Unos Juegos muy diferentes
Llegó el día: una sobria ceremonia abrirá una competencia atravesada por el Covid
TOKIO.– El antológico cierre de Río 2016, que presagiaba un Tokio 2020 en otra dimensión, fue el trailer imperfecto: un avance que no se condice con la película. Por entonces, el ex primer ministro Shinzo Abe salió a escena disfrazado de Super Mario y le dio el pase a una presentación que impactó por la tecnología, el juego de luces y el viaje al futuro que suponían unos Juegos Olímpicos en Japón. Pero hoy no son tiempos de disfraces. la capital japonesa enfrenta un nuevo salto de contagios de coronavirus y cada vez se ve menos clara la opción de levantar el estado de emergencia para permitir el ingreso del público en la segunda semana –una idea que acercó el comité Olímpico Internacional, pero que no encuentra eco en este contexto–. desde las 8 (hora argentina), y con transmisión de Tv Pública y Tyc Sports, la ceremonia inaugural será el puntapié oficial para los Juegos Olímpicos de la pandemia.
“¿Se podrá usar la diplomacia olímpica para mostrar solidaridad en la lucha contra el covid?”, se preguntaron ayer en The Japan news. con la presencia confirmada de Emmanuel Macron (París 2024 lo obliga a estar) y la primera dama estadounidense Jill Biden, en el periódico nipón editorializaron sobre la presencia de más de líderes de más de 15 países y la posibilidad de aprovechar Tokio 2020 como punto de encuentro de la comunidad internacional. “Más allá de los Juegos, podrían trabajar en conjunto para proveer de vacunas a países en desarrollo o promover la vacunación de la población joven”. desde el miércoles, el primer ministro Yoshihide Suga logró cargar parte de su agenda e inició una maratón de reuniones de tres días para poder acercar a las partes.
con capacidad para 68 mil espectadores, solo 950 personas tienen el pase asegurado para las tribunas del renovado estadio Olímpico, entre dirigentes, oficiales y medios. Todo bajo un estricto control. A ese grupo se sumarán los artistas y los atletas, aunque con un detalle no menor: la fiesta de otros tiempos ahora será con menos color. Todas las delegaciones se presentarán en formato reducido, con menos deportistas y sin entrenadores. Todo sea para extremar los cuidados justo antes de entrar en acción. Y en días donde ya son 87 los infectados entre atletas, miembros de delegaciones y periodistas. República checa, por ejemplo, entró en alerta porque tiene seis casos, y podrían ser más ya que varios integrantes del equipo compartieron el mismo vuelo chárter y los vehículos oficiales de Tokio 2020. A nivel social, los números también impactan: el último día antes de los Juegos, el área metropolitana reportó 1979 nuevos casos de coronavirus, con un crecimiento del 55% en la comparación intersemanal y en valores de la última ola invernal.
En los pasillos de los centros de prensa, parte de la familia olímpica se pregunta si serán los peores Juegos de la historia. Y la respuesta parece estar en que todo irá cambiando
cuando la actividad marque el ritmo y corra de eje el tema sanitario, y que no serán los peores, pero quizás uno de “los más tristes”. La previa y el contexto no colaboraron para centrarse en lo deportivo. En las últimas horas fue despedido Kentaro Kobayashi, el director del equipo creativo de la ceremonia de apertura, por una broma en el pasado sobre el Holocausto. Un comentario repudiado por todos los estamentos. Por otra parte, el músico Keigo Oyamada presentó su renuncia tras admitir que hace muchos años intimidaba a chicos con discapacidad. Esta renuncia se produjo después de días de controversia sobre sus confesiones en revistas publicadas en la década de 1990, en las que Oyamada se jactaba de acosar a compañeros en su infancia.
Pero los valores japoneses van por otro lado. La sociedad de la paciencia, la planificación a largo plazo y la resiliencia prepara la ceremonia en secreto, guardando detalles bajo siete llaves. Aunque no sorprenderá algún mensaje de esperanza o reconstrucción. Un recado entrelíneas, sutil. Al mejor estilo nipón. En Tokio 1964, el joven Yoshinori Sakai fue el encargado de encender la llama olímpica. Sakai tenía 19 años y había nacido en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. Dos horas después de que el Enola Gay dejara caer la primera de las dos bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre territorio japonés. Ahora, los Juegos empezaron en Fukushima –la prefectura afectada por el tsunami y el desastre nuclear en 2011– y se reconfiguraron en un Tokio que espera aprovechar la vidriera olímpica. Eso sí, que nadie espere la palabra “celebración”. El discurso que pronunciará el emperador Naruhito evitará una expresión que quedaría fuera de contexto.
Tras una espera de cinco años, los Juegos inician un nuevo camino. La cita que nunca se canceló en tiempos de paz, sólo aceptó una postergación. ¿Hay chances de una cancelación? Se calcula que dar de baja Tokio 2020 podría tener una penalización de 6 mil millones de dólares, que sumados a los 13 mil millones ya invertidos dejarían a los organizadores en una comprometida situación. El show se pone en marcha, mientras se potencian los controles, el monitoreo y el cruce de información para amortiguar el impacto del coronavirus entre deportistas, dirigentes, oficiales, voluntarios y periodistas. En Japón esperan que, al menos, el esfuerzo valga la pena.