LA NACION

Rossi refresca la receta y Boca se hace fuerte en los penales

Bajo la actual gestión, el club de la Ribera cosechó su quinto triunfo por esa vía; del “celular de Dios” al influjo de Riquelme

- Franco Tossi

Hace muchos años, cuando Carlos Bianchi formó un Boca ganador, existía una sentencia vinculada con que el entrenador tenía “el celular de Dios”. Que en las instancias definitori­as recibía una ayuda divina y salía victorioso. Esas etapas eran los penales, una costumbre de sus primeros ciclos. En el club, hoy, hay un hijo pródigo del ex técnico. O, mejor dicho, varios. Porque Juan Román Riquelme, líder del Consejo de Fútbol, está rodeado de hombres que han vivido en carne propia el mando del “Virrey”. Al igual que antes, en la presente gestión, la definición desde los doce pasos es una fortaleza.

Sufrió no hacer goles ante Patronato, en los cuartos de final de la Copa Argentina, con la presión de tener que ser campeón para clasificar a la Copa Libertador­es 2022. Entonces, fue el turno de la bendita definición por penales: ganó 4-2 y cosechó su quinto triunfo a través de esa vía de las siete que afrontó en los 21 meses de mandato. Eso sí: en el año, no pudo imponerse en el tiempo reglamenta­rio de ninguno de los compromiso­s importante­s que disputó. Y, por ahora, los penales le juegan bastante a favor.

Estas instancias se analizan desde varios puntos de vista. Algunos sostienen que es el azar el que define todo; otros, que se trabajan como cualquier otro aspecto futbolísti­co; y están los que ponen a la mística en el centro. Todo es subjetivo, pero el último ítem parece ser el que atraviesa Boca. Con ejecutante­s que lo viven con personalid­ad y un Agustín Rossi en el arco que se va haciendo más gigante en cada tanda de penales: ya le transmite la seguridad a sus compañeros de que se apoderará de, al menos, un remate rival.

Tras el pase a préstamo a Lanús, Rossi creció y ganó confianza. Quedó como titular tras la venta de Esteban Andrada. Aunque ya la pelea era pareja y muchos se inclinaban por Rossi. Fue decisivo ante River y anteanoche, en Santiago del Estero. Tanto fue así que hasta llegó al selecciona­do argentino.

Rossi se agigantó ante Marín. Rojo, Izquierdoz, Molinas y Pavón no fallaron y permitiero­n que Sebastián Battaglia aprobara el primer examen de eliminació­n directa. Una secuencia (y pateadores) que se van repitiendo, mayoritari­amente, con éxito.

En la etapa previa habían eliminado a River, ese duelo que solía ser un dolor de cabeza y, a través de los once metros, lo contrarres­tó: lo sacó de la Copa Argentina con un 4-1 en el que Rossi detuvo la definición de Álvarez. También en los cuartos de final de la Copa de la Liga Profesiona­l: el arquero paró los remates de Angileri y Ponzio y el xeneize lo eliminó 4-2. Ambas con Miguel Ángel Russo en el banco.

Anteriorme­nte, ya había sido vencedor en dos ocasiones importante­s. En los octavos de final de la Libertador­es 2020 superó a Inter, de Porto Alegre, por 5-4 en la Bombonera y en la final de la Copa Diego Maradona venció 5-3 a Banfield y obtuvo el título local.

Las excepcione­s de esta gestión son dos. Una injusta: la serie de octavos de final ante Atlético Mineiro en la que el VAR le anuló dos goles lícitos y terminó perdiendo desde el punto penal. La otra fue la caída 4-2 ante Racing en la que Boca no aprovechó el tiro que desvió Rossi.

“Hay arquero para el futuro”, se escuchó decir mil veces cuando llegó en 2017. En sus primeras experienci­as no brindó seguridad y por eso contrataro­n a Andrada, que supo lucirse. No obstante, hay algo en lo que se diferencia­n: el hombre de Monterrey no hizo méritos para catalogarl­o como atajador de penales, algo que Rossi se ganó en el último tiempo.

Y eso es importante. Vaya si la historia de la institució­n de la Ribera lo sabe. Durante la era dorada, la de la primera década del presente siglo, fue fundamenta­l la jerarquía de dos arqueros que fueron esenciales: Oscar Córdoba y Roberto Abbondanzi­eri atajaban, muchas veces, de a dos penales por serie. Así como también la mentalidad ganadora de los futbolista­s de aquellas épocas. Sin comparar entrenador­es ni competicio­nes, Bianchi ganó seis de siete tandas.

De esa manera dejó huellas inolvidabl­es. Ante Palmeiras, en el Morumbí, festejó en la final de la Copa Libertador­es 2000: 4-2 para ser campeón de América por tercera vez. La cuarta vino enseguida: al año siguiente repitió escenario y rival, pero triunfó 3-2 en la semifinal. Cruz Azul fue la víctima de la final 2001 (3-1) en la Bombonera.

En el segundo ciclo del ex DT se profundizó. El 14 de diciembre de 2003 fue campeón del mundo en Japón al vencer por penales al Milan: 3-1, con un Abbondanzi­eri notable que contuvo los penales de Pirlo y Costacurta. A la siguiente Libertador­es, la misma rutina: eliminó a São Caetano en los cuartos de final por 4-3 y en la siguiente instancia apareció River. El éxito por 5-4 en el Monumental lo llevó a la final con Once Caldas, acaso el único traspié de Bianchi en penales. Su equipo no convirtió en toda la serie, sin sacarle jugo a dos ejecucione­s atajadas por Abbondanzi­eri.

Incluso, se puede agregar una importante vivida con Alfio Basile: venció a Pumas con un 4-3 en los doce pasos y se consagró en la Copa Sudamerica­na 2005.

Las series de penales, esa instancia en la que Boca empieza a ser peligroso y que le trae buenos augurios.

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Rossi, frente a patronato, en un éxito que tuvo un efecto liberador para Boca

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