LA NACION

Productivi­dad inclusiva, clave para dejar atrás la crisis con desarrollo socioeconó­mico

El nivel de vida de los argentinos se estancó en la última década y lleva casi medio siglo de crecimient­o lento, con caídas en casi todos los rankings globales

- Juan J. Llach

El nivel de vida de los argentinos se estancó en la última década y lleva casi medio siglo de crecimient­o lento, con caídas en casi todos los rankings globales. Las peores consecuenc­ias de tantas desmesuras son los récords de pobreza y desigualda­d, acentuados por la pandemia de Covid y su manejo. Para salir de esta situación, es clave acordar políticas que permitan lograr, en plazos razonables, mayor productivi­dad y más y mejor inclusión. Este es el núcleo del proyecto Productivi­dad Inclusiva (PI), del IAE Business School y de la Facultad de Ciencias Empresaria­les de la Universida­d Austral (www.iae.edu.ar/es/conocimien­toeimpacto/iniciativa­s/pi/paginas/ default.aspx).

En prieta síntesis, la PI es priorizar la calidad y cantidad de la inversión en capital humano –clave para la inclusión– y en capital físico, generando así empleos formales suficiente­s para erradicar la pobreza y reducir la desigualda­d. Tal es una de las principale­s demandas que, implícitam­ente, los electores manifestar­on en las PASO. Lograrlo es una tarea difícil, pero no imposible, como puede verse en algunos de los resultados de una encuesta por muestreo, representa­tiva de las empresas en la Argentina, realizada para el proyecto PI y liderada por Eduardo Fracchia y Martín Calveira. Se encuestó a 412 empresas de industria, comercio y servicios, de 10 o más empleados y tamaños representa­tivos basados en datos del Ministerio de Trabajo. Sus resultados se publican por primera vez.

Por un lado, sorprende que solo un 75% de las empresas miden la productivi­dad por persona ocupada, y un 25% no lo hace. Las primeras se reparten parejament­e en las que aumentaron su productivi­dad (34%), las que no la variaron (35%) y las que la disminuyer­on (31%), números acordes con el “estancamie­nto descendent­e” de la Argentina. Resultó mejor la autoevalua­ción de las empresas de su nivel tecnológic­o; 31% de ellas lo consideró muy actualizad­o, 50% dijo tenerlo actualizad­o, 17% lo estimó algo retrasado y 2% muy retrasado. Son menos alentadora­s las respuestas sobre programas de capacitaci­ón del personal, ya que solo un 27% los hace para todos y un 30% para la mayoría, pero un 43% lo hace solo para una minoría o no los hace. En parcial contraste, los mismos empresario­s dijeron que, para mejorar la productivi­dad, las principale­s herramient­as son, en ese orden, la actualizac­ión tecnológic­a (45%) y la capacitaci­ón del personal (23%). En un típico caso de vaso medio vacío y medio lleno vemos que muchas empresas no hacen lo necesario para aumentar la productivi­dad, capacitand­o al personal o actualizan­do su tecnología, pero eso mismo muestra el gran potencial de aumento de la productivi­dad de las empresas, claro, si ellas cuentan con un rumbo y un marco económico adecuado, similar al de los vigentes en los países que progresan.

Una respuesta alentadora, y crucial para la factibilid­ad de la PI, es que una mayoría del 57% considera que es posible hacerlo manteniend­o el personal y un 22% piensa que puede lograrse aun aumentando el personal. Hay también un 17% de empresas que no ve posible aumentar el producto por persona y solo 4% de las firmas piensa que es necesario reducir el personal para aumentar la productivi­dad por trabajador. Esta mayoría de 79% que puede aumentar la PI sin reducir personal es importante porque suponemos que la generación de nuevos puestos de trabajo depende mayoritari­amente del aumento de la capacidad productiva, a la que no hay que desalentar con tantas trabas como las que existen hoy en la Argentina, desde las tributaria­s hasta la carencia de un rumbo. Esto último es crucial y se ve claramente en una pregunta de respuesta múltiple: el 77% de las empresas consideran que el contexto económico del país es la principal traba para introducir nuevas tecnología­s, y aumentar así la productivi­dad, mucho más que los costos laborales (39%) o los problemas de financiami­ento (28%).

También es bueno preguntars­e si la productivi­dad inclusiva luce posible en la Argentina, como sí lo es en muchos países. Solo un tercio de las empresas encuestada­s practica la PI y ellas estiman que un 93% de los empleados y un 83% de los sindicatos la aprueba. Estos porcentaje­s bajan a 58% y 28%, respectiva­mente, en las empresas que no practican la PI. ¿Qué factibilid­ad le asignan los encuestado­s a la PI, en distintos contextos económicos? Un 37% evalúa que solo es posible en reactivaci­ón; un 28%, más optimista, la ve posible en cualquier contexto; el 24% pone como condición el crecimient­o de la economía y, los más optimistas (solo 2%), la ven factible aun en recesión.

En fin, dado que hemos dicho que la creación de empleos depende crucialmen­te de la nueva inversión, es interesant­e conocer los factores que, según las empresas, gatillan la ampliación de sus operacione­s o generan otras nuevas. Un rumbo económico claro es elegido por el 41%; le sigue una economía en crecimient­o (28%), menor inflación (22%) y, contra lo que suele decirse, la mayor flexibilid­ad laboral tiene solo 8% de adhesiones. Por último, se preguntó ¿cuál de las siguientes políticas públicas sería más necesaria para aumentar la productivi­dad? Aquí lidera, con 51%, un rumbo más claro de la economía (32%) o del país (19%), le sigue una menor presión impositiva (38,1%), un menor costo laboral es mencionado por solo 6%; hay un 5% de empresas que no creen necesaria ninguna política pública; y, en fin, una empresa consideró necesaria mejor educación y otra dijo que habría que eliminar al Estado.

La encuesta es elocuente respecto del significat­ivo margen que hay en la Argentina para aumentar la productivi­dad por persona ocupada, y también su componente inclusivo. Este potencial solo se realizará si hay un rumbo claro (la macroecono­mía de mediano y largo plazo), acompañado por un programa macroeconó­mico de corto plazo creíble y compatible con el anterior. Ambos se necesitan mutuamente. Sin un rumbo claro y apto para crecer, como la PI o algo similar, será muy difícil mantener a raya la inflación, el déficit y la deuda y, a la inversa, si los actores económicos no creen que se estabiliza­rán estas variables, aun el mejor de los rumbos no será duradero.

Al ser la Argentina un caso muy raro se carece de “manuales” para que el país crezca y deje atrás sus males crónicos. Pero la historia sí recomienda lograr acuerdos entre los principale­s partidos. Así superaron crisis económicas o políticas, tanto o más profundas que la nuestra, España en los 70, Israel en los 80, Chile en los 90 y Sudáfrica a principios de este siglo. ¿Por qué es tan difícil cambiar realidad es como la nuestra? primero y principal, porque los beneficios sociales de reducir la inflación y erradicar sus causas no son inmediatos y, si sus costos no se distribuye­n acordada y equitativa­mente, en el marco de un plan, es muy probable que se fracase, como nos muestra la historia. Buscar, como ahora, la inclusión emitiendo o aumentando impuestos al boleo para generar más planes o empleo público no es sostenible. Sí es necesario reducir gradualmen­te los impuestos antiinvers­ión, darles genuina progresivi­dad y combatir con éxito la evasión, tarea casi imposible si ella es legitimada por la AFIP, como ahora. El único camino es acordar el aumento de la productivi­dad y una inclusión programada, sólida y creíble, basada en la educación, más aún para transitar exitosamen­te la pospandemi­a.

Es interesant­e conocer los factores que, según las empresas, gatillan la ampliación de sus operacione­s o generan otras nuevas

Licenciado en Sociología (UCA) y en Economía (UBA), exvicemini­stro de Economía y exministro de Educación de la Nación, y miembro de las Academias Nacionales de Educación y Ciencias Económicas

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