Gimnasta a los 46 y mamá luchadora, se retiró y todos la aclamaron
Olímpica por 8. la uzbeka chusovitina emocionó con su adiós y su historia de amor a un hijo enfermo
Tokio 2020 se estremeció de la emoción. Jueces, rivales, entrenadores, voluntarios y periodistas, el único público en el gimnasio Ariake, despidieron de pie y con una ovación a la gimnasta uzbeka Oksana Chusovitina, que compitió en los Juegos Olímpicos por octava ocasión. En este caso, a una edad extraordinaria para una gimnasta: 46 años.
Chusovitina, que comenzó su camino olímpico en Barcelona 1992 como miembro del Equipo Unificado (un conglomerado de deportistas soviéticos hasta poco tiempo antes), participó en Tokio sólo en su especialidad, el salto.
Luego de comprobar que la nota de sus dos intentos (14,166 puntos) no le alcanzaría para entrar a la etapa final, la uzbeka dibujó un corazón con las manos en señal de despedida mientras decía “adiós” mirando a las cámaras. De inmediato, las jueces la ovacionaron y se les unió el resto. Chusovotina compitió con un gran número 8, por sus participaciones olímpicas.
Nació en Bujará el 19 de junio de
1975 (22 años antes de la estadounidense Simone Biles, la superestrella actual estrella de la gimnasia). En
1988 ganó el campeonato nacional juvenil de Unión Soviética y al año siguiente, en el que cayó el Muro de Berlín, pasó a competir en la categoría absoluta. En 1992, ya disuelta Unión Soviética, actuó en los Juegos de Barcelona por la Comunidad de los Estados Independientes y ganó una medalla dorada en un equipo que contaba con gimnastas de Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Más tarde, en Pekín 2008, ganó la plateada en salto... como alemana. ¿Por qué?
Chusovitina es una de las pocas mujeres que regresaron a la gimnasia de alto nivel siendo ya madres. Tras el nacimiento de Alisher, dejó la actividad, y cuando el niño tenía tres años le diagnosticaron leucemia. Ella y su esposo vendieron todas sus pertenencias y se radicaron en Alemania. Aún así, el dinero no era suficiente para los tratamientos. Oksana hizo una campaña para recaudar y volvió a competir para visibilizar su historia. Y representado a Alemania actuó en Pekín 2008 y Londres 2012. Su hijo se curó y ella continuó adelante, en parte, en agradecimiento al apoyo.
Ahora promete seguir vinculada con su deporte: añora abrir una academia de gimnasia en Tashkent, Uzbekistán, para ayudar a las jóvenes generaciones. De algún modo, ya lo había hecho. En su propia casa.