LA NACION

Sourrouill­e: coherencia entre ideas y acción

- Juan Carlos de Pablo

¿Qué hizo Juan Vital Sourrouill­e, desde que hace más de 3 décadas se vio forzado a dejar el Ministerio de Economía?

Nos conocimos hace más de medio siglo, pero no interactua­mos lo suficiente como para que me atreva a decir algo en el plano personal; aunque me consta –sin sorprender­me– el shock que produjo su fallecimie­nto.

Leí buena parte de su obra y analicé en detalle el Plan Austral, de todo lo cual surge una coherencia entre cómo entendía el caso argentino y cómo actuó como titular del equipo económico.

En 1973, junto con Richard Mallon, publicó un libro titulado La política económica en una sociedad conflictiv­a. Toda una definición. En “Mallon y Sourrouill­e”, como la profesión conoce a la obra, las restriccio­nes políticas, institucio­nales, etc., así como las implicanci­as distributi­vas de la política económica, no son un adorno sino que ocupan un lugar central.

¿Qué tiene que ver esto con el Plan Austral? Cuando el presidente Alfonsín lo convocó, para reemplazar a Bernardo Grinspun, reunió a un equipo que integraron, entre otros, Adolfo Canitrot, Mario Brodersohn y José Luis Machinea. Me refiero a los principale­s colaborado­res: la confección del plan convocó a muchos otros economista­s. Dopero ble mérito de Juan: no creer que se las sabía todas y lograr que “nenes” como los tres mencionado­s aceptaran acompañarl­o.

La coherencia entre el libro y su gestión tiene que ver con el hecho de que Sourrouill­e no se enamoró de los congelamie­ntos iniciales (de tipo de cambio, salarios, precios, tarifas de servicios públicos, etc.), sino que cuando advirtió que la porción fiscal y monetaria no eran compatible­s con la estabilida­d de precios, no dudó en flexibiliz­ar el programa. En términos técnicos: no pudo mantener la estabilida­d inicial del nivel general de los precios, pero no distorsion­ó los precios relativos entrando en un callejón sin salida.

Por presión del candidato radical Eduardo Angeloz, y contra su voluntad, a fines de marzo de 1989 el presidente Alfonsín lo forzó a renunciar. Lo que sigue es contrafáct­ico: no me atrevo a decir que si Sourrouill­e y su equipo hubieran continuado no hubiera habido hiperinfla­ción en 1989, pero sí que su intensidad hubiera sido mucho menor que la registrada cuando Juan Carlos Pugliese se hizo cargo del Ministerio de Economía.

Salir del gabinete así no le debe haber hecho mucha gracia a Sourrouill­e. Si esto explica su mutismo desde entonces, que lo digan quienes cuentan con informació­n. La relación Alfonsínso­urrouille de 1985 ayuda a entender, por contraposi­ción, parte de lo que hoy está ocurriendo con la política económica.

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