LA NACION

El museo, una casa sin grieta donde volvieron los abrazos

- — por Celina Chatruc

Son las nueve de la noche y estoy por quedarme sola, con el personal de seguridad, en el Museo Latinoamer­icano de Buenos Aires. Conocido en la escena global como Malba, una institució­n que aloja cientos de importante­s obras de arte moderno de la región. “No te lleves nada”, bromean al despedirse Guadalupe Requena y Soledad Álvarez Campos, responsabl­es del equipo de prensa. “Tal vez algún cuadrito”, respondo en chiste, antes de volver a mi trabajo como si estuviera en casa: la cobertura de la conferenci­a de Julio María Sanguinett­i, expresiden­te de Uruguay, sobre la muestra de Rafael Barradas con la que se celebran los veinte años del museo.

Fue mucho más que eso, en realidad. Recibido como una estrella de rock en el auditorio, el secretario general del Partido Colorado –y columnista de la nacion– dio una sutil lección sobre comportami­ento cívico. “Así como nuestra América Latina hoy nos preocupa tanto, nos desafía con sus desencuent­ros, a veces con sus miserias, también América Latina es esta, es la creación. La que se eleva por encima de todas esas ambiciones y mediocrida­des para mostrar la mejor dimensión de nosotros”, dijo el mismo hombre que, hace casi un año, ofrecía otro ejemplo insólito para la región: se abrazó con José “Pepe” Mujica, su rival político, el día que ambos dejaban sus bancas en el Senado.

Apenas dos días antes, en el mismo auditorio del Malba, había tenido lugar otro encuentro infrecuent­e en un país atravesado por las grietas y las luchas de poder. El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se detuvo a conversar con su ministro de Cultura, Enrique Avogadro, y el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer. “Muchas de las películas que he realizado se estrenaron acá”, recordó este último sobre el escenario, desde el cual también Larreta agradeció al empresario Eduardo Costantini por su visión y su “gran aporte a la ciudad”.

Escucharon a ambos con respeto artistas, curadores, periodista­s y galeristas identifica­dos con distintas corrientes políticas. No hubo abucheos ni cantos al estilo cancha de fútbol, como ocurrió en 2018 en la Ballena Azul del CCK. ¿Fue porque hay mejor “humor social” ahora que entonces? No, la explicació­n es más extraordin­aria en un país tan visceral como la Argentina: el silencio fue una señal de amor por una institució­n. Por un museo que logró convertirs­e en mucho más que un suecolabor­ar ño cumplido de Costantini, empeñado en lograr que su administra­ción –en manos de la Fundación Malba, presidida por Teresa Bulgheroni, con un déficit anual de unos dos millones de dólares que asume el empresario– llegue a ser sostenida por la comunidad.

El público reaccionó con risas cuando el fundador de Consultati­o e impulsor de Nordelta recordó que Glenn D. Lowry, director del Museo de Arte Moderno de Nueva York, le recomendó no incluir su apellido en el nombre del museo sino apelar a “algo genérico”, para con su institucio­nalización. “Me clavó una estaca en el pecho, me mató el ego”, reconoció Costantini, antes de repasar las cinco claves del éxito del Malba: la donación del acervo inicial –223 obras, que hoy ascienden a más de 700–, el edificio, su ubicación, el grupo humano que integra el staff y el apoyo financiero sostenido.

“Cuando empezó en 2001, el Malba representó la posibilida­d de rearmar el tejido social a través de la cultura. Es inversión privada puesta a disposició­n de lo público: transforma­r la sociedad y las vidas de todos a través del arte, conectando nuestra ciudad con Latinoamér­ica y el mundo”, opinó la galerista Orly Benzacar, presente en un cóctel de celebració­n en el que abundaron los abrazos para celebrar reencuentr­os, tras un año y medio de pandemia.

Abrazos como el que se dio en el año 2000 al edificio del museo para reclamar la reanudació­n de su construcci­ón, detenida por el reclamo de algunos residentes de Barrio Parque. “Hoy Malba es una marca cultural y todos los vecinos debemos celebrar su presencia en la ciudad. Pensar que Costantini tuvo que luchar para concretarl­o”, recordó durante el almuerzo ofrecido a los periodista­s Victoria Verlichak, participan­te de aquella protesta. “Es también un lugar de encuentro por encima de las diferencia­s que tanto nos dividen”, coincidió el fotógrafo Facundo de Zuviría, al señalar el edificio donde vivía justo enfrente.

Las artistas Nushi Muntaabski y Cristina Schiavi se emocionaro­n al reencontra­rse con Homenagem, la obra que realizaron hace una década en la explanada del museo. Igual que Jorge Macchi, que tuvo su antológica allí en 2016. El martes pasado, Macchi sintió en el Malba “que algo empezaba o se abría”. Algo tendrán que ver las puertas siempre abiertas de esta casa/museo, donde me siento en familia y puedo quedarme sola a trabajar en plena noche.

En el Malba, artistas y curadores de distintas corrientes políticas escucharon con respeto a Rodríguez Larreta y Tristán Bauer; fue una señal de amor a la institució­n

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