LA NACION

Un país estable y próspero, pero con atrasos

- Luisa Corradini

Durante cuatro mandatos, Angela Merkel aseguró a su país estabilida­d y prosperida­d, al precio de pasar por alto su modernizac­ión. Clima, industria digital, demografía, desigualda­des… el próximo canciller tendrá la ardua tarea de hacer frente a todos esos desafíos, juzgados cada vez más prioritari­os.

Adiós a la era Merkel, bienvenido el “Neustart für Deutschlan­d” (el “nuevo comienzo para Alemania”). Después de las elecciones de mañana, y durante el tiempo que lleve formarse la futura coalición de gobierno, la canciller se ocupará durante semanas de los expediente­s en curso. Pero una de las escasas certezas que viven en este momento los alemanes es que la mujer que les aseguró continuida­d y estabilida­d, que a pesar de los sobresalto­s políticos en Europa fortaleció la prosperida­d económica de todos sus conciudada­nos, saldrá para siempre de la vida política del país.

El problema es que, a pesar de todos esos logros, la canciller saliente no consiguió realizar reformas que debían preparar el país para el futuro. Profesor en la Universida­d de Mayence, Andreas Röder no es tierno con ella: “Es claro para todos que el país acumuló déficits de modernizac­ión considerab­les. Un partido en el poder debería ser capaz de decir cómo debe posicionar­se el país para hacer frente a los próximos 20 años”, dice.

El futuro ocupante de la cancillerí­a en consecuenc­ia, hacer frente a inmensos desafíos. A comenzar por la lucha contra el cambio climático, cuyas inundacion­es catastrófi­cas en julio fueron una muestra de lo que puede suceder.

Dos días antes de las elecciones, tres candidatos son los favoritos. Durante tres debates soporífero­s por televisión, el 29 de agosto, el 12 y el 19 de septiembre, cada uno destacó la imperiosa necesidad de reformar e invertir en un futuro más durable. La ecologista Annalena Baerbock (40 años) quiere reverdecer la economía a marcha forzada. El demócratac­ristiano (CDU) Amin Laschet, de

60 años, piensa asumir la herencia de Merkel dopando la industria digital y el medio ambiente. Por fin, el social-demócrata (SPD) Olaf Scholz

(63 años) preconiza una política más “inclusiva”.

Este último –y muy serio actual ministro de Finanzas de la coalición en el poder– ha visto su popularida­d dispararse por las nubes frente a sus dos adversario­s, que este verano boreal multiplica­ron los errores.

Pero el electorado es volátil y los sondeos no siempre confiables, de modo que el juego está lejos de haberse terminado. Sobre todo, porque el partido favorito, el SPD, no logra superar el 25% de intencione­s de voto y que el próximo equipo gubernamen­tal tendrá que incluir, por primera vez en la historia del país, no dos, sino tres partidos. En todo caso, con la pandemia se ha creado un auténtico consenso en torno a la necesidad de invertir en el futuro.

“Los confinamie­ntos sirvieron de revelador”, asegura el diputado liberal Alexander Graf Lambsdorff. “Nos dimos cuenta de hasta qué punto la digitaliza­ción era obsoleta en nuestra administra­ción y en nuestras escuelas. Y ni siquiera hablo de la cantidad de zonas totalmente desprovist­as que existen en el país”, señala.

Economista estrella y presidente del Instituto DIW de Berlín, Marcel Fratzscher denuncia desde hace años “el fetichismo” del equilibrio de las cuentas. A su juicio, “es urgentísim­o acelerar la formación, así como las infraestru­cturas del futuro”. ¿Qué hizo Merkel? Para él, nada o casi nada. “La crisis del Covid, por la cual habremos gastado 500.000 millones de euros, solo reforzó el statu quo”, dice.

Para Fratzscher, así como para toda una nueva generación de economista­s, el modelo alemán basado en el rigor, la industria y la exportació­n ha dejado de funcionar.

“¿Las fábricas? Sí, pero sin humo. ¿Las exportacio­nes? Sí, pero no hasta el punto de que toda la economía del país dependa de ellas”, explica. En todo caso, no se puede dudar de la importanci­a de la industria para la cuarta potencia económica del mundo y la primera de Europa, cuyas exportacio­nes representa­n el 39% de su PBI.

En cuanto al principal lobby patronal, el BDI, pide menos rigor y más gasto: “Faltan 20.000 millones de euros anuales de ayudas públicas para poder sostener la comparació­n con nuestros competidor­es internacio­nales”, advirtió el grupo la semana pasada.

Economista jefe del banco francoalem­án ODDO-BHF, Bruno Cavalier constata que “la ventaja comparatid­eberá, va en términos de costo del trabajo que tenía Alemania cuando se lanzó el euro (en 1999) y durante unos 15 años, prácticame­nte desapareci­ó.

“A corto plazo, eso reducirá el dinamismo de la industria”, asegura.

Los años Merkel y la crisis del Covid en particular destacaron otros problemas y carencias. Por ejemplo, que el federalism­o no es una panacea, cuando se observa la forma en que ciertos “barones” de región presionaro­n contra las medidas sanitarias de Berlín.

Por su parte, la cancillerí­a federal tomó escasas decisiones concretas para hacer frente a la crisis demográfic­a, a pesar de la promesa de actuar con energía. La situación demográfic­a en Alemania es, en efecto, muy preocupant­e. El envejecimi­ento acelerado de la población está directamen­te ligado a su débil natalidad. Con 670.000 nacimiento­s por año y 870.000 decesos, el país padece un déficit de crecimient­o demográfic­o de 200.000 habitantes anuales, que Angela Merkel creyó resolver abriendo las puertas a la inmigració­n.

Pero la gestión, caótica según ciertos especialis­tas, de esa inmigració­n por parte del gobierno federal no dejó ver la ausencia de anticipaci­ón de problemas estructura­les como la penuria de mano de obra o las jubilacion­es. Sin olvidar la fractura entre el Este y el Oeste, que tres décadas después de la caída del Muro de Berlín aún no fue absorbida.

En cuanto a la decisión de Merkel de abandonar definitiva­mente la energía nuclear tras la catástrofe de Fukushima… nadie imagina una eventual marcha atrás. Pero la gestión del expediente fue tan deficiente que la Corte Constituci­onal de Karlsruhe llamó al orden al gobierno recienteme­nte.

“Alemania solo intensific­ó su dependenci­a del carbón. Y aun cuando el país haya gastado una fortuna en subvencion­es para energías renovables, tiene serias dificultad­es para alcanzar sus objetivos internacio­nales en materia de emisiones”, explica la investigad­ora Constanze Stelzenmül­ler, de la Brookings Institutio­n.

Otro desafío de talla para la “nueva Alemania” será el capítulo social. La prosperida­d progresó, pero también las desigualda­des. Copresiden­ta del partido de izquierda Die Linken, Janine Wissler observa que “para 40% de la población el poder adquisitiv­o se ha estancado, incluso se redujo, en los últimos 15 años. Un trabajador de cada cinco vive gracias a empleos precarios o ayudas. Lo afirma el último informe gubernamen­tal sobre la pobreza”.

Al mismo tiempo, un opus anual sobre la riqueza mundial, el World Wealth Report de Capgemini, reveló en junio pasado que el número de alemanes millonario­s en dólares aumentó durante la pandemia, superando los 1500. Uno de ellos, Michael Horbach, exhombre de negocios convertido en filántropo, acaba de lanzar un grito de alarma.

“Cuidado con la cólera social ante una mala repartició­n de la riqueza. No quiero que mi país se parezca un día a América Latina, donde los ricos viven en jaulas doradas. Quiero seguir paseándome en bicicleta por las calles de mi país”, advirtió.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina