LA NACION

Las endorfinas de un gobierno de emergencia

La llegada de Juan Manzur a la Jefatura de Gabinete enfocó los esfuerzos en generar una sensación de bienestar hasta noviembre y postergar los problemas

- Damián Nabot

Los números son testarudos. No logran disimulars­e con la nueva estética de reuniones vertiginos­as y fotos de madrugada que ordenó el jefe de Gabinete, Juan Manzur, para mostrar que la impronta adormilada del gobierno de Alberto Fernández quedó en el pasado. Los nuevos intervento­res del peronismo en el Gobierno tomaron el control de la política económica y soltaron las amarras del gasto público y el déficit. Las variables advierten que puede estar incubándos­e un estrépito.

Los anuncios se arrebatan: aumento del salario mínimo, apertura sanitaria, disminució­n del piso de Ganancias, amnistía fiscal, bonos, jubilacion­es anticipada­s. La emisión se acelera. En el último balance oficial, el Banco Central tenía apenas 6200 millones de dólares de reservas netas, de las cuales solo 2600 millones están en billetes, como viene consignand­o la nacion. La entidad debe inyectar diariament­e fondos para contener el dólar, a un ritmo de 20 millones diarios, y postergar una devaluació­n antes de las elecciones de noviembre. El barco se muestra escorado, pero la única consigna es atracar sin una derrota irremediab­le. No hay mediano plazo para el Gobierno. Solo presente.

Si la tendencia de drenaje de dólares se mantiene, el Gobierno necesita alcanzar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal antes de marzo para evitar caer en default con los organismos de crédito internacio­nal. Resta pagar al FMI unos 400 millones en intereses de dólares en noviembre y otros 1880 millones de dólares el próximo 22 de diciembre. Y en marzo, cuando se tienen que abonar otros 3500 millones de dólares, vence el plazo con el Club de París. El solsticio de verano marca el límite para Alberto Fernández y su estirpe dilatoria.

Otras miradas son todavía más apremiante­s: según Gabriel Rubinstein, de la consultora GRA, las reservas netas líquidas del Banco Central se agotan el viernes antes de las elecciones. Es verdad que no hay consenso al respecto. Se coincide sobre el padecimien­to, pero se debate la evolución del cuadro. “El kirchneris­mo es experto en reprimir consecuenc­ias, en postergar desenlaces”, advierte con conocimien­to de causa un dirigente que ocupó el Ministerio de Economía en tiempos de maremotos financiero­s.

Por ello, todo el esfuerzo del gobierno de emergencia de Juan Manzur se enfoca en posponer estallidos y liberar endorfinas para crear una sensación de bienestar entre los votantes, cualquiera sea la forma que adopte la hormona de la felicidad: amnistías impositiva­s, entrega de bienes o aportes directos de recursos.

Nadie sabe a ciencia cierta cuál será el costo fiscal que el reparto dejará después de noviembre ni la forma como se cubrirá el déficit fiscal: “tecnicismo­s”, diría Andrés el Cuervo Larroque, ministro del intervenid­o gobierno de Axel Kicillof. Ayer, el camporista le contestó al ministro de Economía, Martín Guzmán. “No creo que haya que quedarse en discusione­s tecnicista­s o de carácter académico”, sentenció Larroque y diagnostic­ó que “lo central es que no estamos en un contexto que permita amarretear”. Guzmán públicamen­te le había jurado al kirchneris­mo que el ajuste fiscal estaba lejos de sus intencione­s. Pero no hay misericord­ia para el ministro de Economía, ni siquiera luego de quedar reducido a un espacio testimonia­l en el nuevo gabinete de Juan Manzur. Hasta un ministro provincial lo ubica en su lugar: “Ahora hay que hacer todos los esfuerzos posibles frente a la necesidad de la gente”, le explicó Larroque. “Ahora”, alude a los días previos a la votación, para despejar dudas.

Un gabinete ensamblado

La fragilidad financiera explica también el Frankenste­in del nuevo gabinete. Cristina Kirchner dedicó la mayor parte de sus cuestionam­ientos a la política económica, criticó directamen­te los intentos de equilibrar las cuentas públicas que tímidament­e insinuó Guzmán. Pero los cambios de gabinete arreciaron contra los funcionari­os más cercanos a Alberto Fernández y dejaron intacto al equipo económico. Así se plasmó una anomalía: no se tocó a los responsabl­es del área más cuestionad­a por el kirchneris­mo. Se eligió quitarles a Alberto Fernández y a su círculo el control del Gobierno, sin profundiza­r con cambios del equipo económico que pudieran alterar los ánimos del dólar.

La semana pasada, la viceprenal sidenta lo llamó a Guzmán para garantizar­le su continuida­d, un tiempo más. Pero como Larroque, también lo ubicó en su lugar. Le explicó que podía quedarse en el despacho después de entregarle los derechos especiales de giro (DEG) que envío el FMI. Así, el incrementó unos 4.000 millones de dólares para gastar en plena campaña electoral. El oficialism­o siempre cobra caro cuando se trata de fondos públicos.

La continuida­d de Guzmán también intentó mantener abierto el cade negociació­n con el FMI con la certeza de que el acuerdo será inexorable.

En la naturaleza de Cristina Kirchner anida la idea de que detrás de sus contratiem­pos aparecen fuerzas externas que conjuran en su contra. Así entendido el poder, el principal problema económico de la Argentina es la deuda y su causa es una confabulac­ión para imponerla. No así, por ejemplo, la falta de desarrollo exportador para compensar la escasez de dólares y seis décadas de golpes devaluator­ios que destruyero­n la confianza en la moneda. Por esa razón, en las cartas credencial­es que llevaron a Guzmán al Gobierno incluían sus trabajos académicos sobre endeudamie­nto y sus contactos en los Estados Unidos por su paso por la universida­d de Columbia.

En la elección de Juan Manzur como jefe de Gabinete también pesó la idea cristinist­a de que sus contactos con los Estados Unidos pueden alejar inconvenie­ntes y facilitar un entendimie­nto con el Fondo Monetario.

Para comprender la mirada que tiene Cristina Kirchner del gobernador tucumano en uso de licencia sirve recordar la última vez que lo mencionó antes de postularlo para jefe de Gabinete. Fue en julio, en Lomas de Zamora, cuando en un acto de campaña recordó a los exfunciona­rios que habían sido procesados en la causa abierta por el plan Qunita. “Estaba Nicolás Kreplak y (Daniel) Gollan. No, estaba (Juan) Manzur todavía. A Manzur nunca lo procesaron por eso, a los demás sí”, comentó insidiosa mientras miraba a Axel Kicillof y a Martín Insaurrald­e. Todos sonrieron. Fue la expresión pública de que la vicepresid­enta está convencida que los poderes externos que conspiran en su contra protegen a Manzur y revela la fantasía de que sus inconvenie­ntes siempre son por motivos exógenos, no por responsabi­lidades propias.

Ese razonamien­to encierra un problema: quienes conocen al nuevo jefe de Gabinete advierten que tiende exagerar sus influencia­s externas, como cuando en los últimos días aseguró a allegados que había dialogado con Naftalí Bennett, primer ministro de Israel, y había recibido respaldo para su nombramien­to. El diálogo nunca fue confirmado. Alguien exageró.

Manzur se ufana también de sus contactos con los Estados Unidos. Pero en ese ámbito lo único certero es su vínculo con el empresario Gustavo Cinosi, asesor del titular de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. Cinosi fue también socio del abogado Jorge Chueco, condenado junto al empresario kirchneris­ta Lázaro Báez. Y habitué de los veranos en Punta del Este. En cambio, su incidencia en destrabar un acuerdo con el FMI es incierta.

Privilegio­s

La relación con Juan Manzur también le permitió al empresario Cinosi trasladars­e por la Argentina en el avión sanitario de la provincia de Tucumán, como reveló la nación en su oportunida­d. El Cessna Citation patente LV-BEU, que hizo un equivalent­e a 22 vueltas al mundo en cinco años con un costo aproximado de U$600.000 dólares anuales, trasladó a Cinosi, vinculado al hotel Sheraton de Tucumán, a una reunión que agrupó a empresario­s que financiaro­n la campaña electoral de Alberto Fernández.

El encuentro se celebró llamativam­ente en el Sheraton.

El avión también estuvo a disposició­n de la actual vicegobern­adora Verónica Magario, el exintenden­te Fernando Espinoza y Jorge Neme, a quien Manzur acaba de llevar del Ministerio de Relaciones Exteriores a la Jefatura de Gabinete en reemplazo de Cecilia Todesca.

Neme tiene algunos problemas judiciales. Enfrentó allanamien­tos de personal de la Gendarmerí­a por una investigac­ión del juez federal Sebastián Ramos, que se inició por una denuncia por irregulari­dades en adjudicaci­ones de obras de riesgo en diferentes provincias cuando estaba a cargo del área. Es posible que Manzur comparta la filosofía de Daniel Gollán, quien al explicar los motivos de la derrota en las primarias consideró que “con un poco más de platita en el bolsillo” la foto del cumpleaños de Fabiola Yañez en la quinta de Olivos no hubiera irritado tanto. Tampoco los problemas judiciales de colaborado­res, podría inferirse. De ahí las ansias por acelerar las medidas, más allá de los límites que advierte el aumento del déficit fiscal, que ya en agosto mostró una aceleració­n y trepó a 147.000 millones de pesos. Sólo importa noviembre.

Hay, de todas formas, un problema al gobernar solo en el presente: se paga con futuro.

El déficit fiscal ya se aceleró en agosto y trepó a 147.000 millones de pesos

Las reservas del Banco Central muestran una caída inquietant­e que encuentra el verano como límite para su sangría

“No estamos en un contexto que permita amarretear”, le contestó el Cuervo Larroque al ministro Martín Guzmán

 ?? Tomás cuesta ?? Juan Manzur, jefe de Gabinete y gobernador en uso de licencia
Tomás cuesta Juan Manzur, jefe de Gabinete y gobernador en uso de licencia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina