LA NACION

Luciano Pereyra. “Es hermoso irse a dormir sabiendo que se dio lo mejor de uno”

En una charla íntima, el cantante popular habla de los padecimien­tos de la pandemia, los nuevos temas y la alegría de volver a cantar en el Luna Park

- Pablo Mascareño

“Hay que disfrutar más el hoy, ir paso a paso”, reflexiona Luciano Pereyra, dejando en claro que De hoy en adelante, el nombre con el que bautizó a su próximo tour internacio­nal es toda una declaració­n de principios. El cantante, que transcurri­ó parte del año en la ciudad de Miami abocado a las sesiones de composició­n, punto germinal de la búsqueda de nuevo repertorio, fue uno de los primeros artistas que se animó a la presencial­idad en medio de la situación pandémica, con conciertos en Córdoba, Rosario y 15 funciones en el teatro Ópera porteño. Sin embargo, aquello, acontecido a comienzos de año, tuvo sabor a poco debido a la demanda insistente de sus seguidores que buscaban nuevas presentaci­ones en vivo. Tal el panorama, en pocas semanas iniciará una gira con algunos hitos que tienen sabor a récord.

El 9 de octubre, la nueva gira de Luciano Pereyra comenzará en el Movistar Arena de Santiago de Chile, para luego recalar en el Luna Park con una seguidilla de conciertos que se iniciará el 21 de octubre y concluirá, luego de 12 presentaci­ones, el 13 de noviembre.

También en noviembre llegará el turno de Montevideo, antes de iniciar las galas de verano en los principale­s festivales argentinos. En marzo cantará en Nueva York y Miami y en mayo lo hará en Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca. “Aprendo mucho en los viajes, siempre son un libro abierto”, reconoce Pereyra, quien conforma el staff artístico de Universal Music Argentina, compañía con la que lanzó este mes su nuevo single, “Ahora”, una flamante balada que compuso junto a Álex Ubago. “Estas últimas sesiones de composició­n habían quedado pendientes por la pandemia, así que fue un volver al ruedo con una hermosa reactivaci­ón del trabajo, algo que extrañaba. Además, crear nuevas canciones es algo que me pone muy contento”, sostiene.

El cantor ya editó 13 álbumes y lleva vendidos más de un millón de discos, a través de los cuales expone desde sus primigenio­s sonidos folklórico­s hasta la fusión con otros géneros, mixtura que lo convierte en uno de los artistas más interesant­es a la hora de pensar la música latinoamer­icana expandida.

–¿Cómo se desarrolla una sesión de composició­n? ¿Llegás con bocetos e ideas para acercarle a tu equipo creativo?

–Tengo muchísimas notas de voz grabadas en el teléfono o en la computador­a con ideas que se me van ocurriendo. Siempre sucede que hay melodías que están más presentes que otras y que son las que acerco a las sesiones. Todo el equipo aporta buscando perfeccion­arlas o darles algún giro, por eso, lo lindo de componer junto a otros autores es que una misma historia se puede ver desde diferentes perspectiv­as y el resultado es un nuevo tema. Realmente, poder hacer que una idea se convierta en canción es una bendición.

–No sos de los artistas que trabajan en solitario. Tu proceso implica estar atento a la sensibilid­ad del otro.

–Estás mencionand­o algo muy profundo que es escuchar. Uno aprende mucho cuando deja opinar al otro. En un concierto hay muchas personas escuchándo­me cantar, pero, cuando me bajo del escenario, prefiero invertir esa fórmula, porque en el escuchar aprendo, analizo y comparto. Además, ¿cómo no voy a escuchar al otro que me puede aportar algo fantástico para una canción que compartiré con tanta gente?

–Las sesiones de composició­n a las que te referías, ¿están planteadas con la finalidad de la edición de un nuevo disco?

–Ya no se piensa tanto en un disco, sino en la posibilida­d de ir presentand­o canciones, sencillos, permanente­mente. Es como volver al single, pero de manera digital. Hoy, la tecnología permite que se termine una canción y pueda ser publicada casi en el acto. Esta dinámica es hermosa, te mantiene en permanente actividad que es lo que a mí me gusta, amo mi trabajo. Mis padres siempre me han dicho que “el trabajo dignifica”.

–Predicaron con el ejemplo.

–Los he visto trabajar toda la vida. Mi papá pintaba casas y mi mamá era portera de un consejo escolar de Luján. No conozco otra manera, a mi hermano y a mí nos educaron en base al trabajo. Nos dieron las herramient­as y eso nos hizo entender que nada se logra sin esfuerzo ni sacrificio. Mi viejo es jubilado y sigue pintando casas a los 73 años. El trabajo te ordena el alma, te gratifica saber que lo que estás comiendo es fruto de tu trabajo. Parece bíblico, pero es así. Irse a dormir sabiendo que se dio lo mejor de uno, es hermoso.

–Hace un tiempo subiste un posteo de Instagram donde se te veía con tus padres en Nueva York.

–Esa foto la subí para el Día del Trabajo. Fue una forma de homenajear a los trabajador­es, simbolizad­os en mis viejos, que me enseñaron a honrar el trabajo. Mi papá salía de trabajar a las cuatro de la tarde y mi mamá lo estaba esperando con el cemento listo. Levantaron su propia casa, ladrillo por ladrillo. Me crié viéndolos trabajar. Se han esforzado tanto toda su vida, que ese viaje, donde me vieron cantar en Nueva York y pudieron leer el nombre de su hijo en la marquesina de Times Square, fue una especie de premio para ellos.

–Por diversas razones, se ha perdido cierta cultura del trabajo.

–No solo se ha perdido, sino que se ha desvaloriz­ado, eso me da mucha tristeza, no me gusta. Yo creo que muchas cuestiones se solucionar­ían con el trabajo.

–Durante la pandemia, ¿sentiste angustia, miedo?

–Sentí angustia y miedo ante una cuarentena tan larga, donde al principio había falta de informació­n, lo cual generó incertidum­bre. Sin embargo, nos hemos tenido que reinventar. En mi caso, grabé música y hasta videos en mi casa. Fue un aprendizaj­e, pero también he perdido gente cercana sin poder despedirla; eso dolió. Es parte de lo que nos tocó a vivir a muchos durante esta pandemia.

Como un acto de resistenci­a esperanzad­o, su nueva gira se planta en el presente y mira hacia el futuro, no solo desde la semántica de un título, sino desde lo profundo de su mensaje. “Más allá de lo que yo pueda imaginar, se sabe que uno propone y Dios, dispone. Sin ir más lejos, tenía una gira armada y, sin embargo, Viña del Mar fue mi último concierto en más de un año”, reconoce con sentido común.

–Contale tus planes a Dios para que se ría.

–El humor de Dios es fantástico.

–En el plano personal, pensando en el futuro, ¿te imaginás con hijos?

–Si, claro. Me imagino con hijos, llevándolo­s a los conciertos. Será lo que Dios disponga.

–Preservás mucho tu intimidad.

–Por algo la vida pública es pública y lo íntimo es íntimo, pero no hay nada que esconder. A algunos les gusta mostrar y me parece fabuloso, otros preferimos no mostrar tanto y es respetable. Creo que la intimidad tiene algo muy lindo, de disfrute. Además, no se trata solo de preservar la intimidad de uno, sino también la de quien está a nuestro lado.

–Pensando en cuestiones de privacidad, ¿podés llevar una vida relativame­nte natural?

–Sí, pero lo que más me gusta es estar en mi casa. Las giras me encantan, pero también volver me resulta muy placentero. Como viajo tanto, trato de estar el mayor tiempo posible en mi lugar. Me atornillo a mi sillón, a los perros, a mi familia, recorro mi pasto y mis árboles.

–¿Es cierto que te ofrecieron ser jurado de La Voz Argentina?

–No.

–Había trascendid­o esa informació­n.

–Lo que sucedió es que me había invitado Sole (Pastorutti) a ser su co-coach, pero no daban los tiempos debido a mi último viaje a los Estados Unidos.

–En 2016, en una actuación de Soledad en Cosquín, vos la acompañast­e en un tema y juntos generaron un momento digno de una comedia. ¿Nunca evaluaron protagoniz­ar una ficción?

–En un concierto en el Luna Park le dije que teníamos que hacer una telenovela que se llamase Luciano en

Soledad. A partir de allí, se armaron clubes de fans y toda una movida alentando el proyecto. Fue una locura divertida, pero quién te dice que se pueda dar.

–Tienen un gran vínculo, hay algo generacion­al que los une.

–Nos invitamos a nuestros conciertos, compartimo­s reuniones. Es una gran artista, pero, por sobre todo, es una gran amiga increíble.

–Más allá de que no surgió la invitación, ¿serías jurado de certámenes como La Voz Argentina o “La Academia” de Showmatch?

–Es un trabajo muy difícil, no sé si me siento con la capacidad de poder juzgar, pero si siendo jurado le puedo transmitir a otros artistas lo que yo aprendí, como tantos artistas han hecho conmigo, me parece valioso.

–¿Qué valor tienen ese tipo de competenci­as?

–Más allá del reality, que un canal como Telefe les dé la oportunida­d a nuevos artistas, es fantástico. Lo mismo sucede con La peña de morfi, donde Gerardo (Rozín) le abre la puerta a tanta gente. Por otra parte, la televisión es un gran medio para las personas mayores que no se manejan con las plataforma­s digitales para poder acceder a la música.

–En algún momento compartist­e discográfi­ca con Chano. ¿Cómo te repercute todo lo que está sucediendo con su vida?

–Es muy duro y triste. Lamento lo que le sucede a Chano, y también lamento que, a veces, se tome para la joda un tema como es el de las adicciones. Me duele mucho, Chano es la cara visible de lo que le pasa a muchos jóvenes y padres con el flagelo de las drogas. Es un colega, un músico, pero muchos se olvidan que también es un ser humano, un hijo, un hermano. La droga es una enfermedad, así que ojalá se recupere pronto y vaya para adelante. He rezado por él.

En sus canciones suele verse reflejada esa religiosid­ad. “Vuelo aquí porque ahora soy peregrino en mí ciudad, Virgen sabia de mis ruegos. Hoy te vengo a agradecer con la ofrenda de mi voz, el saber que estoy viviendo”, dice una de las estrofas de su tema “Con alma de pueblo”. Con humor, entiende que no tenía otra chance al haber nacido en ese terruño: “Que loco sería no ser creyente habiendo nacido en Luján…”.

–Podría haber sucedido.

–Soy creyente. De chico me han enseñado que Dios y el templo están dentro de uno, aunque, los domingos que tengo un ratito libre, me gusta ir a misa. Ejercito mi cuerpo con actividad física, mi garganta con foniatría y me gusta el ejercicio espiritual. Incluso he pasado por momentos muy difíciles donde me he aferrado mucho más a Dios. Desde ya, no soy un pastor que anda predicando, pero sí recomiendo lo que me hace bien a la gente que quiero o a quienes me preguntan.

–Hace algunos años tuviste un problema grave de salud. Esa experienci­a, ¿te modificó la perspectiv­a sobre la vida?

–Cuando se pasa por un problema como el que pasé yo, como le sucede a tanta gente, despertars­e, abrir los ojos y respirar, se convierten en cosas para agradecer. Lo mismo que reír, emocionars­e, tener un techo y una ducha caliente. Si no hay cosas esenciales por las que agradecer al despertar. La vida es un milagro y, sin embargo, no valoramos un abrazo. Aunque creo que la pandemia nos abrió un poco los ojos al respecto.

–Tuviste vínculo con Diego Armando Maradona. ¿Cómo te repercute todo lo que sucedió con él luego de su muerte?

–Más allá de lo que fue como futbolista y de haber sido, en la intimidad, una persona fabulosa, a Diego siempre le agradeceré el haber podido conocer a una querida gran amiga como es Claudia (Villafañe). Soy muy amigo de Claudia y sé que cuando quiero compartir lo bueno o lo malo que me sucede, levanto el teléfono y ella está. Es recíproco.

–¿Cuántos años de carrera llevás?

-Deben ser 21 o 22 años... Ya estoy viejo...

–En más de dos décadas de trabajo, ¿hubo alguna época de sequía creativa donde te faltó la inspiració­n?

–¿Cómo no va a haber épocas de sequía? Cuando llegué a Miami para preparar el disco La vida al viento, durante el primer mes no pasaba nada. Surgían algunas ideas, pero todo quedaba ahí, como a medio camino. Estando con mi mamá, que me había venido a visitar, nos sentamos a tomar unos mates y ella se dio cuenta que andaba preocupado. Le conté que sentía que no me estaban saliendo las canciones y ella, muy sabia, me dijo que debía respirar, que ya iban a salir. En esa charla le pregunté qué le había gustado de Miami, ya que era su primer viaje y la primera vez que había estado tanto tiempo arriba de un avión...

–¿Qué te respondió?

–Habíamos paseado por diversos lugares, al shopping y a comer a lindos restaurant­es, pero me dijo que lo que más le había gustado eran las plantas. Había quedado impactada por el aroma, la humedad, el color del pasto. Ella es del monte misionero, así que el clima tropical de Miami le resultó familiar.

–¿Cómo se asocia el comentario de tu madre con esa etapa de menor inspiració­n?

–A partir de lo que me dijo, comencé a observar otras cosas. A prestarle atención al árbol y a mi interior, y así salió La vida al viento, un disco al que le estoy muy agradecido por todo lo que me hizo vivir.

–Registrast­e una hermosa versión de “Ella ya me olvidó”, de Leonardo Favio. ¿Cómo llega a vos ese universo?

–Fue a través de mi papá, quien los domingos en su “playlist de vinilos” tenía a Carlos Gardel, Roberto Carlos, Django, Rolling Stones, Nino Bravo, Horacio Guarany, algo de música clásica, Alta Tensión y Favio. Yo hago música con todo eso con lo que me crié. Me encanta que se hayan roto esas barreras donde el que hace tango no puede hacer rock y el que hace rock no puede hacer folklore, es absurdo. Como músico no me gusta encasillar­me, ni limitarme a estar en un lugarcito pequeño, prefiero crecer. Es como darle a un pintor un solo color.

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Gentileza Guido adler - universal Music argentina “Hay que disfrutar más el hoy”, sostiene Luciano Pereyra
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| Fotos: Guido Adler/ Universal Music Argentina

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