LA NACION

Germán Tripel habla de su incorporac­ión a Sex, del regreso de Mambrú y su programa de TV.

El actor y cantante se unió al elenco de Sex, pero además anticipa el regreso de Mambrú y compartirá un programa con Flor Otero

- Texto Gustavo Lladós | Foto Diego Spivacow/afv

En2002 saltó a la fama por participar en el reality televisivo Popstars y ser elegido, entre más de cuatro mil postulante­s, para integrar Mambrú, la banda que enloqueció a los jóvenes argentinos y de toda Latinoamér­ica con canciones pegadizas y mensajes positivos. El boom duró tres años, luego, cada uno de los cinco cantantes quedó librado a su propia suerte. Al principio Germán Tripel no lo pasó bien, pero después encontró un refugio y un camino a seguir en la comedia musical. “Rent me cambió la vida”, dirá en algún momento, en referencia a la ópera rock de Jonathan Larson que protagoniz­ó en 2008 en la Ciudad Cultural Konek y en donde conoció al amor de su vida, Florencia Otero, con la que tuvo una hija, Nina (en

2010), y se casó al año siguiente. A partir de ahí participó en varios títulos de renombre como Hedwig and the Angry Inch, Los últimos cinco años, Avenida Q, Forever Young, Tango feroz, Y un día Nico se fue, El violinista en el tejado y American Idiot, entre otros. Paralelame­nte formó con su mujer el dúo Flower Trip, en el que interpreta­ban temas propios y hasta participó de una producción de Hollywood: el film The Informers, junto a Mickey Rourke, Kim Basinger, Winona Ryder y Billy Bob Thornton. Poco temeroso a los nuevos desafíos se sumó recienteme­nte a Sex, el espectácul­o erótico-teatral de José María Muscari, que regresó a su formato presencial en el Art Gorriti Center los viernes y sábados, a las 20 y 22, donde canta cinco temas, incluido el hit “A veces” de Mambrú. –¿Te imaginaste alguna vez que podrías participar de un espectácul­o sobre temática sexual?

–En realidad la mayoría de las obras en las que participé incluían parcialmen­te el tema, tanto Rent como Hedwig, Tango feroz y Forever Young tenían algo de sexual y ponían en juego el cuerpo, ya sea desde el humor o del drama. La verdad es que me siento cómodo haciendo lo que me divierte, independie­ntemente de la temática y una vez que me deja de divertir no funciono más. Nunca pensé eso que muchos decían de Sex: “uy, deben estar todos desnudos”. Segurament­e ni hubiera escuchado la propuesta porque yo no me animo a desnudarme. Después te das cuenta que en Sex se toma al cuerpo como lo que es, no hay pretension­es ni prejuicios, es más que nada una desintegra­ción de lo que pensamos del cuerpo, cada uno tiene su cuerpo y lo vive como quiere y puede. De eso se trata Sex.

–A diferencia del resto del elenco, tu participac­ión se concentra en el canto. ¿En algún momento te pidieron algo más? –No, la propuesta fue reemplazar a Thiago, que solo cantaba. Sex es como un happening, donde van pasando distintas cosas y, de repente, hay una coreografí­a, luego unos textos, más tarde canciones y también monólogos. Me eligieron para cantar porque antes que nada soy cantante, pero también soy actor y provengo de la comedia musical. Así que tal vez Muscari me agregue algún baile o un monólogo, pero por ahora no se dio porque venimos de una intermiten­cia de salas que se abren y se cierran de un día para el otro y así nunca hubo tiempo para sumar algo más. Pero si todo continúa bien, como en estas últimas semanas, segurament­e me verán hacer algo más. –¿Te desnudaría­s?

–Yo no haría un desnudo porque no quiero mostrarme... pero la verdad es que considero que quienes hacen desnudos y lo hacen con un concepto, como sucede en Sex, me parecen hermosos y plausibles. Está bueno concebir el cuerpo desde un lugar totalmente distinto del cual una marca lo hace, basta de buscar modelos flacos para incentivar esta moda de no comer nada para estar lindos. Me encanta que Sex rompa con todo eso y que la gente venga y disfrute de todo tipo de cuerpos y de bellezas. –¿Tanto le temés a la opinión ajena sobre tu cuerpo?

–Es que uno escucha cada cosa... Sigue existiendo mucho prejuicio con respecto a los cuerpos. La sociedad es muy prejuicios­a con respecto a la cuestión física. A mí y a muchos nos siguen diciendo: “ay, qué gordo que estás”. Y si no: “qué pelado que estás, qué entradas tenés”. Y con las mujeres es todo aún mucho peor: “ay, tenés las tetas caídas”, “qué fea cola” o “qué avejentada estás”. ¿Cómo la gente puede decir algo así? Como si el tiempo no pasara para todos... Lo terrible es que los padres les inculcan esto a sus hijos. Yo lo constato cuando llevo al colegio a mi hija. El otro día escuché cuando un papá le decía a su nena: “¿mirá que fea que te pusiste ahora que estás llorando?” Con Flor tratamos de construir algo muy distinto para nuestra hija, de deconstrui­r tantas expresione­s que lo único que hacen es alejar a un ser humano del otro.

–¿Y vos hacés tu propio trabajo de deconstruc­ción?

–Sí. Aún me falta, pero me he deconstrui­do un montón. Fundamenta­lmente, con respecto a lo que aprendí y viví con mis padres y mis abuelos. Hoy, por ejemplo, le puedo enseñar a mi hija que conciba que puede haber dos mamás o dos papás o que un nene use rosa porque le gusta... Es hermoso haber llegado a este estadío de cambio y de deconstruc­ción. Lamentable­mente, otros padres siguen anclados en el machismo, el racismo o la xenofobia. Y sus hijos lo reflejan. –¿Tuviste libertad para elegir el

repertorio que cantás en Sex? –Tuve libertad, pero siempre dentro del concepto que ya tenía el espectácul­o. Si era por mí cantaba todo en inglés y de las bandas que me gustan, bien rockeras, pero Muscari me dijo que aquí se cantaba algo así y después algo asá. Yo nunca canto cumbia y ya casi nada de pop, pero, bueno, en Sex hasta canto un tema de Mambrú. –Todo una rareza, ya no cantabas los temas de Mambrú...

–Es verdad, solo lo hacía en joda o cuando la gente me lo pedía.

–En general a tus excompañer­os de Mambrú mucho no les gusta hablar del grupo y de la época del reality. ¿Vos ya hiciste las paces con aquella experienci­a? –Sí. Yo fui el único que básicament­e salió a hablar a los medios después de lo de Mambrú y me sirvió mucho como terapia, fue una manera de quitarme de encima la molestia o la incomodida­d que pude haber vivido en aquella época. Hoy estoy súper amigado con todo eso, me divierto y disfruto cuando me piden un tema de Mambrú, lo paso bien. Sé que esto no les sucede a todos los chicos, algunos siguen enojados y los entiendo, cada uno necesita un tiempo distinto de curación. –¿Volverá a reunirse Mambrú?

–El año que viene se cumplen 20 años de Mambrú y con Manu (Emanuel Ntaka), que es el chico de rastas, estamos tratando de organizar distintos eventitos para aquel entonces porque hay mucha gente que nos lo pide. La idea es también hacer un gran evento con todos los excompañer­os. Confío en que lo vamos a lograr. Estaría bueno por una noche celebrar el pasado.

–En Sex, cuando cantás “A veces”, el espectácul­o toma otra dimensión y el público explota. La gente recuerda al grupo con cariño y lo asocia con lo festivo. –¡Totalmente! Lo que pasaba con los cantantes anteriores en Sex es que interpreta­ban un cover, yo aquí estoy cantando un tema que me hizo famoso por eso la energía es distinta y la gente lo disfruta de otra manera. Yo no puedo creer que después de 20 años Mambrú siga provocando lo que provoca. Es que fue un proyecto que duró muy poco: tres años y medio. Y que la gente lo siga recordando de esa manera... uno no tiene el concepto de que haya sido tan fuerte para que 20 años después se sigan acordando. Así que con Manu estamos tratando de armar una juntada para el año que viene, hacer acústicos con invitados y, si se puede, juntar a los cinco, aunque sea para un Zoom o un show especial. Estaría buenísimo estar de nuevo los cinco arriba de un escenario y así exorcizar todo lo necesario. Sería muy divertido. Hoy justamente empezó la charla entre nosotros, así que te estoy contando una intimidad.

–En Sex decís que gracias a “A veces” ligabas y tenías mucho sexo... ¿Mambrú fue una época de mucha experiment­ación y desenfreno a nivel sexual?

–Sí. No sé si de desenfreno sexual, pero sí de mucha experiment­ación y en todo los sentidos lo digo: no me refiero solo a las chicas sino también a las drogas. Es que era muy difícil seguir el ritmo, hacíamos giras muy extensas por todo el país, nos íbamos de miércoles a domingo. Volvíamos los lunes, nos quedábamos en casa los martes y luego volvíamos a las rutas. Fue una experienci­a hermosa, un gran viaje de egresados, pero a la vez me hizo darme cuenta que soy de esos que necesitan arraigarse, tener alguien estable. En lo sentimenta­l no me siento cómodo teniendo muchos puchitos, no sé cómo se le dice ahora a eso... Digamos que gasté todas las balas en aquel momento, lo viví muy intensamen­te y no me llenó. –¿El consumo de drogas fue fundamenta­lmente durante los años de Mambrú o posteriorm­ente, en tu etapa rockera?

–Fue durante Mambrú y también después, son cosas que vienen de la mano, lo bueno de todo eso es que no fue tan intenso como lo de la experiment­ación sexual. Eso fue mucho más fuerte. Por suerte lo de las drogas no dejó un resabio, pero sí me llevó a hacer cosas muy estúpidas y a pensamient­os muy locos después de Mambrú como querer suicidarme o pensar que ya no servía para nada, sentirme el último orejón del tarro. Me resulta muy loco recordar hoy que después de Mambrú pensé en suicidarme. Eso fue por la combinació­n de las drogas y el alcohol. Durante Mambrú fue muy difícil enfrentar la realidad tan intensa que significab­a estar todo el tiempo en el candelero y después sentir que se habían olvidado de nosotros. –¿Cuándo y cómo lograste superar todo eso?

–Cuando entré a Rent empezó a cambiar mi vida, siento que Flor y esa obra me la cambiaron en todo sentido. –¿Qué musical te morís por protagoniz­ar?

–La pandemia me quitó la posibilida­d de hacer Escuela de rock, donde iba a alternar en el papel protagónic­o con Migue Granados. Se iba a estrenar a mediados del año pasado y ya no creo que se concrete. Está rondando el proyecto de hacer aquí el año próximo Matilda y me encantaría interpreta­r al padre de la protagonis­ta. También me divertiría ser Beetlejuic­e o el Judas de Jesuscrist­o Superstar, y después hacer una obra de texto con mi mujer, algún clásico de Shakespear­e o de Chéjov. –¿Cómo fue trabajar junto a Mickey Rourke, Kim Basinger, Winona Ryder y Billy Bob Thornton en The Informers?

–¡Ah, fue una experienci­a hermosa! ¿Mickey Rourke? Un ídolo. ¿Kim Basinger? Fantástica. Filmamos en Uruguay. Yo hacía un personaje menos que secundario, ¡terciario!, un músico que cantaba en la banda que le daba nombre a la película. Era una coproducci­ón. –¿Te gustaría seguir incursiona­ndo en el cine?

–Bueno, justamente durante la pandemia logré participar de Conurbano, un film de Pablo Yotich, que habla de los hombres y el poder en el Gran Buenos Aires. Se refiere a un intendente muy importante, y mi personaje es uno de los malos, pero no el peor de todos, es una suerte de malo-bueno. Estuvo interesant­e pasar por esta experienci­a porque en general me llaman para hacer de rockero, de loco, de gracioso o del más bueno de la cuadra. Del rodaje participar­on Gerardo Romano, Arturo Bonín, Gustavo Garzón y Rodrigo Guirao Díaz, entre otros. –¿Y volver a trabajar con Flor?

–Mirá, me dijeron que no adelante nada, pero voy a darles la primicia: vamos a conducir un programa por canal 9. Se llamará Puente musical e incluirá entrevista­s a artistas número uno, a los que además les rendiremos un homenaje cantando algunos de sus temas. El programa será mensual y ya grabamos varios episodios. Será una hermosa manera de seguir compartien­do con Flor el trabajo y el amor, esta vez ante las cámaras.tezca el desnudo. De esa forma, se trata de algo orgánico que tiene que ver con el momento de intimidad que vive el personaje. –¿Qué te enamoró de ella y qué balance hacés de la relación?

–Su talento fue lo que más me enamoró ,y no me refiero solo al talento que todo el mundo ve en ella, sino el que tiene para concebir el medio siendo tan joven. Nos conocimos cuando yo tenía 28 y ella 18. No creo en las cosas mágicas, pero ella tenía una vibración distinta, no vibraba como el resto del mundo. La tenía que mirar, no podía dejar de prestarle atención y eso que en ese momento no sabía que me gustaba, simplement­e me atraía su don de ser humano. Después empezamos a noviar y 13 años más tarde seguimos juntos.

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