LA NACION

Ficción tan intrigante como maniquea

(EE. UU/2021). CREADA POR: Eliza Clark. ELENCO: Diane Lane, Ashley Romans, Ben Schnetzer y Olivia Thirlby. DISPONIBLE EN: Star+.

- Hernán Ferreirós

Eny:thelastman,adaptación a la TV del cómic homónimo de Brian K. Vaughan y Pia Guerra, “Y” no es el nombre del protagonis­ta, sino que se refiere al cromosoma que determina el sexo masculino en los mamíferos. Al comienzo de la historia, todos los portadores de este cromosoma (incluidos los humanos) mueren instantáne­amente de una especie de crisis hemorrágic­a. Tras ese apocalipsi­s queda un mundo desarmado, caótico y poblagunta, do exclusivam­ente por mujeres, con dos excepcione­s: el personaje central, llamado Yorick, y su mascota, un mono llamado Ampersand (el “&” equivale a nuestra “Y”).

Tal es el cautivante y fértil planteo del cómic y la serie. El equipo creativo de la versión televisiva, íntegramen­te femenino y liderado por la showrunner Eliza Clark, corrió el foco de Yorick (Ben Schnetzer), ahora una especie de hombre-niño que solo quiere reencontra­rse con su novia, para centrarlo en un grupo de mujeres fuertes: su madre, Jennifer Brown (Diane Lane), una congresist­a sobre la que recayó la presidenci­a de los Estados Unidos; la agente 355 (Ashley Romans), encargada de la seguridad del ahora hijo presidenci­al y último varón cisgénero, y Hero Brown (Olivia Thirlby), la hermana de Yorick, una exparamédi­ca torturada que mantiene una relación con Sam, un hombre trans (interpreta­do por el actor transgéner­o Elliot Fletcher). La serie complejiza la premisa original, prestando una atención especial a las identidade­s Lgbt+(casi ausentes en el cómic), y se prepor ejemplo, por el rol de los hombres trans en este mundo.

En la serie, las principale­s rivales de las protagonis­tas son mujeres conservado­ras que vociferan en contra de la cultura de la cancelació­n y reinvindic­an la sexualidad masculina con el talante de villanos que se retuercen el bigote. Sin querer y paradójica­mente dado que pretende lo contrario, la serie muestra, en algunos momentos, que cuando las ideas del progresism­o empiezan a sonar como una parodia de sí mismas, el conservadu­rismo se vuelve mucho menos irrazonabl­e.

Recién al promediar esta temporada de 10 capítulos el relato ingresa en tierra más firme, aunque la caracteriz­ación previsible conspira contra el interés. El cómic no es ajeno a la política, pero su eje está en la exploració­n de su mundo. En la serie acaso haya habido restriccio­nes presupuest­arias, o quizás está más interesada en expresar una agenda que en jugar con todo el amplio espectro de ilimitadas permutacio­nes que ofrece este mundo de ficción.

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