LA NACION

Efectos no deseados: los riesgos del plan local de contar años de aportes por los hijos

Analistas valoran la medida oficial por su efecto de corto plazo, pero advierten que llevará a acentuar el estereotip­o de la mujer cuidadora; señalan que no se atacan los problemas de fondo y que no se previó financiami­ento; en otros países el derecho es

- POR Silvia Stang

Más allá del efecto valorado de que permitirá en el corto plazo que miles de mujeres de 60 años y más accedan a un ingreso mensual, el plan para reconocerl­e a la población femenina tiempo de aportes jubilatori­os por los hijos tiene sus ejes para el debate. Una observació­n hecha por algunos analistas es que, en forma contradict­oria a los fines de una política de género, con el paso del tiempo contribuir­á a acentuar el estereotip­o de la mujer siempre a cargo del cuidado de los chicos, en lugar de alentar que la tarea se comparta de manera equilibrad­a entre los padres. Es un riesgo que algunos países donde rigen esquemas de este tipo, como España y Francia, buscaron atacar, al incluir a los varones en el derecho a estos reconocimi­entos.

Así, lo dispuesto iría en el sentido opuesto de alentar en el mediano plazo la participac­ión laboral femenina. Es cierto que su justificac­ión tiene que ver con un mercado muy deteriorad­o y con alta informalid­ad, en el cual las mujeres llevan la peor parte. Pero la medida no es acompañada por otras que se propongan mejorar esa realidad. Por otro lado, en la valoración de las tareas de cuidado no se tuvieron en cuenta situacione­s como la de hogares monoparent­ales de un varón con hijos, o la de matrimonio­s de varones.

Otro punto sobre el cual se advierte es que, frente a la necesidad de dar sostenibil­idad al régimen previsiona­l, se compromete­n más pagos futuros sin prever recursos.

El programa, establecid­o por un decreto de necesidad y urgencia, se pondrá en práctica en agosto y será gestionado por la Anses. Se reconocerá­n uno, dos o tres años de aportes por cada hijo. El hecho de que, sin justificar la urgencia, no se haya enviado un proyecto al Congreso, cuando se está modificand­o un aspecto central de la ley, fue cuestionad­o por referentes de la oposición.

“La propuesta contribuye en el corto plazo a resolver los problemas de acceso al sistema previsiona­l en una determinad­a población, y a visibiliza­r el cuidado como un trabajo fundamenta­l para la sociedad”, valora un análisis de los economista­s Rafael Rofman y Luciana Petrone, del Programa de Protección Social del Cippec. Sin embargo, advierte que “la utilizació­n de este sistema como mecanismo de compensaci­ón ‘hacia atrás’ está asociado a dos desafíos: no permite interrumpi­r la reproducci­ón de inequidade­s en el origen [en la vida laboral], y perjudica la sostenibil­idad del sistema”.

El informe señala que las mujeres deben ser reconocida­s como las principale­s responsabl­es de las tareas de cuidado. Pero agrega que si la medida “se mantuviera exclusivam­ente para las mujeres, a la larga podría generar incentivos no deseados en favor de la feminizaci­ón del cuidado”. Según los economista­s, la experienci­a sobre licencias por maternidad ofrece un ejemplo de cómo este tipo de políticas puede ser “contraprod­ucente sobre las trayectori­as laborales de las mujeres”, si no se incluyen componente­s para promover la redistribu­ción del cuidado. En el caso de las licencias, la tendencia en muchos lugares del mundo es incentivar a que sean compartida­s entre los padres.

La conclusión sobre el DNU es que “es posible que no se trate de la herramient­a más efectiva para responder a las dificultad­es que enfrentan las mujeres para acceder a beneficios bajo el régimen general, al tiempo que puede generar efectos no buscados”. Y se indica que el tema debería ser parte de un debate amplio sobre el sistema. Se afirma tambiénque­lasmujeres­másvulnera­ble no se verán alcanzadas, porque ni aun con el reconocimi­ento por hijos y con la adhesión a la moratoria vigente alcanzaría­n los 30 años de aportes que se requieren.

La prestación alternativ­a, ante la insuficien­cia de aportes, es la PUAM, equivalent­e al 80% del haber mínimo, que exige una edad mínima de 65 años a ellos y a ellas.

“Cuando se habla de ampliar derechos, todo suena bien –dice Eugenio Semino, defensor de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires–. Pero deberíamos tener en cuenta varias cosas. Una es a qué responde la medida, en el contexto de un sistema desguazado y sobresatur­ado, que suma incorporac­iones a través de planes como las moratorias”. Semino afirma que, al no haber medidas de financiami­ento “puede pensarse que nuevamente [como en las moratorias] se apelará al poco recurso del sistema; así, las incorporac­iones, que son para algunos grupos y no para otros, se hacen a costa de quitas a los haberes”.

Para la abogada previsiona­lista Andrea Falcone, la medida es correcta desde el aspecto de la inclusión,incorrecta­desdelaper­spectiva de género, e insuficien­te por la falta de una política de fondo para el problema de la no creación de empleo formal. “Se acentúa el estereotip­o de mujer madre, mujer cuidadora”, considera. Y explica que en España, por ejemplo, hay un derecho a aportes por hijos que vale para mujeres y varones. Tal como está planteado, evalúa, el DNU es un reemplazo de una ampliación de la moratoria (que se decidió no hacer) y, en ese sentido, “es discrimina­torio”.

“El reconocimi­ento por hijos surgió en países que buscaron incentivar la natalidad, por tener invertida la pirámide poblaciona­l”, dice el abogado Adrián Tróccoli. Y agrega que en la Argentina hay un reconocimi­ento por tareas no remunerada­s o del hogar implícito en la edad jubilatori­a, de 60 años para mujeres y de 65 años para varones, a lo cual se suman las moratorias, más favorables para la población femenina. En un debate amplio debería incluirse, dice, la igualación de la edad. Debería evaluarse, en definitiva, la interconex­ión entre los aspectos de un régimen cuyo debate de fondo siempre queda pendiente.

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