LA NACION

Promesas de cartón

- María Elena Polack (De Alberto Fernández)

“Yo necesito una Argentina que se integre”.

En el realismo mágico de Gabriel García Márquez la campaña del senador Onésimo Sánchez duraba cuatro años y estaba organizada para visitar pueblos desiertos con “furgones de la farándula” y “camiones con los indios de alquiler” que se llevaban para completar “la multitud” de los actos políticos. Y en esas ceremonias proselitis­tas, Onésimo Sánchez hacía siempre promesas evanescent­es: “Seremos otros, señoras y señores, seremos grandes y felices”.

La caravana de Onésimo Sánchez se completaba con “una fachada de cartón con casas fingidas de ladrillos rojos y ventanas de vidrio” con las que tapaban “los ranchos miserables de la vida real”. ¡Cuántos Onésimo Sánchez veremos aparecer en las próximas semanas haciendo campaña con promesas vaporosas que ya hicieron varias veces y se rehusaron a cumplir! Desde el regreso de la democracia, la campaña electoral es un continuado con apenas breves recreos para que los políticos se vayan unos días de vacaciones en verano y, si la situación económica y el ánimo de la ciudadanía lo permiten, también hacer alguna escapada de invierno y salir en las revistas del corazón.

Aunque el realismo mágico de García Márquez está inspirado en su Colombia natal, algún despreveni­do podría argüir que Onésimo Sánchez es bien argentino. “Saben que no me gusta vivir en una Argentina que tiene un centro de la opulencia y periferias al norte y al sur”, dijo el presidente Alberto Fernández, reconocido vecino del lujoso barrio porteño de Puerto Madero y actual residente de la coqueta quinta de Olivos.

“Yo necesito una Argentina que se integre, que crezca y tenga las posibilida­des de desarrollo por igual”, sentenció Fernández, mientras inauguraba un discreto tramo de 40 kilómetros de asfalto de la ruta provincial 7 en el Chaco, gobernado desde 1983 alternativ­amente por radicales y peronistas del oficialism­o de turno. Casi en simultáneo y, desde el “centro de la opulencia”, el músico y emprendedo­r Fabián “Zorrito” Von Quintiero se despedía de su restaurant­e Bruni con una angustiada carta en la que enumeraba el papel del Estado entre las razones del fracaso empresaria­l.

Dos caras de la moneda del realismo mágico argentino: quien debe resolver los problemas sueña discursos evanescent­es y quien merece soñar proyectos diagnostic­a las fallas instrument­ales de los políticos gestionand­o el poder. Como bien narraba García Márquez, la Argentina se parece cada vez más a los actos proselitis­tas de Onésimo Sánchez: “De tanto armado y desarmado, el pueblo de cartón estaba carcomido y era tan pobre como el pueblo”.

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