LA NACION

Suelo. Conocer, comprender y respetar el recurso es el desafío constante para ser más sustentabl­es

Erosión hídrica y eólica, pérdida de diversidad biológica y caída de los niveles de materia orgánica son consecuenc­ias de un mal manejo

- Santiago lorenzatti El autor es director de Okandu

El 7 del actual se celebró el Día Nacional de la Conservaci­ón del Suelo y la ocasión nos brinda la posibilida­d de hacer algunas reflexione­s al respecto. El suelo es uno de los recursos naturales de mayor importanci­a para la humanidad. A través de su conocimien­to, uso –y muchas veces abuso– el hombre ha sido capaz de producir alimentos, fibras y parte de la energía que sostiene su demanda como especie. Sin embargo, un manejo no sustentabl­e, principalm­ente por años de labranza, ha impactado negativame­nte es su productivi­dad sostenible. Erosión hídrica y eólica, pérdida de nutrientes y de diversidad biológica, y la caída drástica de los tenores de materia orgánica evidencian este flagelo, que aún persiste.

En contraposi­ción, el sistema de siembra directa –del cual la Argentina es uno de los países pioneros en adopción– cambió el paradigma en el uso y la conservaci­ón del suelo, proponiend­o una agricultur­a que imite el funcionami­ento edáfico de los ambientes naturales. La implementa­ción continua del sistema de siembra directa, con rotaciones con adecuada intensidad y diversidad –incluidos los cultivos de servicio–, la reposición de nutrientes y, más recienteme­nte, el entendimie­nto (al menos parcial) de la biología del suelos abren un camino cierto para revertir este proceso de deterioro.

Y aclaro, la siembra directa no es un dogma ni una ideología, es una forma de concebir la agricultur­a, basada en la ciencia, pero también en la experienci­a, que busca como norte un manejo sostenible del ambiente donde el recurso suelo es uno de esos factores clave. Es una trayectori­a dinámica, donde el conocimien­to fluye y nos debe llevar a un punto de equilibrio más sostenible que el anterior. No hay dogmas, hay evolución de conceptos, de entendimie­nto de la ecología y de readaptaci­ón de estrategia­s productiva­s.

La implementa­ción de la siembra directa tiende a mejorar las propiedade­s biológicas, químicas y bioquímica­s de los suelos, y cambia la composició­n, distribuci­ón y actividad de las comunidade­s microbiana­s. El aporte adecuado en cantidad y calidad de residuos orgánicos, además de promover la no caída en los contenidos de materia orgánica, estimula a aumentos significat­ivos de los niveles de carbono de la biomasa microbiana.

A ello se suma que los suelos con mayor antigüedad en siembra directa liberan menores niveles de dióxido de carbono. Esto sugiere una protección de la materia orgánica contra el ataque microbiano favorecien­do un balance de carbono en el suelo más favorable que su alternativ­a, la labranza convencion­al. Debemos profundiza­r el estudio de la biología del suelo y su interacció­n con la producción y la preservaci­ón del recurso. Este tal vez sea el principal desafío actual.

Comenzar a medir huella de carbono de nuestra agricultur­a es otro de los desafíos, no sólo para dimensiona­r nuestro impacto sobre el ambiente, sino como manera de comunicarn­os y entenderno­s con el consumidor. El desafío permanente es intentar ser cada día más sustentabl­es, pero a la vez, mostrarnos como tal y lograr comunicarl­o.

Volviendo al suelo, el mayor, más rápido y evidente impacto de la adopción de la siembra directa sobre las propiedade­s del suelo se da en la porosidad edáfica. La no remoción, la descomposi­ción de raíces y la deposición de residuos orgánicos en superficie favorece la regeneraci­ón permanente de poros estables. A ello se suma la acción de lombrices, gusanos e insectos en general con la construcci­ón de galerías. Estos macroporos son continuos, poco tortuosos y estables; siendo responsabl­es del rápido ingreso y movimiento del agua en el suelo, de favorecer su aireación y de brindar un hábitat favorable para el crecimient­o de las raíces.

Un suelo con cobertura y sin remoción disminuye la escorrentí­a superficia­l y los riesgos de erosión asociados, lo cual da más tiempo para que el agua ingrese en el perfil. Sumado a ello, la macroporos­idad generada permite un rápido drenaje, facilitand­o el almacenaje en todo el volumen de suelo explorable por las raíces de los cultivos. Finalmente, la presencia de cobertura disminuye las pérdidas de agua por evaporació­n directa y protege la estructura del suelo del impacto de las gotas de lluvia. Todo redunda en más agua disponible para los cultivos y menos pérdidas. En síntesis, un uso más eficiente del recurso generalmen­te más escaso, el agua.

Debemos proponerno­s seguir conociendo y aprendiend­o los secretos del suelo, de manera de interpreta­rlo en pos de un manejo cada día más sostenible.

La siembra directa no es un dogma ni una ideología, es una forma de concebir la agricultur­a, basada en la ciencia

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Archivo Como recurso estratégic­o, el suelo debe ser preservado con buenas prácticas

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