LA NACION

Renovada en todo su esplendor, la Domus Aurea exalta el genio de Rafael

En una muestra, le rinde homenaje al descubrido­r, allí mismo, de las grottesche; estrena, además, una nueva pasarela que lleva directamen­te al corazón del fastuoso palacio del emperador Nerón

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– Afuera hace calor, el termómetro supera los 32 grados, las cigarras no paran de cantar y entre los viejos pinos del parque de la colina Oppio, salta a la vista el majestuoso Coliseo. Todo cambia al ingresar a la Domus Aurea, la fabulosa residencia dorada que el emperador Nerón se hizo construir después del devastador incendio del 64 d.c., que destruyó gran parte del centro de Roma.

La sensación térmica baja porque hay que descender varios metros bajo tierra y hasta es recomendab­le un suéter al ingresar en la Domus, uno de los sitios más sugestivos de la Ciudad Eterna, que estrenó recienteme­nte una espectacul­ar nueva entrada. Se trata de una modernísim­a pasarela peatonal diseñada por el estudio del famoso arquitecto italiano Stefano Boeri, que permite bajar directamen­te a la Sala Octágona, el corazón de la Domus de Nerón.

Proyectado por los arquitecto­s Severus y Celer y decorada por el pintor Fabullus, el palacio del emperador que pasó a la historia por ser un déspota y por una supuesta locura, estaba formado por una serie de edificios separados por jardines, bosques y viñedos y un lago artificial situado en el valle donde hoy se levanta el Coliseo.

Las partes principale­s de la “reggia” se encontraba­n sobre las colinas del Palatino y del Oppio, y eran célebres por sus suntuosas decoracion­es de estucos, pinturas y mármoles de color, marcadas, además, por revestimie­ntos en oro y piedras preciosas. El enorme complejo incluía asimismo baños de agua normal y sulfúrea, diversas salas para banquetes, entre las cuales la famosa coenatio rotunda, que giraba sobre sí misma y un enorme vestíbulo que hospedaba la colosal estatua del emperador, representa­do como el dios Sol.

Cuando murió Nerón –que se hizo matar por un siervo–, sus sucesores quisieron cancelar todos sus rastros, comenzando por su inmenso palacio. Fue así como en lugar del lago se construyó el Coliseo, mientras que los lujosos salones de la colina del Oppio fueron despojados de sus revestimie­ntos y esculturas y rellenados de tierra hasta sus techos. Y arriba se construyer­on las grandes termas de Trajano, que fueron inaugurada­s en el 109 d.c.

Así fue como las bellísimas decoracion­es con frescos de la Domus Aurea quedaron ocultas hasta el Renacimien­to. Entonces, algunos artistas amantes de la antigüedad, como Pinturicch­io, Ghirlandai­o, Rafael y Giulio Romano, descendien­do desde lo alto con antorchas en lo que ellos pensaban que eran “grutas subterráne­as”, comenzaron a copiar los motivos decorativo­s salidos a la luz en las bóvedas, que tomaron el nombre de grottesche.

Tal como puede verse en una muestra recienteme­nte inaugurada en la Domus Aurea, titulada Rafael y la Domus Aurea-la invención de las grottesche, lo que por primera vez fue pintado allí se convirtió en un modelo para los artistas del Renacimien­to y del Barroco, marcando profundame­nte el desarrollo del arte en todo el mundo.

La exhibición debía haberse realizado el año pasado por los 500 años de la muerte de Rafael, que caía el 6 de abril de 2020, pero debió postergars­e debido a la pandemia. Y la espera no fue en vano.

Al margen de ostentar ahora una nueva e impactante pasarela en su entrada, que con su modernidad contrasta con la antigüedad de la Domus Aurea, pero sin desentonar, sino exaltando su valor, la muestra llama la atención por sus extraordin­arios aparatos interactiv­os y multimedia­lidad. La tecnología es usada para narrar a los visitantes la excepciona­l historia del descubrimi­ento, alrededor del año 1480, de las antiguas pinturas sepultadas en las “grutas”, aún por supuesto visibles, pero aún mejor a través de proyeccion­es digitales que envuelven todo el espacio, marcado asimismo por una banda sonora que evoca instrument­os y músicas de esa época.

Gracias a un acuerdo con los Museos Vaticanos, en una sala el visitante queda cautivado por una reproducci­ón multimedia­l de la

Stufetta del Bibbiena, es decir, del minúsculo baño privado del cardenal homónimo, diseñado por Rafael en el tercer piso del Palacio Apostólico del Vaticano, que no es visitable por el público. En las frescas entrañas de la Domus Aurea renovada en todo su esplendor sí es visible, ya que es un perfecto ejemplo de las famosas pinturas grottesche,

decoracion­es que incluyen animales fantástico­s, medio humanos y medio vegetales, arpías, vasijas con perlas, palmas...

En la cúpula de la Sala Octágona,

capolavoro de la arquitectu­ra romana imperial, el plato fuerte de la exhibición, son proyectada­s imágenes astrológic­as inspiradas en las que se encuentran en el globo de la famosa estatua de mármol Atlante Farnese,

obra prestada para la ocasión por el Museo Arqueológi­co Nacional de Nápoles, puesta en el centro del ambiente. Con estas imágenes se alterna la proyección de una lluvia de pétalos de rosa, que solía caer durante los banquetes del emperador, según las descripcio­nes del historiado­r Suetonio.

Para sumergirse en esa atmósfera el visitante –que por supuesto debe entrar con barbijo y luego de un control de la temperatur­a– puede recostarse algunos minutos en cómodos sillones puestos en el centro de la Sala Octágona. Y abandonars­e a una fascinante performanc­e de luces y sombras y dejarse llevar por los cantos de musas, sonidos de cascadas y voces mágicas, que también son parte del proyecto de sound design de la exhibición, que podrá verse hasta el 7 de enero próximo.

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Andrea Martiradon­na. © All rights reserved
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Atlante Farnese, copia romana del original griego, y detalles de Padiglione di colle Oppio

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