonar la sirenas y te tengas que proteger en un refugio, pero no existe el estado de tensión constante que hay en la Argentina”, señala Rosujovsky.

“Se trabaja muchísimo”

Trabaja en un parque industrial a 30 minutos de Tel Aviv. Describe que la cultura del trabajo es distinta y más intensa: “Se trabaja muchísimo. No solo a veces se trabajan más horas, sino que el ritmo es muy intenso. Hay mucha competenci­a porque Israel tiene un gran número de personas universita­rias y muy capacitada­s para los trabajos”.

La Agencia Judía es la encargada de brindar planes de apoyo según la situación de cada persona. Estiman que en la Argentina la comunidad judía es de entre 180.000 y 200.000 personas, y afirman que en los últimos dos años aumentó el número de personas que decidieron emigrar.

En 2020 se fueron 560 miembros de la comunidad judía y estiman que para fines de este año se habrán ido otros 750. Un salto importante si se tiene en cuenta que en 2015 emigraron 315 y en 2017, 286.

“Varía mucho el tipo de ayuda que se entregue según la edad y la situación. Siempre el primer beneficio es el pasaje de ida, que lo paga el Estado. Luego hay muchos planes diferentes. Para personas de hasta 35 años hay planes en los que se vive en un campus y duran hasta seis meses. Ahí podés aprender hebreo y la idea es lograr que se vayan adaptando y conozcan gente en su misma situación. Muchas veces paga todo el Estado, otras veces no; depende del caso. Para los jóvenes hay beneficios universita­rios: por ejemplo, en Israel no hay universida­d pública, pero el Estado puede afrontar los gastos de los primeros años de la carrera”, detallaron fuentes de la Agencia Judía a la nacion.

Y agregaron: “Otro de los beneficios que damos desde la Agencia Judía es brindar asesoramie­nto en diversos temas. El 22 de agosto tendremos un evento muy importante que durará todo el día e incluirá conferenci­as sobre educación, empleo, economía, la sociedad israelí, la salud, entre otros temas. Se conectarán expertos de diferentes municipali­dades, universida­des y ONG, y la gente tendrá la posibilida­d de tener reuniones personales con cada uno de ellos”. Desde la Agencia Judía indicaron que si una persona no judía se casara con alguien contemplad­o dentro de la ley de retorno, también podría acceder a la ciudadanía.

Sharon Isaack, de 34 años, que vivía en Rosario junto a su marido, Martín Rubín, de 35, y sus tres hijos, llegaron a Israel en una situación totalmente distinta. Se mudaron a la ciudad de Modiin, a 40 kilómetros de Tel Aviv, en marzo de este año. “Soy abogada y mi marido en la Argentina tenía un comercio. Hace dos años que teníamos ganas de venir y finalmente lo decidimos. Queremos darles a nuestros hijos una educación judía, pero que al mismo tiempo tengan mayor apertura social y en Rosario la comunidad es muy pequeña. Además, en Israel nos es más fácil desarrolla­r nuestra vida judía ya que nosotros respetamos muchos preceptos como el Shabat o comer comida kosher y en Rosario no hay tanta oferta”, dice Isaack.

Ellos entraron en la Ley de Retorno, que es la legislació­n que contempla a los judíos que quieren emigrar hacia Israel. De hecho, allá existe el Ministerio de Integració­n cuyo objetivo es generar incentivos para atraer a los judíos del mundo hacia Israel.

“Todo aquel que entra en la Ley de Retorno, que para ellos debe tener al menos un abuelo judío, recibe el pasaje gratis, podés tramitar la ciudadanía, recibís dinero para vivir los primeros meses, podés aprender gratis hebreo y, en mi caso, hasta me pagan los estudios para revalidar mi título. Depende en la etapa de la vida que venís van a cambiar los beneficios que podés obtener. Nosotros alquilamos un departamen­to con el dinero que nos aportó el Estado. Ahora mi marido trabaja en un movimiento juvenil que organiza viajes de estudio y yo voy a volver a ejercer cuando revalide el título”, explica Isaack.

Centros de Absorción

En cuanto a las familias, existen los Centros de Absorción, que son complejos de edificios a donde se pueden mudar con sus hijos durante algunos meses sin que se les cobre por la estadía. En esos complejos también hay clases de distintas asignatura­s y oficios, un comedor, entre otros servicios. “El objetivo es incentivar a que la gente venga y que los primeros meses hasta que se asienten no sean tan cuesta arriba, incluso muchos municipios tienen sus propios planes de incentivo para poblar sus ciudades”, agregaron.

Yael Drelevich, de 31 años, es porteña pero se mudó a Israel hace un año y medio. Según dice, decidió emigrar porque, a pesar de ser abogada, en la Argentina no podía pensar un proyecto sostenible a futuro.

“Mis abuelos viven acá y vine varias veces por turismo, y la última vez me dieron ganas de quedarme. Me anoté en el plan Masa para hacer una pasantía en un estudio de abogados Ahora vivo Ramat Gan. La calidad de vida es muy superior, siempre hay una rutina, pero se llega tranquilo a fin de mes y si ahorrás dos meses ya te podés ir de vacaciones a algún lado. Obviamente no todo me gusta, siento que los israelíes a veces son muy atolondrad­os, es otra cultura, pero son muy solidarios”, argumenta Drelevich.

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Gentileza Ariel Rosujovsky y su novia, Sabrina, emigraron hace dos años

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