Apuntan al uso eficiente de la oferta hídrica y del nitrógeno
Las siembras tardías permiten sortear las condiciones difíciles
En la expansión del cultivo de maíz en el norte, la eficiencia en el uso del agua y del nitrógeno fue clave.
Según un informe de los investigadores María Clara Berton, ecofisióloga de cultivos del INTA Quimilí, y Salvador Prieto Angueira, ecofisiólogo de cultivos del INTA Santiago del Estero, “el actual manejo de la fecha de siembra permite alcanzar estabilidad y buenos rendimientos gracias a que se maximiza la posibilidad de cubrir la necesidad hídrica del cultivo, disminuye la probabilidad de estrés térmico y se incrementa la disponibilidad de nitrógeno”.
Los especialistas explican que si bien en la región es posible sembrar desde fines de septiembre, casi todo el cereal se implanta en diciembre y enero. Esta decisión es clave para la disponibilidad y eficiencia en el uso de agua y de nitrógeno.
Respecto de la mejora de las condiciones hídricas, señalan que “el retraso de la siembra incrementa la oferta de precipitaciones previas y permite aprovechar la buena capacidad de almacenaje de los suelos
(100 a 150 mm por metro)”. Destacan que “por ejemplo, siembras de noviembre solo recibirían 60 a 80 mm de precipitaciones en octubre; en cambio, con siembras de principios de enero, las precipitaciones promedio para la recarga serían de
240 mm en el área semiárida, a 300 mm en la subhúmeda”.
En cuanto al incremento del nitrógeno, explican: “trabajos que realizamos en la región demostraron que para alcanzar los rendimientos promedio en el cultivo de maíz se necesitan al menos 136 kg.ha-1 de nitrógeno como nitrato (N-NO3). Si bien la disponibilidad de nitrógeno depende de múltiples factores, el momento de siembra es un aspecto relevante. Los niveles de nitrógeno se mantienen prácticamente constantes entre mayo y septiembre. Sin embargo, con el incremento de las temperaturas y principalmente las precipitaciones, en primavera el nitrógeno aumenta por la mineralización. Así, de un promedio de 38 kg NNO3-.HA-1 en septiembre, el nitrógeno disponible se incrementa un 74% y hasta un 190% en noviembre y en enero, respectivamente”.
El tercer factor clave es que con el retraso de la siembra se disminuye la probabilidad de estrés térmico. Berton y Prieto Angueira sostienen que “temperaturas del aire superiores a 35°C durante el período crítico del cultivo reducen drásticamente el rendimiento debido a un menor número de granos por planta. Trabajos realizados por Rattalino Edreira y Maddonni demostraron que la probabilidad de ocurrencia de días con temperaturas superiores a 35°C se minimiza al retrasar la siembra, ubicando la floración hacia fines de febrero y principio de marzo”.
Los investigadores concluyen que “se plantean nuevos desafíos que deberán ser trabajados para reducir las brechas de rendimiento aún existentes, como los ajustes de densidades de siembra y fertilización para cada ambiente particular y otros aspectos, como el sanitario”.