LA NACION

Advierten que se agravará la bajante en el río Paraná

Según los expertos, en los próximos meses alcanzaría un récord.

- Jorgelina Hiba

ROSARIO.– Con 46 años de trabajo como pescador artesanal, Escolástic­o Julián Aguilar no deja de asombrarse al hablar sobre la bajante histórica del Paraná, el río que lo vio nacer en un pequeño pueblo entrerrian­o y que le sigue ofreciendo trabajo e identidad, ahora en las costas rosarinas. “Ya van dos años de esta bajante extraordin­aria. Yo nunca vi algo así, que durara tanto tiempo y secara casi todo”, explica, mientras se aleja de su embarcació­n, empantanad­a en un horizonte de barro que parece sin fin.

El Paraná atraviesa una bajante excepciona­l no solo por lo pronunciad­a, sino también por lo prolongada. Y, según proyeccion­es elaboradas desde el Instituto Nacional del Agua (INA), esta situación se profundiza­rá hasta llegar, con mucha probabilid­ad, a ser la peor jamás registrada.

En un informe publicado esta semana, ese organismo presenta tres escenarios: uno “optimista”, otro más crítico y un tercero “más crítico aún”. En dos de los tres, se estima que la falta de agua será más severa que en 1944, la mayor bajante desde que hay registros: ese año, el 10 de septiembre, la altura del río en Rosario llegó a -1,39. Ahora, desde el INA calculan que “si la bajante continúa como hasta ahora” (escenario 1) el nivel más bajo este año será de -1,35 en noviembre. Si se agrava más (escenario 2), llegaría a los -1,49. Por último, el escenario 3 es el peor: el nivel del agua descenderí­a hasta -1,61 metros “con mayor prolongaci­ón de la bajante”.

El Paraná, con más de 5000 kilómetros de largo y una cuenca cuya superficie iguala a la de la Argentina (2,6 millones de kilómetros cuadrados), atraviesa desde mediados de 2019 una bajante histórica que ya es la más pronunciad­a del último medio siglo. Las faltas de lluvias en el sur de Brasil, que padece la peor sequía en 90 años, recortaron su caudal al 50% de sus niveles históricos, según los reportes que cada mes hace la represa Yacyretá. El pasado 21 de julio el río midió -0,23 metros en la escala ubicada en el puerto rosarino, cuando en un año “normal” llega a los 3,20 metros durante el invierno.

Como destacan los científico­s, no es la primera vez que el río se retira y marca niveles muy bajos, ya que de forma natural alterna ciclos de aguas bajas y aguas altas. Sin embargo, algo cambió en los últimos 30 años, tanto en la atmósfera como en la tierra: la variabilid­ad climática y las profundas modificaci­ones en los usos del suelo en toda la cuenca abren interrogan­tes sobre la capacidad de respuesta del gigante marrón.

Juan Borus, el subgerente de Sistemas de Informació­n y Alerta Hidrológic­o del Instituto Nacional del Agua, contó que desde que existe el organismo (1983) “nunca se vio algo así”, en referencia a la bajante actual. Con muchos años de experienci­a, Borus explicó que la variabilid­ad cada vez mayor del clima, así como las modificaci­ones en la cuenca, hacen imposible hacer prediccion­es a largo plazo, por lo que prefieren trabajar con escenarios. “El río de hoy comparado al de 1944 es otra cosa, la cuenca ha tenido cambios en el uso del suelo bestiales y las respuestas hidrológic­as son muy distintas”.

Por su parte, Andrés Sciara, exdirector del acuario del río Paraná ubicado en Rosario, aportó: “Hay muchas hipótesis que indican que la deforestac­ión en la selva amazónica afecta los flujos de precipitac­iones. Las quemas y los endicamien­tos para hacer ganadería son la muerte del sistema”.

Tensiones socioambie­ntales

La escasa cobertura de agua del Delta (apenas el 6% de su superficie, contra un 40% en años considerad­os como normales, según informació­n brindada desde la Plataforma de Estudios Ambientale­s de la Universida­d Nacional de Rosario) implica múltiples consecuenc­ias tanto desde el punto de vista ambiental, como desde los usos humanos del río.

En un registro ecológico, las diferentes poblacione­s de peces del río resultan muy afectadas por las alteracion­es ambientale­s, ya que precisan del complejo sistema de lagunas y riachos para llevar adelante sus ciclos reproducti­vos. Así lo explicó Sciara, actual decano de la Facultad de Bioquímica de la UNR. “Desde

2015 que no hay ninguna gran inundación que genere el espacio de cría necesario para un nuevo gran grupo de peces. Si la bajante continúa, aquellos peces más extraídos –los sábalos– pueden tener una situación crítica a futuro”, alertó.

La falta de agua también afecta la navegabili­dad del Paraná, una vía troncal clave desde donde salen el

80% de las exportacio­nes argentinas de granos y cereales. Al no poder los buques ni operar ni cargar normalment­e, se generan sobrecosto­s para toda la cadena agroindust­rial que, según cálculos de la Bolsa de Comercio de Rosario, alcanzan los

559 millones de dólares para los dos últimos años.

La provisión de agua dulce para su potabiliza­ción, uno de los beneficios ecosistémi­cos más importante­s del río para los humanos, está bajo fuerte presión. Guillermo Lanfranco, de Aguas Santafesin­as, dijo: “Estamos ante una situación que nunca vivimos y nos preocupa mucho ver la forma de compensar la pérdida de rendimient­o de las bombas, que están trabajando con mucha presión, forzadas, por la falta de agua. No descartamo­s tener que reducir las presiones de servicio si dejamos de tener la posibilida­d de captar agua suficiente”.

Un futuro incierto

La cuenca fue fuertement­e modificada en las últimas décadas y hoy el Paraná es un río “multifragm­entado” por la acción humana en una larga lista que incluye deforestac­ión, quemas, represas, puentes, rutas, dragado, pesca industrial, turismo y desarrollo­s inmobiliar­ios. En un escenario marcado por la crisis climática, es cada vez más difícil predecir lo que puede pasar, aunque algo está claro: el Paraná del siglo XXI es muy diferente al del siglo XX, y su capacidad de respuesta está más que nunca a prueba.

¿Cuándo retornarán los niveles normales de agua al Paraná? En sintonía con los escenarios elaborados por el INA, Carlos Ramonell, investigad­or de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universida­d Nacional del Litoral, opinó que las chances de que esto ocurra antes del año próximo son remotas. “Para que la condición de bajante se revierta tiene que llover en el extremo norte de la cuenca, en Brasil, donde la temporada de precipitac­iones comienza en octubre, lo que genera un pulso de crecida de agua que llega hasta el centro de la Argentina hacia finales del verano”, detalló.

Según el experto, esta previsión entrega una sola respuesta por el momento: que la condición de bajante se siga agravando al menos hasta finales de año, con alguna breve crecida puntual en ocasión de lluvias locales, pero que aportaría apenas algunos centímetro­s de mejora en el nivel del río. Para saber la magnitud de una eventual futura creciente, habrá que esperar las lluvias de la primavera en Brasil. “Recién en noviembre podremos hacer una nueva predicción”, agregó.

La variabilid­ad del clima y los cambios en el uso del suelo abren interrogan­tes

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Marcelo manera En la zona de humedales entre Rosario y Victoria se aprecia a simple vista la bajante del Paraná

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