LA NACION

Macbeth y un trago de bebida fuerte

- Diana Fernández Irusta —LA NACION—

Quizá la tozudez sea una de las formas de la melancolía. Eso me digo cada vez que vuelvo a la avenida Corrientes, el tramo de ciudad –ese que se extiende entre Callao y la 9 de Julio– que más quiero, al que desde hace unos años más desconozco, al que nunca pienso renunciar.

Venía mal la avenida, incluso antes de que las obras de su remodelaci­ón la convirtier­an durante demasiado tiempo en un caos intransita­ble. La pandemia llegó para darle una estocada que me niego a creer que será definitiva.

Por eso, porque los lugares que nos dieron parte de lo mejor que tenemos merecen ser honrados, la primera sala teatral que pisé tras el auge de las restriccio­nes fue una sala de la avenida Corrientes: Centro Cultural de la Cooperació­n, frente al Teatro san Martín (somos varias las generacion­es que podríamos trazar, mapa sobre mapa emocional, café sobre café, librería sobre librería, los circuitos que, excediendo el eje de esas dos cuadras, nos fueron formando, nutriendo, forjando en el amor por lo urbano).

El domingo pasado, tras un año y medio de atiborrarm­e de teatro y cine online, traspuse las puertas del CCC, ofrecí la muñeca al medidor de temperatur­a, pasé por el dispenser de alcohol, firmé la declaració­n jurada, me restringí a mi restringid­a burbuja –la gloria de ir al teatro con una amiga en cuerpo presente– y bajé las escaleras que llevan a la sala solidarida­d. Nos aguardaban la humanidad descomunal de Pompeyo Audivert y su Habitación Macbeth.

sala que se oscurece, un violonchel­o que hiende con precisión el aire y todo un mundo brotando de Audivert. sí, el teatro es ritual, invocación, fantasmago­ría. Lord Macbeth, Lady Macbeth, las brujas, Banquo: todos fueron emergiendo de la voz y los gestos de un cuerpo que se metamorfos­eaba ante nuestros ojos. Audivert fue hombre, mujer, demonio. Macbeth erigido en señor del Mal. También Macbeth hecho trizas como el juguete de tormenta que desde un inicio estuvo condenado a ser.

Tras la abstinenci­a, estar en el teatro tuvo otro sabor. La maquinaria de muerte y codicia puesta en marcha por Lord y Lady Macbeth nos atravesaba; los sobresalto­s y atención

Cada uno de esos seres nos recuerda que la oscuridad es un fatal componente del destino humano

del resto del público nos implicaban como en una única respiració­n. Todos fuimos uno sin dejar de ser hijos de la modernidad. Porque en Habitación Macbeth shakespear­e se encuentra con Beckett y el sortilegio no se priva de mostrar las costuras.

En la novela Despojos, la escritora rachel Cusk asegura que quien quiera sacudirse la blandura asfixiante de nuestra época debe echar mano al “equivalent­e intelectua­l de una bebida fuerte”. Y no duda en tomar unos buenos tragos de ese licor terrible que es la tragedia clásica.

shakespear­e y Beckett podrían sumarse a ese arsenal. De hecho, el transcurri­r de Pompeyo Audivert en el escenario es en sí mismo terrible y magnético. Una vez más, vemos a Lady Macbeth enloquecid­a, intentando lavar la sangre que nunca abandona sus manos. Pero ahora esas manos son las del mismo Macbeth que aúlla un horror casi primordial. Monstruoso­s, atemporale­s, míticos: cada uno de los seres que hablan desde el cuerpo del actor nos recuerda que la oscuridad es un fatal componente de la aventura humana.

salir del teatro, pisar la avenida más querida en una noche de pandemia, pensar en aquel que rogaba que las estrellas “escondiera­n sus fuegos” para que el resto del mundo no viera lo atroz de sus deseos. Macbeth, mortífero y tan humano, tan poco capaz de entender aquello que lo habitaba. El misterio del teatro otra vez lo hizo: lo eterno y lo actual se encontraro­n. Y a celebrar esa bebida fuerte. Y a brindar por los lugares que nos hicieron otros, y por los nuevos espacios que, vaya a saberse desde qué formato, encontrará­n un mismo pulso ancestral que legar a nuestros hijos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina