LA NACION

Encienden una luz y meten los dedos en el enchufe

- Jorge Búsico

Es más difícil cuando se enciende tenuemente la luz para empezar a salir y viene uno propio y la apaga de nuevo. Hay que retratar esos instantes que terminaron en una autodestru­cción: los Pumas estaban 9 puntos abajo (17-8), dominaban a unos Wallabies desconcert­ados y erráticos, venían de marcarles un try de maul y tenían un penal a favor con opciones para anotar más puntos. Marcos Kremer, que ya venía pasado de rosca en distintas acciones, fue indebidame­nte con su pierna en alto cuando el árbitro había detenido el juego. Penal en contra, uno menos y chau posibilida­des, si es que las había.

Los Pumas mostraron algunas mejoras de equipo e individual­es, pero los múltiples errores –de disciplina, de obtención y de manejo de la pelota– empinaron el tobogán en el que vienen cayendo a lo largo de este Rugby Championsh­ip. Cinco derrotas, todas categórica­s. Con un detalle que refleja el momento por el que pasa el selecciona­do argentino: en este torneo le han marcado tries al comienzo y al final de cada partido. Empieza y termina golpeado.

Hay, a través de las lecturas que ofrecen estos enfrentami­entos ante las tres potencias mundiales, un síntoma riesgoso: los Pumas dan señales de ser un equipo ganable, lejos de aquel que hizo historia hace apenas un año atrás. Casi que no le provoca daño al rival y, en consecuenc­ia, ofrece agujeros por todos lados.

A eso debe agregársel­e una cuestión ajena, que es la generada por la pandemia. El selecciona­do lleva más de un año encerrado en una burbuja. Lejos de todo. Pero no se han ejecutado acciones que contrarres­ten esa situación. A este torneo la UAR ni siquiera llevó a alguien encargado de comunicaci­ón que pueda acercar un poco al equipo hacia el afuera. Lo poco interno que se mostró es porque un sponsor puso dinero para contar algo del día a día del staff. Los Pumas se están quedando peligrosam­ente fuera de la foto, como ocurrió en verdad el viernes, en la presentaci­ón oficial de la Sanzaar, en la cual estuvieron los tres capitanes, menos Julián Montoya.

Queda un partido, el del próximo sábado, de vuelta con los australian­os. Es imperioso irse con otra cara. No se trata ya del resultado, sino del juego y de la imagen. De empezar a encontrar de nuevo el camino que se perdió en estos cinco partidos. Está claro, por lo que se ve en la cancha, y lo de Kremer es un ejemplo contundent­e, que al selecciona­do le sigue faltando un trabajo serio desde lo mental. En este duelo con los Wallabies hubo un promisorio arranque, con control de pelota y yendo hacia adelante. Parecía que se extendía el envión que traía algunos buenos minutos del segundo tiempo contra los All Blacks. Pero, en un instante, se cometieron cuatro errores seguidos: penal factible errado, line perdido, penal en un scrum, falla en el tackle. ¿Consecuenc­ia? Try en contra. Entonces, se perdió aquella iniciativa y se volvió a lo malo conocido: defender y defender. Imposible en el rugby actual. Es insólito que en un staff de 19 personas, los Pumas no tengan alguien que haya estudiado y se haya preparado para trabajar el tema de la cabeza. No es de ahora, viene de años.

Dentro de este panorama que parece haber entrado en zona de riesgo, hay aspectos positivos. La sangre nueva que necesitan los Pumas está respondien­do y se está ampliando. Carreras, Chocobares, Mallía, González, Cinti, por nombrar los que ayer fueron titulares, respondier­on a lo que depara este nivel. Matera, Lavanini (a pesar de un par de pelotas que perdió), Alemanno y Montoya mantienen la categoría y el fuego Puma. Pero no alcanza para terminar de encontrar a un equipo compacto, que le genere problemas al rival, que meta miedo, que sea competitiv­o los 80 minutos. Es un momento difícil para los Pumas, porque, además, cuando se enciende la luz, como ayer en un partido que parecía que se podía ganar, meten los dedos en el enchufe.

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