Dislate con la Sputnik
Desatada la pandemia a principios del año pasado, y en busca de la única alternativa –la vacuna–, el Gobierno decidió a los pocos meses encarar el tema con la elección de la de origen ruso, en negociaciones encomendadas a personas de segundo o tercer nivel de las áreas de la salud. Así se anunció oportunamente la compra casi exclusiva de más de 18 millones de unidades. Se hablaba ya de dos etapas de aplicación, y también de que la segunda etapa podía presentar algunas dificultades. Se informó de 30 días de diferencia entre una y otra, después se agregaron algunas semanas, y finalmente 90 días entre la primera y la segunda dosis. Con estupor empezó el retraso en el envío, y la llegada de la segunda dosis es mínima con respecto a la primera. No obstante, el Presidente llegó a decir que estábamos “venciendo a la pandemia”, haciendo comparaciones desafortunadas con otros países como Suecia, Chile y Uruguay, que la realidad transformó en ridículas. Finalmente estamos inmersos en una esperanza que se vuelve cada vez más tortuosa. La aparición de un mail, días atrás, nos muestra a una funcionaria, gestora de estos acuerdos, que reclama casi con temor el cumplimiento de lo acordado. Descubrimos que nunca existió una gestión oficial a través de la Cancillería ni que haya intervenido la embajada argentina en Rusia. Todo un dislate, agravado por el hecho de que sabiendo de este faltante siguieron aplicando la primera dosis cuando hay más de 4 millones de argentinos esperando la segunda ya vencidos los plazos para completar la vacunación. A los ya miles de muertos se suma la angustia de los millones con alteraciones psíquicas que estamos a la espera de algún descubrimiento de la ciencia para ver cuáles son las posibilidades de vida en esta pandemia.
Si no fuera tan grave la situación, podríamos decir que Fellini la llevaría con su magia a una pantalla, y si viviera Vaccarezza, escribiría el más grande sainete de la Argentina.
José María García Arecha (h.) Exsenador de la Nación (UCR-CABA)