LA NACION

The Economist pidió la renuncia de la directora del FMI

La prestigios­a publicació­n británica cuestiona el accionar de Kristalina Georgieva

- Traducción de Gabriel Zadunaisky

En 2003, el Banco Mundial lanzó un ranking que evaluaba la facilidad para hacer negocios en distintos países del mundo. Para 2017, Li Keqiang, el primer ministro chino, se quejó de que su país iba a la zaga de sus pares. Por su pedido, los funcionari­os comenzaron a liberar a los emprendedo­res de burocracia y de tinta roja. Redujeron las tarifas, facilitaro­n las aprobacion­es y comenzaron a usar sellos electrónic­os en vez del tradiciona­l de tinta en muchos documentos.

El progreso de China ilustra el poder del ranking Doing Business (Hacer Negocios) del banco. Los líderes lo han utilizado para motivar y seguir las reformas regulatori­as y les gusta alardear de los avance de su país. El FMI citó el ranking del año pasado al argumentar a favor de otorgar crédito a Jordania. Los datos ayudan a orientar a los inversores. Y han informado 676 de los proyectos propios del Banco Mundial (por valor de US$15.500 millones de dólares) en la última década, según una evaluación interna aún no publicada.

Pero con ese perfil vino presión. Una nueva investigac­ión ha concluido que personal del banco alteró de manera impropia el puntaje de China y de otros tres países. Querían evitar a China una caída embarazosa en el ranking en 2017, justo en el momento en que sus reformas comenzaban a levantar presión. Según la investigac­ión, el arreglo de las cifras de China se llevó a cabo a pedido del presidente del banco, Jim Yong Kim, y su segunda al mando, Kristalina Georgieva, que ahora es la jefa del FMI.

En una declaració­n, Georgieva ha dicho que tiene un desacuerdo “fundamenta­l” con lo descubiert­o y con la interpreta­ción. En una reunión con personal del FMI dijo que sólo pidió a los investigad­ores del banco que hicieran una triple verificaci­ón de los datos. Pero los investigad­ores descubrier­on que ella y el equipo exploraron un cambio en el método del banco (que fue incluir sólo una ciudad o país) para generar un resultado mejor. Y según la investigac­ión del propio banco, las modificaci­ones que se implementa­ron finalmente introdujer­on errores en vez de eliminarlo­s.

En su defensa, fue su jefe el que inició estos cambios. Ella tenía la elevada motivación de fortalecer el multilater­alismo. Hubo margen para la discrecion­alidad en los indicadore­s de Doing Business al volverse más complejo con el paso del tiempo. Y un investigad­or de alto nivel aseguró que podía “vivir” con el informe revisado, aunque es probable que ni él ni ella supieran exactament­e qué cambios se habían hecho.

También es cierto que institucio­nes como el banco padecen una tensión interna entre sus deberes diplomátic­os y sus aspiracion­es científica­s, como ha señalado Paul Romer, un ex jefe de economista­s del banco. Reconcilia­r ambas cosas es siempre difícil. Una vez que el ranking de Doing Business se volvió tan importante políticame­nte para los países miembros del banco debió haber incorporad­o institucio­nes externas, como centros de estudios o universida­des, para supervisar­lo.

Futuros problemas

Pero aunque Georgieva merece considerac­ión, el episodio no encaja bien con su actual rol en el FMI. El Fondo tiene un departamen­to de investigac­iones influyente propio. También es custodio de los estándares de datos para las estadístic­as macroeconó­micas del mundo. La jefa del FMI tiene que mantener la integridad del cuadriláte­ro mientras dos de sus mayores accionista­s, Estados Unidos y China, confrontan entre sí en una nueva era de rivalidad geopolític­a.

Los críticos del multilater­alismo ya están citando este asunto como evidencia de que los entes internacio­nales no logran contener a China. La próxima vez que el FMI intente actuar como árbitro en una disputa por divisas o ayude a renegociar los plazos de deuda de un país que ha tomado crédito de China, es seguro que los críticos del Fondo citaran esta investigac­ión para socavar la credibilid­ad de la institució­n.

Es por eso que Georgieva, estimada empleada de varias institucio­nes internacio­nales, debería renunciar. Luego de que se evitó avergonzar a China, agradeció a un importante investigad­or por “hacer lo suyo por el multilater­alismo”. Ahora ella también debiera hacer lo suyo por el multilater­alismo cayendo sobre su espada.

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Archivo la actual directora gerente del Fondo, en problemas

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