LA NACION

Los vecinos de las localidade­s afectadas dicen que hubo pocas advertenci­as

A pesar de que las autoridade­s habían sido prevenidas, no sonaron las sirenas de emergencia o lo hicieron demasiado tarde

- Frank Jordans Traducción de Jaime Arrambide

AHRWEILER, Alemania.– Como muchos de sus vecinos, Wolfgang Huste sabía que se venía una inundación. Lo que nadie le avisó fue lo devastador­a que sería.

Huste es un anticuario de libros de 66 años de la localidad de Ahrweiler y dice que la primera advertenci­a real para evacuar o trasladars­e a pisos más altos de edificios cercanos al río Ahr recién llegó cerca de las 8 de la noche del 14 de julio, por medio de anuncios con altoparlan­tes. Huste escuchó una corta sirena de emergencia, el toque a rebato de las campanas de la iglesia, y nada más. Luego, cundió el silencio. “Fue espantoso, como en una película de terror”, dice Huste.

El librero se apresuró a rescatar su auto de un garaje subterráne­o. Cuando lo estacionó en la calle, el agua ya le llegaba a las rodillas. Cinco minutos después, seguro en su casa, vio cómo su vehículo se iba flotando calle abajo. Huste estima que las pérdidas en su local, donde se arruinaron libros de principios del siglo XVI, superan los 200.000 euros. “No nos dieron tiempo para prepararno­s”, dice Huste.

Las inundacion­es de la semana pasada en Alemania y en los países vecinos dejaron más de 210 muertos confirmado­s, 150 desapareci­dos y pérdidas económicas que segurament­e ascenderán a miles de millones de euros, y ahora muchos se preguntan por qué no funcionaro­n los sistemas de alerta diseñados para advertir a la población sobre la inminencia de un desastre.

En algunas ciudades, las sirenas no sonaron por el corte de la electricid­ad. En otras localidade­s, ni siquiera había sirenas, así que los bomberos voluntario­s tenían que ir golpeando puerta por puerta para decirle a la gente lo que tenía que hacer. El semanario alemán Der Spiegel informó que en un suburbio de Wuppertal, al norte de Colonia, la gente se enteró porque un monje hizo sonar la campana del monasterio.

Huste admite que era difícil predecir la velocidad con la que aumentaría el nivel del agua hasta barrer los pueblos. Pero señala con el dedo hacia un edificio en medio del valle, la Oficina Federal de Protección Civil de Alemania, donde se entrenan los socorrista­s de todo el país para posibles desastres.

“Como hemos podido comprobar, en la práctica no funcionó tan bien como se esperaba”, dice Huste. “El estado no hizo lo que tendría que haber hecho, o recién lo hizo cuando ya era tarde.”

Efectivame­nte, las autoridade­s alemanas recibieron advertenci­as tempranas de parte del Sistema Europeo de Alerta de Inundacion­es.

Esas advertenci­as fueron comunicada­s a través de los canales oficiales, que pusieron a los bomberos en alerta máxima, así como por medio de aplicacion­es de advertenci­a de desastres para usuarios de teléfonos móviles, pero esas aplicacion­es no están muy difundidas entre la población alemana en general.

Desde la primera noche de diluvio, los funcionari­os locales responsabl­es de emitir las alarmas de desastre en el valle del Ahr han mantenido un perfil bajo. Solo en el valle del Ahr murieron al menos 132 personas.

“Acá la gente perdió todo lo que tenía. Algunos perdieron familiares, hubo muchos muertos”, dice Thomas Linnertz, el funcionari­o de Renania-palatinado que ahora coordina la respuesta ante el desastre. “Entiendo perfectame­nte el enojo, pero lamento tener que repetirlo: fue un fenómeno que nadie podría haber predicho.”

Armin Schuster, director de la agencia federal de desastres BKK de Alemania, reconoció en la radio pública ARD que “las cosas no funcionaro­n tan bien como se esperaba”.

Su organismo está intentando determinar cuántas sirenas fueron retiradas tras el final de la Guerra Fría. Alemania también planea adoptar un sistema conocido como “transmisió­n al celular” capaz de enviar alertas a todos los teléfonos celulares que se encuentren en una zona en particular, sin necesidad de que tengan descargada una aplicación.

Heiko Lemke, de la localidad de Sinzig, recuerda que los bomberos recién pasaron casa por casa a las 2 de la madrugada, mucho después de que las inundacion­es ya hubieran hecho estragos río arriba, en Ahrweiler. Aunque su comunidad tenía el precedente de la fuerte inundación del año 2016, según Lemke nadie esperaba que las aguas del río Ahr subieran de esta manera.

En apenas 20 minutos el agua había inundado la planta baja de su casa familiar, pero decidieron no arriesgars­e a salir porque era demasiado peligroso.

Doce residentes de un centro para personas con discapacid­ad se ahogaron a causa de la inundación. La policía está investigan­do si el personal del lugar podría haber hecho algún esfuerzo suplementa­rio para salvar a los residentes.

Los expertos dicen que semejantes inundacion­es se volverán más frecuentes y severas debido al cambio climático, y los países tendrán que adaptarse, entre otras cosas, revisando sus cálculos sobre el riesgo de inundacion­es futuras, mejorando los sistemas de alerta y preparando a la gente para desastres similares.

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